Tweet Segui @dini912030 Maleta de Opiniones: octubre 2012

09 octubre, 2012

Los mapuche son malos: tesis de 24 Horas.


24 Horas nos mostró la verdad, señores: los mapuche son malos porque son asesinos de Carabineros que entran, siempre siguiendo a la inocente ley, a tierras donde viven personas que se oponen al progreso del país y a la unidad nacional.

24 Horas no miente, señores: nos muestra, después de un terrible accidente por parte de un gendarme que casi le cuesta la vida a un joven padre de familia, y antes de un trasplante a una embarazada, la terrible muerte de un mártir de una institución con altos niveles de confianza dentro de la población chilena. Y lo peor es que murió cumpliendo con su deber.

24 Horas nos muestra la integralidad de la noticia: nos cuenta, después de un acierto periodístico, que existen comuneros en huelga de hambre reclamando por detenciones injustas. De manera muy somera, es cierto, pero cumple con la premisa del canal: que el periodismo es el.

Esta es la tesis de 24 Horas.

Con espanto y estupefacción el país entero ha observado las imágenes que mostró, en su edición central, en relación a los últimos segundos de vida del cabo Albornoz, en un allanamiento en Ercilla. Situación terrible no sólo para una institución que tiene aquí mismo sus raíces con el “Bufalo Bill” chileno, Hernán Trizano, sino también para su familia, a la que no debió haber caído para nada bien la exhibición de tal cinta.

No puedo sino hacer algunas preguntas de rigor. Nada del otro mundo.  

¿Era necesario mostrar estas imágenes, a pesar de las advertencias de su alto impacto, a las 21.15 de la noche, cuando muchas personas comen después de sus trabajos, y en horario familiar?

¿Era imprescindible mostrar ese adelanto de Informe Especial, aun sabiendo que tenían más cintas? ¿Vale la pena, a modo de sutil equilibrio, mencionar muy someramente la existencia de comuneros en huelga de hambre, deslegitimando su visión del conflicto?

El gran problema es que las sistemáticas campañas del Servicio Nacional de Turismo para atraer gente, los empeños por hacer crecer a la zona con mayor inversión empresarial y las ganas de mejorar la imagen de la zona quedan en cero con tal decisión. Y lo peor de todo es que, desde Arica a la Antártica, con islas incluidas, creerán –salvo pocas personas que conocen ambas caras de la moneda, la mayoría viviendo en esta región- que los mapuche son malos.

Señores: se nos murió la televisión pública hace rato. Hoy hemos visto la confirmación de esta triste realidad, frente a la cual parece no haber salida.

Espero que, después de haber visto a la gente mala, no deje de ver a las “mujeres de familia” que son el fiel reflejo de la verdadera realidad. No se caliente la cabeza con mapuche “malos”. 

07 octubre, 2012

Una revolución en historia.


Chile es un país que olvida rápido. Lo lamentable de esta situación es que el consenso, en este sentido, es casi unánime. Después de una extensa y densa historia llena de aciertos y errores de nuestras clases gobernantes y la respuesta de sus ciudadanos, parece no ser suficiente para que distintos hechos relevantes, más allá del relato de una historia nacional –y, a veces, nacionalista- no repercutan en los habitantes de nuestro país.

¿Qué hacer, entonces, frente a una población que parece no interesarse en el estudio y análisis de los hechos pasados? ¿Cómo superponerse al relato tradicional basado en fechas y datos que parecen no tener conexión entre sí? ¿De qué manera se puede sobrepasar el mito de que aprender historia es “aburrido” y que “no sirve para nada”?

Es verdad: la profesora o profesor de historia debe entablar un relato cabal del pasado que permita comprender de manera integral el momento presente. Se hace difícil puesto que ni siquiera existen, en nuestros planes y programas, unidades al principio de cada año lectivo que permitan un aprendizaje con internalización sobre el tiempo y el espacio. Es más, ni siquiera reflexionamos sobre la distinción temporal que hacían los griegos, sobre el cronos y el kairós: mientras que el primero es el tiempo que se “come a sí mismo”, el segundo es el tiempo constructivo, del avance, del aprendizaje. Para muestra, un botón: es cosa de reflexionar sobre el sentido de palabras como cronómetro o cronología.

Más allá de las aulas, pareciera ser que al ciudadano de a pie le fuera indiferente esta materia. Y es paradójico siendo que la persona que cuenta un relato histórico es escuchada con atención por quienes desconocen algunos hechos pasados o no los manejan totalmente. En parte pasa porque, en una sociedad como la nuestra donde anda mucha información dando vueltas y es más importante hablar de las Argandoña –asumiendo que es “la realidad”- que de las desigualdades de nuestro Chile, esto no interesa.

Pareciera ser que hay que jugar a ser el mejor distractor entre tantos que andan rondando en el diario vivir, que hay que competir contra el internet y la televisión, que hay que “vender” mejor el producto para hacerlo atractivo e interesante.

¿No será, quizás, que hay que aprovechar las reglas del juego que rigen actualmente, en torno a la publicidad, y hacer atractiva a la reflexión crítica para invitar a la gente a participar de ella? ¿Pasará la solución por llevar las preguntas a la calle, a los ojos de los ciudadanos y en los sitios por los que transita diariamente?

Pensar una revolución en historia es uno de los pasos fundamentales para crear una conciencia crítica del momento presente y de la posición de cada uno en la sociedad actual, en relación con los hechos pasados. Y una de sus bases estructurales debe ser la superación de los demás estímulos del medio jugando con las reglas que nos rigen actualmente.

Pareciera ser que una revolución en historia pasa por ser más inteligente que el sistema imperante y usar sus reglas para quebrarlo. Y para eso no es necesaria una transformación estructural: basta sólo una pregunta que lo cuestione.