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19 septiembre, 2012

Los mitos de la construcción de Chile. Parte 2: la cueca.


 “No cambio la cueca ni por la Presidencia de la República”.
Diego Portales.

Prólogo.

Muchas veces, cuando necesitamos rememorar nuestro pasado personal, recurrimos a las canciones que identifican de mejor manera algunos momentos relevantes. Lo mismo pasa entre quienes construyeron, ya sea en los años 30 del siglo XIX o tras un traumático golpe de Estado, un país a su imagen y semejanza que permitiera la sujeción de sujetos dóciles que fueran funcionales a él.

Se puede asemejar la estrategia del Estado hacia sus residentes a la compra de un cliente en un supermercado. La estrategia de marketing que seguirá el centro comercial será el poner música de fondo, con el sólo fin de distraer a las personas para que no efectúen compras racionales (1), estimulando su impulso comprador (2). Como si fuera una estrategia viralizante, funciona de la misma forma con el denominado “baile nacional”: la cueca.   

El “expansionismo hacia adentro” y el “modelo exportable”.

Imagine que un día quienes manejaron el Estado de Chile hacia 1830 dijeron que todo lo que estaba entre el desierto de Atacama y el Cabo de Hornos era suyo, Cobija incluido, invocando diversos argumentos jurídicos como el Utis Posidetis de 1810; argumento considerablemente frágil si se considera que el dominio efectivo de la República en ese entonces era entre Coquimbo y Concepción, dada la división provincial que se estipuló en las Constituciones de 1828 (3) y 1833 (4). Hay que destacar que se incluso se atribuyen territorios que son ajenos, considerando que “el norte era de peruanos y bolivianos, la Frontera era de los mapuche, la región de los Canales pertenecía a algunos otros pueblos originarios” (5).

Quienes realizaron la invención de “Chile” echaron mano a diversos símbolos provenientes del territorio que efectivamente dominaban. En el afán de construir símbolos que generaran identidad echaron mano a la figura del “roto”: un sujeto dócil al Estado que fuera un subordinado “republicano” (6), por lo que se fijaron en sus costumbres.

Este roto, más identificable con los sectores populares -que según algunos teóricos es la síntesis del minero del norte grande con otros “raciales” de nuestro país- es vencido frente a la figura del huaso en el siglo XX: “una figura rural, mestiza, con poncho sobre los hombros, sombrero fino, calzando zapatos o botas con espuelas, listo para montar a caballo, impecablemente vestido, nunca remendado” (7). Curiosamente, este habitante de los campos del valle central –curiosamente cerca de la capital, Santiago- es escogido  como el modelo identitario ideal para iniciar el proceso de construcción de los símbolos nacionales. No por nada se impuso el huaso –y ladino, por sobre todo- cuando se anexionaron territorios como Arica o La Frontera, poniéndose especial atención a una característica en particular: la música que le fuera más cercana. La cueca, entonces, es utilizada como uno de los mecanismos más identificables y más inconscientes de la construcción de “Chile”.

La cueca: control musical.

Legalmente, ya sea por olvido jurídico o porque no fue preocupación mayor de los gobiernos, no se dictaminó a la cueca como “baile nacional”. La Junta Militar en 1979 dejó explícitos cómo pueden llegar a operar, desde el Estado, intentos de sujeción de las costumbres populares a una versión “oficial” y “legal”. Esto funciona por cuatro mecanismos:

-          Planteando que la cueca es la “genuina expresión del alma”
-          Que alberga la picardía propia del “ingenio popular chileno”
-          Que “se identifica con el pueblo chileno desde los albores de la Independencia” (8)
-          Que es una expresión de “auténtica unidad” (9)

La cueca tradicional, entonces, es la síntesis de todo lo anterior: un modelo a seguir, homogeneizante como expresión de la unidad nacional, expresión máxima de un sentir nacional y popular del “pueblo” como conjunto de habitantes de la república unitaria –sin particularidades de ningún tipo-, correlato de la creencia en una historia oficial llena de glorias y sin errores ni omisiones por parte del Estado, símbolo máximo de la identidad (10).

Es cosa de fijarse en algunos de los códigos que sigue la cueca centrina: pasos que se siguen al pie de la letra, letras que hablan de situaciones sin carga conflictiva, tiempos y ritmos controlados, vestimenta oficial –la del huaso del valle central-, letras casi siempre centradas en el hombre. Es decir, se intenta ejercer entre los habitantes de la republica un control musical como vía para generar identidad y sentido patriótico.

Cabe cuestionarse entonces, ¿No serán la cueca chora, la cueca brava y la cueca urbana no sólo medios de distensión social sino que de revisión y rebeldía inconsciente ante un baile que está desanclado de su entorno y que es reproducción de quienes han construido “Chile”?

Referencias.

(1)  Comunicaciones GSD. (2012). Música en los supermercados, ¿Una estrategia de marketing? Tomado de http://www.serdigital.cl/2012/05/04/12626/, recuperado el 19 de septiembre de 2012. No obstante, esto siempre se acompaña de “siempre va acompañado de luces, orden de los productos, colores corporativos, etc, y juntos logran un todo”. ¿Coincidencia?
(2)  Hita, E. (1997). Trucos para 'Picar' en el Supermercado. Tomado de http://www.elmundo.es/sudinero/noticias/act-95-06.html, recuperado el 19 de septiembre de 2012.
(3)  Art 2. En ella se establece que el territorio chileno comprende estos dos puntos, incluidas” las islas de Juan Fernández y demás adyacentes”. La división administrativa comprendió las provincias de Coquimbo, Aconcagua, Santiago, Colchagua, Maule, Concepción, Valdivia y Chiloé. Tomado de   http://www.leychile.cl/Navegar/?idNorma=1005225&idVersion=18280808&idParte, recuperado el 28 de agosto de 2008.
(4)  Art. 1. Se plantea que el territorio nacional se extiende desde “el desierto de Atacama hasta el Cabo de Hornos, y desde las cordilleras de los Andes hasta el mar Pacífico, comprendiendo el archipiélago de Chiloé, todas las islas adyacentes, y las de Juan Fernández”. Nuevamente se aprecia el verdadero dominio de la República: desde Coquimbo a Chiloé. Tomado de http://www.leychile.cl, recuperado el 28 de agosto de 2008.
(5)  Vrsalovic, D. (2012). La(s) República(s) de Chile. Tomado de http://www.elmorrocotudo.cl/noticia/sociedad/las-republicas-de-chile, recuperado el 19 de septiembre de 2012.
(6)  Pinto, J. (2010). Historia y memoria, olvidos y recuerdos de huincas y mapuches en la frontera chilena. Tomado de http://www.youtube.com/watch?v=3HGTzhw0fDc&feature=relmfu, recuperado el 19 de septiembre de 2012.
(7)  Gutiérrez, H. (2010). Exaltación del mestizo: la invención del roto chileno. Universum 25, Vol. 1. P. 137.
(8)  A lo que agrega, como un correlato “sus gestas más gloriosas”, en un intento de asociación independencia-historia oficial-gesta popular-cueca. Una revisión se ha realizado en la primera parte de este ciclo de columnas, en Vrsalovic, D. (2012). Los mitos de la construcción de Chile. Parte 1: la historia. Tomado de http://www.elboyaldia.cl/node/18614, recuperado el 19 de septiembre de 2012.
(9)  Junta de Gobierno. (1979). Decreto 23. Declara a la cueca danza nacional de Chile. Tomado de http://www.leychile.cl/Navegar?idNorma=224886&buscar=decreto+1979+cueca, recuperado el 19 de septiembre de 2012.
(10)                     Gutiérrez, H. (2010). Ibíd. P. 137, y Rojas, A. (2009). Las cuecas como representaciones estético-políticas de chilenidad en Santiago entre 1979 y 1989. Revista Musical Chilena, año LXIII, julio-diciembre 2009. P.56. Cabe destacar que nuevamente se utiliza como medio para generar identidad y sentido patriótico en tiempos en que se necesitaba reafirmar la nacionalidad frente a la “amenaza del comunismo”.

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