Tweet Segui @dini912030 Maleta de Opiniones: noviembre 2012

22 noviembre, 2012

Gabriel González Videla: su pasado y su recuerdo


Ley de Pesca, Ley Hinzpeter, una conducta opositora caracterizada como “asquerosa por una Ministra de Estado”. Para quien lea esta columna en algunos años más sólo cabe decirle de antemano: nos encontramos en un gobierno que, más cercano a la democracia, parece asemejarse a una dictadura virtual.

Muchos han intentado calificar la iniciativa que pretende desmovilizar a la población chilena y sus reivindicaciones sociales –ahora bajo el colchón de la legislatura- como una nueva “ley maldita”. Nada más cierto. Más que ahondar en su articulado, es necesario hacer una breve conexión con el contexto actual.

Gabriel González Videla, a su modo, trató de “jugar al empate” en su gobierno levantando un monumento al ego propio y a la zona que lo vio nacer, como tratando de desviar la atención de su mal manejo para con los movimientos sociales de la época. La Avenida Francisco de Aguirre lo recuerda en cada una de sus esquinas, y el monumento levantado en una administración similar no hace más que reforzar la concepción del gran estadista que levanta su mano muy en alto para guiar a su pueblo hacia el progreso, bajo el alero del modelo industrializador en declive de los años cincuenta. Con gran parte de la prensa a su favor, y bajo el disfraz de democracia, consiguió llevar al plano nacional las tensiones internacionales y proscribir a quienes lo habían apoyado en su camino a la Presidencia.

Es cierto, las condiciones internacionales ya no son las mismas y el contexto claramente no es igual. De hecho, el Estado está en permanente desconstrucción desde hace casi cuarenta años y el Presidente ya no tiene la necesidad de proscribir partidos políticos. Hoy el foco está en las nuevas formas de organización política chilena: los movimientos sociales. Como funcionan al margen de los partidos –por excelencia, las formas de calmar las tensiones- y son más difíciles de controlar, hay que buscar una manera de cooptarlos en favor del Estado. Qué mejor manera de enviar una Ley a un Parlamento eminentemente partidista y con, a ratos, leve mayoría, para que apruebe una iniciativa que desmovilice y castigue a la gente bajo el argumento de que “aportará a la mantención del orden público”.

Dentro de otros argumentos, vivimos en una dictadura virtual. Es que pregunto: ¿Cuándo se habían perdido votos de esta manera? ¿Desde cuándo que no se presentaban iniciativas legales de esta magnitud? ¿Cómo se encuentra la confianza en la democracia practicada en Chile? ¿Cuándo se había visto una manipulación comunicacional del país, al punto de magnificar justo en los días de presentación de estas leyes, enfermedades como la meningitis? Que me perdonen las sensibilidades políticas, pero pareciera que vivimos dentro de una dictadura disfrazada de democracia. Hoy más que nunca.

Chile olvida rápido y eso sí que es ley y tradición. No sé qué dirán las interpretaciones históricas el día de mañana. Sin embargo, no sería de extrañar que Sebastián Piñera pase a la posteridad como el gobernante que llevó al país al desarrollo y nada más, tal como Gabriel González hoy sólo se levanta como el creador del Plan Serena.

Parece que no es necesario recordar más. El pasado y el recuerdo negativos dan lo mismo. 

Para complementar esta columna, ver más en la editorial del mismo nombre, en el canal de YouTube: 
http://www.youtube.com/watch?v=2n0G2cXPXFM&feature=plcp