Hace algunos días la televisión
local ha dado uno de los grandes saltos que le faltaba: transmitir un debate
entre los candidatos a los municipios. Este hecho que para muchos puede pareces
intrascendente se vuelve fundamental en la construcción de una televisión con
arraigo local y más conectada con el quehacer político regional. Bien por
Universidad Autónoma Televisión y los medios que formaron parte de la
iniciativa.
No obstante, es menester hacer un
breve comentario sobre los aspirantes al puesto de Primer Edil de Temuco, tanto
desde el punto de vista histórico como de quienes se encontraban en el
escenario de un conocido hotel local.
Las tres personas sintetizan poco
más de 130 años de historia local, en la que sólo algunas destacan en el ámbito
político. Para ser más específicos: Miguel Becker es descendiente de una de las
primeras familias que llegaron desde Europa a poblar estas tierras luego de la
Ocupación de la Araucanía por encargo del Gobierno chileno, ya que era traer la
“civilización” a tierras “bárbaras”. Estas personas pasan a ser parte de una
red oligárquica compuesta, entre otros tipos sociales, por: la alta oficialidad
militar, los empresarios, los altos funcionarios de gobierno, entre otros; se
reúnen en espacios excluyentes como los clubes sociales y acceden, por cierto,
a los principales cargos de elección pública dada su fuerte presencia en esta
ciudad. El actual Alcalde es el fiel reflejo de la etapa fundacional
temuquense.
Francisco Huenchumilla representa
esa forma tradicional de hacer política. Esa que, por una parte, aprecia en
demasía las grandes transformaciones y busca un proyecto permanente en el
tiempo; pero que, entre los pasillos, intenta que lo llamen para una
candidatura –al menos en lo formal- y se aleja de las primarias como mecanismo
regulador. Es de esos personajes políticos relevantes de antaño que hacen valer
su peso frente a otros que puedan desestabilizar su influencia. Ya hemos visto
cómo llegó a esa candidatura. Las palabras sobran en un personaje que sintetiza
el ciclo político temuquense pre-1973.
Genoveva Sepúlveda es una mujer
fuertemente anclada al Temuco post-1973: una acérrima colaboradora de la
administración Pinochet y congruente con ello al mantener sus ideas aun después
del retorno a la democracia –tanto que es de las pocas que lo reconoce
abiertamente y participa en las cenas de la Corporación 11 de Septiembre-,
concejala desde hace veinte años y muy activa en la política comunal. Es mérito
primeramente reconocer que, haciendo algo de justicia con su persona, ha sido
bajada dos veces de la candidatura por el lobby ejercido por los hermanos
Becker desde Santiago. No obstante, esto se ve eclipsado con la falta de
renovación de rostros y la postergación eterna de la mujer en estas tierras,
aspectos que serán tratados posteriormente.
Me hubiese encantado hablar de
Elena Varela y del tremendo proyecto que podía haber expuesto, del poder
transformador y renovador que es signo de los tiempos que corren, del tremendo
impacto que desde esta mirada histórica hubiera traído; pero al no haberse
presentado aquel día no puedo opinar más. Sólo se puede agregar que fue una muy
mala jugada: muchos la estábamos esperando y pusimos nuestras expectativas en
la transmisión televisiva por verla. De todos modos, mis saludos y respetos a
ella.
Las tres personas que se vieron
en la pantalla reflejan lo que se podría denominar “el proyecto de Temuco”.
Imagínese un ovillo de lana que lo manejan pocas personas y al que pocos pueden
entrar porque siempre se quedan los mismos, como en un contrato que anda dando
vueltas en el aire pero nadie lo hace público. En concreto: es una red
política, económica, social y cultural manejada por los mismos integrantes de
la época de la fundación de la ciudad, más renovados y con nuevas ideas, que lo
controla casi todo.
Ahí estaba el “proyecto de
Temuco” reflejado en la falta de renovación de rostros, en el lobby que baja a
los que “molestan” o “amenazan” el poder de otras personas, el inmovilismo, la
continuidad de ideas que atropellaron a muchos, la llegada a un puesto de
espaldas a la gente, las decisiones dentro de cuatro paredes, la exclusión de
las mujeres, la falta de propuestas de futuro. En fin, males que se arrastran
desde el día que a Recabarren se le ocurrió –porque dijo que era “bueno” y
progresista- fundar una ciudad aquí como si no hubiera nadie.
Este debate nos deja algunas
lecciones. Primero, que más pareció una pelea de niños acusándose entre sí por
cosas como la falta de saludo; segundo, que es urgente la renovación de rostros
en una ciudad que se caracteriza por mantener a los mismos de siempre donde
siempre; tercero, que parece ser que ya es tiempo, por un acto moral y de
respeto a la gente, de no cometer las malas prácticas mencionadas que tanto
hacen mal; y cuarto, que se demostró la importancia de escuchar en vivo a
quienes quieren ocupar el puesto más importante de esta ciudad que tanto
queremos.
Cuando vea el próximo debate, en
octubre, acuérdese de estas palabras. El único favor que le pido es que, si
puede, coméntele estas cosas a quien no pueda leerlas. Con ese simple acto
habrá cambiado por completo una historia de 131 años.
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