Tweet Segui @dini912030 Maleta de Opiniones: agosto 2011

30 agosto, 2011

El estigma del apellido mapuche.

Dos personas se presentan a un trabajo. La primera con un ostentoso apellido europeo oriental, la segunda con un apellido mapuche. Ambos tienen el mismo grado académico, estudios y algunos trabajos previos. Viven más o menos cerca con familias parecidas. Andan vestidos más o menos igual y tienen un muy buen vocabulario los dos. Ninguno tiene caries ni se les salió un botón del terno. Pasan a ver los resultados. Quedó el de apellido europeo. La excusa: ninguna. Había que tratar con un público de clase alta y el apellido mapuche no sólo era mal visto sino que daba mala espina.

¿Sorpresa? No, ninguna. Es más común de lo que cree. Llevar el apellido mapuche para muchas personas es sinónimo de exclusión y de falta de oportunidades, de certificarlo ante la CONADI para recibir una beca, de ser “pariente de los que queman camiones”. Porque llevar el apellido mapuche para mucha gente en Chile es sinónimo de tirar piedras.

Aunque también haya personas que se sienten orgullosos de llevarlo (y otras con una envidia sana de no tenerlo aunque les encantaría) hay un montón inconmensurable de gente chilena que le da vergüenza o no le interesa ni siquiera saber lo que significa. ¿Se imagina que el apellido que tiene en este momento en su carné puede ser el reflejo de algún linaje en el Wallmapu, en el país mapuche?

Sí, país mapuche. Porque Chile tiene que partir de la base que el territorio que hoy es ocupado por las provincias de Arauco, Biobío, Malleco, Cautín, Valdivia y Osorno fueron siempre un territorio con autodeterminación, costumbres propias, ritos, tradiciones, lengua, cosmovisión y forma de vida independientes. El Estado chileno es un aparecido en estas tierras: no lleva más de dos siglos; los mapuche, miles de años.

Es verdad, no se puede revivir a los muertos defendiendo la ñuke mapu o todo el daño causado. Es por ello que el Estado en su rol compensatorio de esta realidad ha dispuesto un programa de beneficios reparatorios para los pertenecientes a este pueblo (y no porque siempre se les de todo).

¿Se imagina que de un día para otro le invadieran la casa argumentando que es un flojo, le matan a toda la familia, lo emborrachan, le compran la casa por cinco mil pesos obligándolo a firmar, lo desalojan y no consigue trabajo en ninguna parte? Bueno, así le pasó a miles de personas durante décadas.

A los descendientes se les obligó a callar la lengua materna por décadas y a vestirse como un chileno más. Se le inculcó que tenía que bailar cueca y celebrar el 18, y que el año nuevo que valía era el 1 de enero. Se le obligó a trabajar como uno más y no ser de esos que “tiran piedras y queman camiones por reclamar”.

Es por ello que muchos sienten vergüenza de llevar el apellido y no ostentarlo con honor y orgullo. Porque el llevar el apellido mapuche no es como en la sociedad occidental: es el reflejo de un pasado glorioso, de una conexión con el medio en sus raíces más profundas, de una carga simbólica que le impresionará.

Como me dijo alguien muy sabio una vez ser mapuche no es sólo llevar el apellido, es querer la cultura, sentirse parte de ella. Es por esto que de a poco se reivindican las raíces. Cada día nacen más Lientur y Lefrtaru, se habla más mapudungún, se elaboran talleres para la comunidad. Sin embargo, sigue siendo insuficiente.

Cuando el Estado de Chile se ponga realmente los pantalones y no para la campaña electoral, y pida un perdón histórico con humildad por las bárbaras y sanguinarias acciones cometidas por Saavedra, Urrutia, Escala, Baquedano, Lagos y otros; realice consultas a los pueblos y mesas de diálogo no con los apitutados de turno sino con todas las comunidades; haga cumplir la ley a cabalidad y de un real reconocimiento de pueblo a los mapuche y elabore un Plan Educacional adaptado a la zona y no por imposiciones centralistas con la decisión firme de la Universidad Intercultural como mínimo ahí recién, creo, podremos siquiera pensar en una mirada de futuro con todos los involucrados.

Porque Chile debe una disculpa a nuestros pueblos originarios, sólo es cosa de voluntad. Chile es el país más conservador de América del Sur en cuanto a este tema y es hora de cambiar si quiere mirar al futuro. Cientos de veces y en todas las formas se ha avisado de esta situación, pero quiere hacerse el sordo.

Porque el Chile del 2030 debe querer de verdad a nuestros pueblos originarios. Porque mi sueño en el futuro es que más personas digan con orgullo que su apellido es mapuche, para que en el futuro no sea un símbolo de odio, exclusión y estigma.

Profesor: el oficio más desvalorizado de Chile.

Antes de leer la siguiente columna quiero hacer la siguiente pregunta: cuando le preguntan qué estudia, cómo contesta: ¿Historia o Pedagogía en Historia? ¿Castellano o Pedagogía en Castellano? ¿Ciencias o Pedagogía en Ciencias?

Seguramente quedó pensando algunos segundos y llegó a la conclusión de que no lo dice muy a menudo. En la columna anterior titulada “Pedagogía: el hermano pobre de la discusión” he realizado un análisis de un aspecto olvidado en esta coyuntura histórica: la ciencia de la educación está siendo olvidada por todos. Todos hablan de nuestra profesión menos nosotros. No se quede, por favor, sólo con el título, lea la columna completa.

Durante décadas la profesión docente fue una de las más valoradas, por sobre otras como la de médico o abogado. Tras la Revolución Francesa y la reivindicación del cuerpo como símbolo de la libertad personal e individual los demás oficios nombrados adquirieron relevancia: el primero porque había que cuidar el medio que las representaba, el segundo porque había que defenderlas. Es así como, de modo gradual y a pesar de que la transmisión del conocimiento sigue siendo valiosa en la sociedad contemporánea, va cayendo por debajo de ellas.

Sin embargo, en Chile vivió una era dorada tras la instauración de las Escuelas Normales. Muchos de los que hoy estamos estudiando pedagogía fuimos formados por profesores normalistas. Siempre se cuenta que existía otra mística en la Escuela, una distinta que fortalecía los valores de la persona por sobre todo, el compañerismo, el amor por la profesión. Era la más valiosa y había que cuidarla como un tesoro.

Tras la adscripción a una nueva lógica con el Gobierno Militar debieron convertirse en un producto más de la oferta educacional de las distintas universidades. La “era dorada” de las Escuelas Normales había muerto para no volver.

Y yo me pregunto: ¿Dónde quedó ese amor que nos inculcaron tanto por la profesión? ¿Dónde quedan las prácticas tempranas vinculadas directamente al aula? ¿Por qué a muchos se nos enseña tanta teoría si al ser contrastada en el aula no se condice para nada con los apuntes del cuaderno?

Se pueden detectar fácilmente ciertas falencias en esta área, a saber:

· Las universidades no vinculan tempranamente a sus estudiantes con las prácticas (se limitan a la observación y no a la intervención; recién en quinto año tenemos una práctica “como la gente” en muchas casas de estudio).

· Comenzamos a ver gente con una beca que más que beneficio es una ESTAFA (la “vocación” se reduce a tener más de 600 puntos como si eso fuera garantía de algo y más encima si se arrepiente debe pagar la beca completa)

· Vemos estudiantes que ingresan a pedagogía sólo porque les alcanzó el puntaje (son bien bajas las exigencias para entrar, como si fuera una carrera fácil).

· Existen personas a los que jamás se les inculcó amor a la pedagogía y se introducen tanto en la especialidad que al final terminan con las ganas de investigar y no de llegar a hacer clases (y menos van a sentir ese amor).

· Después de titulados ganamos un sueldo mísero para todo lo que hacemos (planificar con el tiempo que ello implica; stress y dolores de cabeza, garganta y otros por la cantidad de estudiantes en sala a los que hay que enseñar de la mejor manera y de forma personalizada según la JEC; y preparar material).

· No tenemos el reconocimiento social que nos merecemos por hacer esta tarea que requiere de un tremendo esfuerzo emocional y de concentración.

· Nos encontramos ante el constante juicio de la sociedad por un trabajo en el cual todos se sienten con el derecho a opinar (pero vaya uno a decir algo del trabajo del médico, no ve que él es intocable).

· Estamos en un sistema de evaluación docente que es bastante cuestionable no en el sentido de que no se nos evalúe, sino que en su forma (el que tiene plata compra el portafolio y lo único que hace es grabar el video; ¿Y la ética?)

· Se nos engaña diciéndonos que primero la prueba Inicia será de referencia pero al final será obligatoria (administrada seguramente por las Universidades de Chile o Católica; y al que le irá mal en la prueba y no es mal profesor, ¿Qué va a comer? ¿Lo vamos a convertir en otro cesante ilustrado más?).

Esta columna puede saber un poco amarga al paladar por centrarse más en el reclamo que en la solución, a diferencia de las demás. Sin embargo, aunque suene repetitivo decirlo, si los profes lo dicen no es porque se quejen todo el día, sino porque la realidad de la profesión es así.

Por ello lo ideal es que en estos tiempos en que se discute una reforma educacional de proporciones se ponga sobre la mesa este tema importantísimo. Porque si se discute es sólo porque a las demás carreras les interesa cómo pagar la educación, no porque realmente les importe de sobremanera qué pasa con el profesor.

Porque si integramos a este actor fundamental en estos días vamos a ennoblecer y dar el adecuado reconocimiento a quienes realizan una de las labores más nobles del mundo: ser profesor. Para que ya no sea el oficio más desvalorizado de Chile.

29 agosto, 2011

Pedagogía: la hermana pobre de la discusión.


El movimiento estudiantil se ha convertido, en este tiempo, en un tejido social transversal que ha tomado rumbos insospechados y una fuerza única. Es más, a él se han sumado diversos actores (que si bien han aprovechado, en algunos casos, la coyuntura para poder reivindicar sus necesidades) que han puesto en primer lugar de la agenda el tema educacional.

Pero todos sabemos que en un país como Chile esto es insuficiente. No basta con discutir el país que soñamos desde varias miradas; no basta con discutir las diversas aristas de un conflicto que lleva ya tres meses si no lo transformamos en acciones concretas. Ha sido espectacular ver cómo se han tocado temas como el lucro o la reproducción de las desigualdades económicas, sin embargo hay algunas críticas que es necesario, desde un punto de vista personal, hacer notar.

No encontramos discutiendo sobre el sistema educacional que queremos. Sin embargo, llama la atención el hecho de que se encuentra discutiendo como pagarlo, no qué pasa con el profesor. A este actor fundamental en el sistema (pensando en contextos se aula) se le pide compromiso con el sistema y perfeccionamiento, simplificando su rol a lo mínimo.

Se nota en esta discusión la falta de personas que estén comprometidas en la pedagogía. Es decir, nos preocupamos cómo pagar (que es lo que le inquieta a carreras como derecho o medicina), pero no de cómo lo pasa la persona que le hará clases a un estadio. La persona que tiene entre veinte y veintiún años (lo que va de democracia) y que se educó hace diez años lo hacía, en promedio, con treinta estudiantes más; el que se titulará en un par de años hará clases a cursos con hasta 50 personas (dependiendo, claro, del contexto en que se encuentre).

El profesor, de esta manera, se convierte en un guardador que, encima de todo, debe estar adaptado a las necesidades de cada estudiante, concentrando la atención de todos y explicando los contenidos de la mejor manera posible. Ninguna reforma educacional considera necesidades tan básicas del docente como el preparar las clases y el material de las mismas, tiempo de corrección de pruebas y descanso, perfeccionamiento y otros.

Insisto, estamos en tiempos de discusión de un sistema educacional. No podemos dejar de lado a este actor importante: el rol del profesor va más allá de comprometerse simplemente, sino que se le den las adecuadas condiciones para ejercer su profesión.

Por otro lado, en la discusión de un sistema educacional debemos tener en cuenta un aspecto que se ha realizado en diversos países del mundo y que Chile ha omitido bajo la excusa de la república unitaria: un sistema nacional y único de educación. De aquí nace una pregunta clave para poder entenderlo en toda su dimensión: ¿Es lo mismo entregar una mediagua en Arica, en el Alto Biobío y en Punta Arenas?

Las regiones son las que sostienen Chile. Sin ellas, simplemente, el país es inviable. Cualquier atisbo de plan educacional o reforma al sistema debe tener en cuenta las necesidades de cada uno de los territorios. Por ello es sumamente importante que en cualquier discusión y política de Estado se considere las realidades de cada región en aspectos tales como pueblos originarios (historia, lengua y costumbres), contexto local, actividades productivas de la zona, historia local, entre otros.

De esta manera y sólo de esta manera no será un sistema educacional en función de la capital, donde se han realizado todos los planes en esta área en la historia. Porque un sistema público, gratuito y de acceso universal es tan importante como lo que pasa después: las condiciones del profesor y la región en la que habita.

Porque de esta manera se ayuda efectivamente a dignificar una de las profesiones más nobles del mundo: la del profesor.

28 agosto, 2011

Nuestras demandas antes de nosotros: educación antes de 1973

En esta ocasión quiero poner sobre la mesa un argumento que puede servir de base para el gran debate educacional que se produce en nuestro país: el sustento histórico antes de 1973 de algunos personajes destacados para afirmar que una educación gratuita y de acceso universal es posible.

Son tiempos de Independencia. Luego de la ocupación española de tres años, el período o’higginista (1817 - 1823) propone el método lancasteriano: el más aventajado le enseña al que sabe menos. Sin embargo no hay mayores preocupaciones por quién accede y quién no. José Zapiola en su libro Recuerdos de Treinta Años, señala que en ese entonces la educación es elitista y cara, segmentada para los hijos más pobres de la República, en escuelas muy escasas y con castigos tan fuertes como los azotes.

Por allá por la década de 1840, José Victorino Lastarria planteaba que la educación debía ser mixta, pública, gratuita y de acceso universal en una sociedad conservadora y católica confesional. Presentó el primer proyecto de Instrucción Primaria, donde establecía que al profesor se le regalaba una medalla grabada en oro a los ocho años de servicio que decía “La nación a Don... Premio a la constancia por la difusión de las luces”. Señalaba que “los ciudadanos chilenos han reputado como una herejía la idea de que la instrucción primaria pudiese ser retribuida" (pagada). Si no le alcanzan los recursos, disminúyanse los gastos de lujo que se hace, los gastos que no son de primer orden”.

La libertad de enseñanza es un principio consagrado en la Constitución a partir de 1925. Alessandri, quien apeló a su “chusma querida” e Ibáñez en el empeño de crear “un nuevo Chile” consolidaron un modelo que, si bien tendió a fortalecer la educación pública, no hicieron nada por crear un modelo educacional para gente como la que lee esta columna.

Pedro Aguirre Cerda es recordado por el ahínco que puso en el tema educacional y el interés en las masas populares. Además de poner como pilar de gobierno la gratuidad en el acceso en todos sus niveles hasta la universidad y la protección del Estado a los escolares más necesitados, en 1939 nos decía que "para que la enseñanza pueda cumplir su misión social es necesario que sea gratuita, a fin de que todos los niños puedan beneficiarse; única, en el sentido de que todas las clases chilenas unifiquen su pensamiento y su acción dentro de las mismas aulas escolares; obligatoria, pues es deber del Estado dar a todos los miembros de la sociedad el mínimo de preparación".

En los años ’60, Eduardo Frei Montalva no sólo proponía un nuevo modelo de desarrollo basado en los principios del humanismo cristiano sino que una reforma que combinaba elementos de conocimiento, culturales, económicos y políticos en un planeamiento integral; así como el mejoramiento en infraestructura, reestructuración de la malla curricular, una Junta Nacional de Auxilio Escolar, la nacionalización administrativa, entre otras. Todo con el fin de garantizar que el estudiante se mantuviera en la escuela independientemente de su nivel socioeconómico.

Más tarde, Salvador Allende propondría medidas tales como descentralización administrativa, educación estatal y particular bajo la coordinación o autoridad del Ministerio con un presupuesto nacional del 20%, en todos sus niveles gratuita (de caso contrario, si era privada se subvencionaba con montos altos).

Después de 1973 se nos enseñó que existían chilenos de primera y chilenos de segunda: los que pueden pagar por salud y educación que se agrupen en un montón aparte y que con ellos se avance al desarrollo. Los demás que nos juntemos lo más lejos posible detrás de una muralla, donde no se nos vea.

Pensar en lo que he planteado aquí no es un delirio de un señero columnista, sino que es el sentir de una historia que confirma que las demandas estudiantiles son firmes. Luchar por una educación que no mire nuestro bolsillo sino cuán capaces somos debe ser la premisa y el principio rector del sistema educacional chileno. Todo esto nace de la indignación de cientos de miles de personas a las cuales debe darse satisfactoria respuesta para no seguir en la lógica de una educación cara, segmentada en clases y de la cual todos se aprovechan. Ganan millones a costa de nuestro trabajo y esfuerzo. Ya es hora de cambiar esta situación.

Es de esperar que los conservadores no nos ganen nuevamente la partida.

23 agosto, 2011

Formas de lucha.

Antes de comenzar quisiera agradecer las decenas de muestras de cariño tras la publicación de las anteriores columnas en diversos periódicos electrónicos y, especialmente, la revista "Ufro en Toma"; así por los comentarios hechos en este blog, Maleta de Opiniones. Medios como el que menciono (y recomiendo leer) sirven para construir un tejido transversal en el que todos somos útiles. De eso, precisamente, se trata esta columna: de las diferentes formas de lucha en los tiempos que corren.

Algunos luchan desde la huelga de hambre, una medida de presión que puede ser cuestionada pero que esconde un sacrificio que pocos están dispuestos a realizar. Son los primeros en esta “línea de combate” contra una lógica que, nos enseñó que hay chilenos de primera y de segunda según si podemos pagar o no.

Otros están en las tomas, coexistiendo desde hace bastantes semanas ya en la lucha incansable por demandas con sustento firme. Se puede criticar este medio de acción incluso poniéndose en duda a través de encuestas a la comunidad universitaria sobre qué debería hacerse.

A esas personas que están desesperadas por desalojar los edificios: la toma es un medio para hacer notar que estamos movilizados. Si volvemos a clases y se acaba el semestre esto no va a seguir con la misma fuerza que ahora, porque muchos no se interesarán y esto será cubierto por las suaves cenizas del olvido.

Como diría Pilar Sordo, en este país “si no se expresa algo con rabia no existe, si no me enojo no existo”. Esta sociedad que no tolera la risa en extremo ni la pena por largos tiempos (hay que “dar vuelta la página” a una velocidad de banda ancha porque no hay que sufrir y punto) usa como medio para poner sus inquietudes la rabia. Por esta simple razón es que la toma debe seguir: si se acaba este movimiento en la etapa en que está pierde fuerza y unión.

En último caso, aunque usted, opositor, no crea en la democracia que se está practicando (lo que puede ser sustento para no respetar las decisiones que se toman) respete las decisiones simplemente porque nacen desde la mayoría. De no ser así con argumentos sólidos gane las voluntades y corazones de la “otra mayoría” y gane a los que están a favor de las movilizaciones.

Salir a la calle a marchar y hacer sonar las cacerolas en su forma real o virtual es otra forma de contribuir. Ello no sólo demuestra nuevas formas de protestar contra lo que no nos gusta sino que la transversalidad de lo que se solicita a nuestros gobernantes. Tanto en Las Condes como en Punta Arenas se han escuchado los ruidos de una sociedad que hace escuchar sus demandas en cada grieta que se abre al porvenir.

La intelectualidad es un nicho que se explora poco pero que es también un aporte válido. Todos tenemos una explicación sobre lo que pasa y una experiencia de vida que aportar para una discusión que nos compete a todos. Junto a ello, existen personas que simpatizan (o no tanto) con el movimiento estudiantil y que no participan. También son útiles respetando los canales democráticos de discusión. A muchos no les gusta el sistema democrático pero lo respetan. Ni siquiera se les pide que vayan a las tomas, se les pide un mínimo de respeto por gente que trabaja por el bien de todos.

El mito de los encapuchados es más débil que nuestra convicción. Porque en esto se denota el carácter centralista: tomamos como referencia las protestas en Santiago debilitando lo poderoso de las regiones. Si nos dejáramos llevar por lo que se dice actualmente en todas las ciudades debió haber pasado lo mismo que en la capital, lo que sabemos no es así. Si en Santiago las cosas terminaran como en Temuco o Talca las cosas serían diferentes. Si pasara que en Santiago no hubiese ningún incidente otra sería la cara del movimiento estudiantil. Pero como pasa en Santiago...

El mito de perder el año no le puede ganar a lo fuerte de nuestra piel, contemporáneos de un tiempo maravilloso. A los que quieren crear una herida en nuestro cuerpo podríamos preguntarles ¿Destinará tanto dinero el Estado de Chile para ubicarnos en recintos adecuados a todos los que perderíamos el año eventualmente junto con los que entran? ¿Crearán desestabilidad en nuestras comunas obligando a ir a paro dejando a los municipios sin subvención eternamente? ¿Dejará el Gobierno en la quiebra a las universidades impidiendo que una generación completa no entre a la universidad?

La generación de la década del ’10 debe ser agradecida y eternamente cuestionadora de lo que hacen sus gobernantes: agradecida, en el sentido de que si esto hubiese pasado hace un siglo nos hubiesen matado a todos y a esta hora estaríamos estudiando a la fuerza, logro de veinte años de transición y consolidación democrática y un siglo de aprendizaje político; crítica, porque debe revisar constantemente el contrato social que siempre ha tenido.

Esta generación que le da “lata” inscribirse pero le encanta participar del debate debe dar el ejemplo y acercarse a los Registros Electorales a participar. Si no se inscribe, se argumenta, es porque no quiere participar de esta maquinaria. Pero si no se inscribe ¿Cómo quiere que lo llamen para votar en el eventual plebiscito por la nueva Constitución o en el sistema educacional? Si quiere sacar de sus puestos a quienes gobierna, ¿Cómo lo va a hacer si es el único conducto que existe?

¿Se va a quedar mascullando argumentos en contra toda la vida sin ejercer su voto, el que se ganó con la sangre y la represión que sufrieron nuestros padres diciendo “No”? ¿Qué más le cuesta hacer una fila de una hora para, por último, hacer una raya en un papel? ¿Qué más le cuesta votar por una preferencia, aunque no le guste mucho, para no botarlo a la basura? Le aseguro que ese papel es más poderoso que sus argumentos que, si bien pueden ser válidos, no los van a escuchar de no estar dentro de esa maquinaria. No todos los políticos son malos: también hay gente buena, honesta, responsable y trabajadora. Siempre hay uno en su comuna (y no me diga que no porque sabe que existen, pero algunos por mantener el orgullo...) Y si no le gusta nadie busque los medios y postúlese usted.

Necesitaba hacer este paréntesis para poner de manifiesto que no sirve de nada tener esta comunidad tan hermosa y unida, este tejido más fuerte que el acero si no lo transformamos en acciones concretas. Porque si hacemos que este movimiento siga así con sus variadas formas de lucha como lo he mencionado acá podremos lograr grandes cosas podremos darle continuidad histórica y no dejarlo como algo similar a lo que pasó el 2 de abril de 1957: olvidado.

Porque esta escena histórica nos servirá de escuela para aprender que el contrato social con nuestras autoridades debe ser revisado urgentemente y plasmado nuevamente en la transformación del sistema educacional y la firma de una nueva Constitución y para motivar a quienes no les gusta lo que ven unan sus voces en un coro mágico para que esa raya en ese papel sea el inicio de los cambios que se necesitan.

Porque el Chile mejor para nuestros hijos y nietos es posible, porque el Chile del 2030, en el que probablemente ejerceremos nuestras profesiones será fruto del borrador que estamos escribiendo hoy. Porque, contemporáneos de este momento histórico, no podemos perder este tejido que hemos construido. Ya sea desde la huelga de hambre, desde la toma, desde la calle o desde la intelectualidad.

¡Viva la generación del ’10! ¡Viva la Primavera chilena! ¡Viva el alma de Chile!

21 agosto, 2011

Propuesta para la nueva Constitución: reforma ministerial.

Chile se encuentra en una encrucijada histórica. Los ciudadanos de nuestro país están revisando el contrato social que siempre tuvieron en sus manos pero que ha sido impuesto en reiteradas ocasiones desde la organización de su Estado. No sólo se ha planteado un gran debate nacional por el financiamiento del sistema educacional sino que se ha propuesto la redacción de una nueva Constitución.

Pero este debate no sólo se debe hacer mirando la forma en que se hará, entendiéndose por ello llamar a una Asamblea Constituyente que la redacte, sino que nazca desde nosotros tomar la iniciativa y hacer propuestas desde ya para una nueva Carta Magna. Algo así como la fotografía que acompaña esta columna.

En estas breves líneas no sólo pretendo demostrar que la lógica o’higginista-portaliana no ha desaparecido de nuestra administración pública, siendo la base del aparato burocrático por casi dos siglos; además de plantear que en la discusión de una nueva Constitución es necesario el debate sobre una reforma ministerial (a pesar de que debe ser fijada por una ley complementaria). Chile tiene 22 Ministerios y estamos cerca de ver el Ministerio de la Pera.

Es por ello que el siguiente texto puede ser un poco monótono y reiterativo en su redacción, pero vale la pena ser leído para que a la hora de la discusión tengamos sustento para transformar un modelo que nunca se transformó del todo, sino que se modificó constantemente sin alterar su esencia.

Bases Históricas. El modelo o’higginista-portaliano reforzado por la Constitución de 1980.

El proceso de Independencia está en pleno desarrollo y los “exaltados” comienzan a ganar terreno. Según las normas nacionales a estos personeros se les denominó “Secretarios de Estado” siguiendo el modelo norteamericano que influenció en la época carrerina (1812 - 1814) En él existían dos Secretarios: “Negocios del Reino” y ·Correspondencias de Fuera”, haciendo hincapié en las relaciones exteriores y el financiamiento del gobierno, los temas más urgentes por resolver.

Entre 1818 y 1833 (lo que podríamos denominar “era o’higginista” y “pre-conservadora”) existieron los Ministerios de Gobierno y Relaciones Exteriores (para articular la unión entre territorios), Hacienda (para financiar el Estado) y de Guerra y Marina (por la lógica amenaza constante de conflicto). Aquí se fijan los tres pilares fundacionales del Estado que conocemos: la administración para fijar las normas de gobierno nacional, unitario y centralista; la parte que vela por su financiamiento y la sección encargada de la defensa territorial.

Tres años demoró la Gran Convención en reformar la Carta Magna de 1828. Portales fue el articulador de un nuevo cuerpo legal que permitió la formación de los Ministerios de Interior y Relaciones Exteriores, Guerra y Marina, Hacienda y Culto e Instrucción Pública; para agregarse las áreas de Colonización, Justicia, Industria y Obras Públicas.

Entre 1925 y 1980 se agregan nuevas carteras a las anteriores, suprimiéndose las áreas de Culto e Industria (la primera por separarse la Iglesia del Estado y la segunda por incorporarse a otro Ministerio). A los anteriores podemos agregar la preocupación por nuevas áreas del desarrollo nacional a través de la instauración de los Ministerios de Economía, Fomento y Reconstrucción; Planificación y Cooperación; Educación Pública; Trabajo y Previsión Social; Salud Pública; Vivienda y Urbanismo; Agricultura, Industria y Colonización; Minería; Transportes y Telecomunicaciones; y Tierras y Colonización.

Tras la vigencia de la Constitución de 1980 se agregaron las carteras de Secretaría General de la Presidencia (para seguir proyectos de Ley y hacer más fluidas las relaciones con el Congreso); Secretaría General de Gobierno (encargada principalmente de la vocería); Minería; Energía; Medioambiente; Servicio Nacional de la Mujer y Consejo Nacional de la Cultura y las Artes.

La reforma necesaria: reestructuración ministerial.

Este artículo nace de la base de que el Estado fue una imposición de las élites del siglo XIX para poder realizar su proyecto histórico como lo señalara, entre otros, el profesor Jorge Pinto Rodríguez en sus diversos escritos. Sin embargo, la estructura que formaron los grupos de poder se consolidó y se instauró a lo largo de nuestra historia. Es decir, a la estructura original se le agregaron nuevas áreas de atención de acuerdo a las nuevas necesidades que fue adquiriendo Chile en el tiempo.

Portales era partidario de una administración en exceso concentrada; Balmaceda le agregó el componente de la preocupación por la inversión de las rentas del salitre; Alessandri sumó a este desarrollo la separación de la Iglesia; Ibáñez en sus ansias de formar el “nuevo Chile” siguiendo el modelo corporativista de Mussolini tomó las banderas de un Estado protector.

Frei Montalva agregó áreas como la agricultura y la vivienda a sus preocupaciones (cabe destacar el proyecto de ley de Allende de crear un Ministerio de la Familia); Pinochet apostó por agregar un área comunicacional fuerte; la Concertación se preocupó de las nuevas relaciones con el Parlamento y agregar nuevas áreas de preocupación estatal acorde a los tiempos como la minería, la mujer o el desarrollo cultural.

Venezuela hila muy fino en cuanto al aparato burocrático estatal, aumentando de forma muy considerable a 30 ministerios; Chile tiene 22, a diferencia de países como España o Estados Unidos que poseen 15. Es por ello que deberíamos establecer en la discusión de la Nueva Constitución una transformación progresiva del aparato estatal para reducir el número de ministerios y preocuparnos de una administración estatal más eficiente y eficaz.

Porque no es importante cuántos ministros tengamos para premiar en caso de ganar la elección, sino cuántas unidades intermedias (subsecretarías) se preocuparán de las áreas claves del desarrollo económico, social y cultural del país. Chile debe apostar por actualizar su aparato estatal a los tiempos que corren rompiendo con la lógica de repetir y adaptar la Constitución anterior.

Así como propuse en su minuto una reforma a la regionalización a través de la creación de las Regiones de El Loa, Ñuble, Arauco y Las Islas (con provincias y ciudades inclusive), en esta ocasión hago la propuesta de una reforma ministerial. He aquí el borrador ordenado por orden jerárquico.

· Ministerio del Interior. En éste deberían estar contenidas las subsecretarías de la Presidencia (para seguir los proyectos de ley ingresados) y de Gobierno (con un subsecretario encargado de la vocería).

· Relaciones Exteriores. A ella debería agregarse una Subsecretaría de Cooperación con vínculos regionales y mundiales, que salga de lo económico y se dedique a otras áreas como la de intercambio cultural y social.

· Defensa Nacional.

· Finanzas Nacionales. Fundir los ministerios de Economía y Hacienda en un solo organismo que vigile esta área del desarrollo nacional.

· Desarrollo Social. Al proyecto existente deberían agregarse otros aspectos que lo harían más integral, como Subsecretarías de Deporte, Infancia, Juventud, Tercera Edad y Protección al Consumidor; lo que haría de éste un Ministerio realmente preocupado del desarrollo íntegro de la sociedad.

· Educación, Cultura y las Artes.

· Justicia y Seguridad Pública. Al igual que el anterior, unificar ministerios con criterios comunes para quitar algo de burocracia. El agregar la Seguridad Pública a Interior fue más un gesto de elevar la preocupación del gobierno por este tema que unirlo con un área común como la justicia.

· Trabajo y Previsión Social.

· Obras Públicas.

· Salud.

· Vivienda y Desarrollo Urbano. Como en varios países, hay que hacer más integral este ministerio, agregando Subsecretarías de Bienes Nacionales, Vivienda, Desarrollo Urbano, Ordenamiento y Planificación Territorial, Transporte y Telecomunicaciones.

· Recursos Naturales. Aunar esfuerzos para reunir en una Cartera Subsecretarías como Minería, Energía, Pesca y Ganadería.

· Industria, Fomento y Reconstrucción. Como se hizo en 1939, elevar el área de la reconstrucción incluso al rango de nombre de Ministerio. Agregar a esto las Subsecretarías de Industria, Fomento, Desarrollo Agrícola y Planificación y Desarrollo Forestal.

· Medioambiente, Aguas y Protección de la Naturaleza. El segundo punto será fundamental en los próximos años y Chile tiene un recurso estratégico para las décadas venideras. Sería una innovación a nivel mundial poner la protección de las aguas en rango ministerial.

· Pueblos Originarios. Chile nunca ha tenido un Ministerio que se haga cargo del asunto y ya es tiempo de crear uno que se haga cargo de sus problemas, necesidades y desarrollo integral.

· Mujer e Igualdad de Género. Aumentar sus facultades y áreas de interés, enfatizando la segunda parte.

· Desarrollo Regional. Si bien existe una subsecretaría dependiente del Ministerio del Interior, sin las regiones Chile no existiría. Por ello debería escogerse un Ministro que no sea de Santiago y que se dedique especialmente al desarrollo regional.

Con una reforma que reduce 22 a 17 Ministerios, dejo abierto el debate.

15 agosto, 2011

José Victorino Lastarria: "la difusión de las luces".


José Victorino Lastarria (1817 - 1888) debe ser uno de esos personajes históricos que le da nombre a una institución o a una calle, pero del cual poco o nada se habla. Nacido en plena Reconquista española fue testigo de cómo Chile fue dando forma a su Estado. Estudiante del Instituto Nacional fue geógrafo y abogado, fundador de la Sociedad Literaria de 1842 y de la Sociedad de la Igualdad, escritor de diversas novelas en donde denuncia la realidad social. Se opuso, durante su legislatura, a diversos proyectos trascendentales para el país como el de Ocupación de la Araucanía, cuando todos estaban de acuerdo.

Estamos en la legislatura de los años 1843 a 1849. Se discute la Ley de Instrucción Primaria, una de las leyes más importantes ya que daba forma al sistema educacional al país en formación. El Diputado Lastarria deja de manifiesto su pensamiento educativo en los diversos discursos con motivo de la discusión de este cuerpo legal.

Lastarria era de los que pensaba que el Estado era quien debía sostener la educación pública y no las municipalidades. Sus opositores querían una educación lo más alejada de la tutela del Estado y en manos de la localidad, pensando que debía copiarse el modelo estadounidense. ¿Novedad? En Chile era impracticable, pues el país no poseía población concentrada en ciudades y se encontraba condiciones de miseria. Es por ello que el proponía mejorar la situación integral del país antes de traspasar esta responsabilidad a las municipalidades.

Presentó uno de los primeros proyectos al respecto, en el cual se señalaba que tanto hombres como mujeres podían recibir educación primaria gratuita. La escuela superior debía también ser de acceso universal y sin costo siempre que los fondos pudieran sustentarlas.

Y aquí viene lo sorprendente: el trato que recibían los profesores. A pesar de que bajo ciertos requisitos se podía trabajar a partir de los 16 años y debían dedicarse exclusivamente al ejercicio docente (es decir, quedaban exentos de incorporarse al Ejército u otros cargos). Además se les entregaba un lugar para vivir y educar a sus estudiantes de forma gratuita, así como un sueldo fijo anual considerable.

A los ocho años de servicio se les otorgaría una medalla de honor trabajada en oro que dijera “Premio a la constancia por la difusión de las luces”, “La nación a...”. El director de colegio con dieciséis años en sus funciones gozaría de por vida automáticamente de una jubilación de por vida de la mitad del mejor sueldo que hubiese ganado.

Sus opositores ya en esa época se quejaban de que se reubicaban fondos de otras partes para educación (algo así como el GANE). Miguel Piñero, columnista del conservador periódico El Mercurio de Valparaíso, señalaba que:

“Nosotros no creemos en la necesidad de que la instrucción primaria tenga fondos especiales (...) El deudor es uno y la caja debe ser una también y hasta ridícula nos parece toda medida que interrumpa la consolidación de la deuda. Esto es muy claro y muy sencillo; y eso de destinar tales fondos para esto y cuáles entradas para aquello no sirve sino para complicar la marcha de la administración”.

Esto quiere decir, en pocas palabras, que lo más importante es pagar la deuda que tiene el Estado con sus acreedores y continuar en la situación de atraso de los hijos más pobres de este país. La educación no sería importante, total, los hijos de las élites pueden educarse sin problemas. Lastarria abogaba por la educación para todos.

El proyecto de Lastarria fue fuertemente criticado no sólo por lo anterior, sino que la propuesta conservadora fue hacer que la gente con su renta pusiera un impuesto especial. Nuestro autor criticó duramente este nuevo aspecto ya que era injusto gravar con más cargas tributarias a la masa de la población que estaba llena de problemas y en condiciones de vida paupérrimas. Decía que “La educación primaria en Chile tiene por enemigos, en primer lugar, la pobreza; en segundo, la incuria de las familias; en tercero, lo diseminado de la población”.

Pero su pensamiento político se caracterizaba, por sobre todo, por estar conectado a las más profundas necesidades de su tiempo. Se pretendía en la nueva propuesta hacer que los padres enviaran obligatoriamente a los hijos a las escuelas en condiciones cien veces más difíciles que ahora. ¿Se imagina trabajando en el campo para sobrevivir, viviendo en una choza con piso de tierra sin saber si comerá mañana, con una distancia al colegio de diez kilómetros? Al respecto, pensaba:

“¿Cómo podríamos determinar en el proyecto que los padres mandasen a sus hijos a la escuela? ¿Cómo hacer efectiva esta determinación? El campesino prefiere primero que su hijo le ayude en las faenas de su industria antes que permitir vaya a andar dos o tres leguas para llegar a la escuela y ocupar todo el día en ella”.

Como he señalado reiteradamente, Lastarria era un convencido que la educación pública y gratuita era un anhelo que debía hacerse efectivo. En todos sus discursos se basó en fundamentos históricos como el que viene a continuación:

"Que la instrucción primaria debe ser gratuita lo sabemos todos: desde nuestra independencia se ha sancionado esa declaración; los ciudadanos chilenos han reputado como una herejía la idea de que la instrucción primaria pudiese ser retribuida" (pagada).

La segunda cuestión está en saber quién debe dirigir la instrucción primaria. ¿No la han resuelto ya los artículos 153 y 155 de la Constitución colocándola bajo la inmediata dirección del Estado? ¿La teoría no ha dicho y las leyes de todos los países no han declarado que la instrucción primaria debe estar bajo la inspección del Estado?

Nuestros contemporáneos discuten sobre las diversas alternativas para financiar el sistema educacional. La pregunta que se le debe hacer a nuestros gobernantes parece que la tuviera José Victorino Lastarria:

¿Qué nuevas circunstancias han aparecido hoy que nos autoricen a declarar que el Estado no tiene fondos para cumplir este deber como ha cumplido hasta ahora?

Para finalizar, les dejo este párrafo que puede servir de fundamento histórico para resolver muchas de las inquietudes que en nuestro tiempo tenemos.

¿Pues acaso no se ha reconocido siempre que la primera de las necesidades es la educación? El Estado debe proveer a esa necesidad como provee a las demás. Si esas son necesidades sociales (fuerzas armadas, educación), y si también lo es la instrucción primaria, ¿Por qué no se colocan todas en una misma relación? ¿Por qué no se reconoce el principio de que el Estado debe proveer a todas ellas? Si no le alcanzan los recursos, disminúyanse los gastos de lujo que se hace, los gastos que no son de primer orden”.

Dejo abierto el debate.

Tomado de: Moción sobre arreglo de la Instrucción Primaria presentada a la Cámara de Diputados en sesión de 18 de agosto de 1843. Disponible en http://www.memoriachilena.cl/temas/documento_detalle.asp?id=MC0003413

12 agosto, 2011

Nosotros, los hijos de Pinochet el visionario.


“Algunas obras del Gobierno Militar:

Constitución de 1980, Regionalización, edificio del Congreso Nacional, Carretera Longitudinal Austral (“Presidente Augusto Pinochet Ugarte”), Ley Orgánica Constitucional de Enseñanza, Ley Antiterrorista, Consejo de Defensa del Estado, Código del Trabajo, Plan Laboral, Sistema Previsional, Beca Presidente de la República”.

(Fuente: Blog de la Fundación Pinochet. http://fundacionpinochet.blogspot.com/2007/01/algunas-obras-del-gobierno-militar_14.html).

Hoy quiero referirme a un tema que no nos es indiferente. El legado de Augusto Pinochet Ugarte hoy nos pesa sin darnos cuenta, sigue vivo. Porque hoy, nos guste o no, vivimos como los hijos de Pinochet, en la gran casa que el armó como él quería, para la gran familia chilena.

Después de un primer período en que había que instalar el gobierno viene la época en que hay que elaborar un plan para conducir el país que recién se recibía. Y para ello no tenían un plazo definido sino metas que cumplir. El tiempo estaba a favor por lo que se podía emprender un plan maestro para cambiar todo lo existente del gobierno anterior y transformarlo. Había que darle legitimidad al asunto, y es por ello que es declarado en etapas sucesivas Presidente de la Junta de Gobierno, Jefe Supremo de la Nación y, por la Corte Suprema, Presidente de la República.

Al verse con metas y no con la presión de los tiempos contrató a un grupo de asesores para que fueran a estudiar donde estuviera lo mejor. Y así llegaron a la conclusión de que el mundo caminaba hacia la Economía Social de Mercado, que al Estado había que liberarlo en su carga y desprenderse de todas sus empresas menos las estratégicas; que los Municipios debían hacerse cargo de la educación; que los privados administran mejor la salud; en fin, entre muchos otros considerandos que lo privado es mejor que lo público en todo aspecto.

Se nos enseñó un nuevo concepto de libertad. Un viejo chiste dice que las libertades son tres “libertad de comercio, libertad de mercado y libertad de empresa”. Es decir, somos libres para poder tener más por sobre el ser más, adquirirlo todo y tener el deber de ser rico. No importa si caminamos cuadras y cuadras para encontrar el zapato más barato, cada empresa es libre de poner el precio que quiera. No lo culpo de inventar el sistema, sólo de los errores de su implementación. Algo así como lo que dicen de Lagos con el Transantiago pero algunos años antes.

Se nos enseñó que existen chilenos de primera y chilenos de segunda clase. Es decir, como en este país la libertad de empresa es la premisa la salud, la educación y la vivienda pueden ser manejadas por privados. Los chilenos de primera, es decir, los que tienen cierto grado de poder adquisitivo, tienen todo el derecho a escoger donde quieren atenderse con sus recursos. No hay para qué fortalecer lo público, donde podemos mezclarnos todos. Hagamos que en lo privado se seleccione para avanzar mejor. Que lo público se haga cargo de los “cachos” que los privados olvidaron.

Se nos enseñó que lo privado es mejor que lo público, por lo tanto mientras más privado sea, mejor. Como en lo estatal siempre hay que hacer filas y hay que esperar una eternidad por la burocracia lo privado es más rápido. Aunque no sea cierto, lo estatal siempre tiene pérdidas. Lo importante es que a la gente se le meta en el inconsciente que así funcionan las cosas y está bien.

Se nos enseñó que la democracia es un sistema que hay que cuidar y que los “señores políticos” la echaron a perder llevándola al caos. Por eso, ¿Qué mejor que diseñar una Constitución ideal para protegerla después de que se fuera del poder? Aprobada sin registros ni padrón electoral, observadores internacionales o campaña opositora (un mes tuvo la oposición para leerla, criticarla y armar un discurso sin publicidad en los medios), la idea era garantizar que fueran sólo dos alianzas las que gobernarán el país y no los partidos minúsculos de antes, que prácticamente el 75% del Parlamento esté de acuerdo en modificar lo estructural y un porcentaje menor lo accesorio. Es decir, todo para que no se le ocurra a los marxistas deshacer el camino andado.

Se nos enseñó que hablar de política es malo y la gente aprendió que de eso se conversa bajito para que nadie escuche porque puede ser peligroso. Porque, para él, la política y los “señores políticos” destruyeron a este hermoso país. Mientras menos se participe, mientras más alejado se esté de ciertos temas mejor es porque no se molesta a nadie. Una costumbre que en muchas mesas de Chile aún queda.

A Augusto Pinochet, nos guste o no, se le debe reconocer una característica: fue el hombre más visionario y adelantado a su época del Chile Contemporáneo. Porque bajo su mando se asesoró tan bien y dejó el país tan amarrado a su visión que hoy los hijos no sabemos cómo cambiarlo. Y para que se destrabe a nivel político deberían existir acuerdos tan transversales y tan únicos en circunstancias tan particulares que es casi imposible modificar esta realidad.

Por eso no sólo está en riesgo de caer “la educación de Pinochet” sino que, también, un montón de cosas incluidas dentro de esta lógica. El proceso constitucional que se está pidiendo a gritos rompería con una de las lógicas más poderosas de la historia de Chile y de una instalación tan arraigada y de forma tan implícita que chocaría transformarla.

¿A qué quiero llegar con todos estos argumentos? Hay cosas que, evidentemente, no se pueden cambiar y, siendo muy realistas (no derrotistas) no podemos transformarlo todo, porque en algunos casos sería expropiatorio. Sin embargo, sin destruir el Estado ni cosas por el estilo, podemos empoderarnos de la situación actual y seguir presionando por los objetivos centrales de este asunto: la Constitución y el sistema educativo. Por ello es necesario cambiar esto de raíz.

Dejo abierto el debate.

10 agosto, 2011

La Concertación ha muerto.

El título de esta columna seguramente le ha llamado la atención. Le pido sólo esta vez que continúe leyendo y que se fije bien en los argumentos que se expondrán a continuación para no caer en juicios apresurados basados en el nombre de este rincón de opinión.

La Concertación ha sido, como he mencionado, la alianza política más duradera de la historia nacional. Más que el Frente Popular (1937 - 1941; 4 años), la Alianza Democrática (1942 - 1947; 5 años) o el Frente de Acción Popular (1956 - 1969; 13 años), entre otros de menor existencia. Ha recibido porcentajes de votación históricos (dos de ellos con 55% y 57% de las votaciones) y niveles de aprobación que superan largamente la barrera del 50%.

Podemos mencionar largamente las políticas emprendidas durante sus veinte años, pero se pueden mencionar las obras principales. Con Patricio Aylwin se emprendieron las primeras tareas para reconciliar a nuestro país, a través del esclarecimiento de los crímenes cometidos en Dictadura a través de la comisión Rettig. Un crecimiento económico del 7% se acentuó un punto con Eduardo Frei, quién además firmó TLC’s con diversas plataformas comerciales y puso en marcha la Reforma Procesal Penal.

A este anterior “período democratacristiano” que fijó las bases del desarrollo económico chileno le siguió un período de dos gobiernos de centro-izquierda que fijaron las grandes líneas del desarrollo social. Con Ricardo Lagos se lograron políticas como la notable reducción del desempleo y la simbólica pero potente señal de abrir las puertas de La Moneda a toda persona que quisiera conocer el lugar. La Ley de Matrimonio Civil se complementó con políticas que se consolidaron en el gobierno de Michelle Bachelet, con planes como el AUGE, “Chile Solidario”, “Chile Barrio” “Chile Crece Contigo”, “Chile Solidario”, “Puente”, entrega de bonos; y la reforma al sistema previsional en conjunto con un sistema de protección social de base desde la cuna hasta la vejez.

Peco de mencionar sólo lo bueno, es cierto, pero la televisión, la radio y la presa escrita ya han hecho bastante con respecto a crear el “mito negro” de la Concertación. Si usted quiere información sobre la “justicia en la medida de lo posible” o que “en ese gobierno se lo robaron todo” busque información en otra parte. De seguro ya se la sabe.

Es claro: como ciudadanos buscamos el gobierno perfecto, pero debemos ser realistas: ninguno lo será. Todos van a emprender políticas que no nos gusten, lo que no significa no reclamar por lo que es justo. Lo que sí hay que decir es que aunque ningún sistema es perfecto la gente sabe con quién puede lograr cosas y con quién no. El que le diga que el país va a andar bien o que va a llegar con un equipo de personas que ni siquiera comen por atenderlo a usted de forma eficiente NO EXISTE. Piñera se lo ha demostrado de sobra.

El “mito negro” no fue solamente obra de la prensa sino que se fue construyendo solo a través de estas dos décadas. Partió con las escisiones de los partidos Comunista y Humanista debido a las diferencias existentes con la nueva coalición. A ello se le sumó la construcción del mito de las “dos almas” en la agenda valórica, obviando la atención en los acuerdos que siempre existieron.

Lavín ayudó otro poco con la creencia de que el país estaba a las puertas del caos por la delincuencia y, siendo él Longko en Toltén, minero en Chuquicamata y un parroquiano de las ollas comunes de los campamentos construyó un discurso que le valió el apoyo de casi la mitad del país electoral.

En la primera década del 2000 los medios le hicieron creer a la gente que TODOS los miembros del gobierno robaban y se hacían ricos robando. Agreguemos a ello “falta de liderazgo” de Bachelet y la “revolución pingüina”, el mal funcionamiento del sistema de transporte de SANTIAGO, NO DE CHILE junto al nuevo mito de que “la Presidenta es la buena y todos los demás de la política son viejos y sin renovación”.

Los “díscolos” avisaron a tiempo, antes de las elecciones: uno a uno fueron dejando a una coalición que a la par con las obras hechas traicionó a muchos de los firmantes del contrato original. Entre quedarse a ver el fin del edificio y armar una casa chica pero con libertad para actuar, prefirieron irse.

Es por ello que hoy les digo: Señores, la Concertación ha muerto. No murió porque fuera mala o porque no tuviera líderes, sino porque ellos mismos se mataron por la falta de renovación y el constante cuestionamiento de la pérdida del poder.

Se murió porque su representatividad e identificación hoy está rondando el fantasma del 20%, la tercera parte de la votación de Eduardo Frei en 1994 y menos de la mitad de la del Plebiscito del ’89. En fin, la Concertación ya cumplió su ciclo: un ciclo que instauró el crecimiento económico y las reformas sociales para los sectores más vulnerables.

Como simple ciudadano de la República de Chile, observador del acontecer político como muchos, creo que deberían convocar a todo el que quisiera a refundar la Concertación. Copiémosle a la Alianza, hagamos como ellos. ¿Se han fijado que ellos tomaron todos los baluartes y errores del anterior gobierno y los hicieron suyos con colores y música alegre?

Hagamos lo mismo, repitamos el ciclo del ‘89: entre TODOS los que quieran participar, desde las agrupaciones del Juntos Podemos hasta el PRI constryuamos un nuevo pacto electoral con base en las demandas de sus militantes. Olvidemos, por un rato, las diferencias y las peleas anteriores y unámonos por Chile. Porque la Coalición no lo hace bien y peor está el Presidente. Porque nos merecemos todos un mejor gobierno.

Pongámonos de acuerdo en metas comunes de corto plazo como:

  • Grupos de trabajo incluso a nivel de sectores de comunas en todos los temas, desde aborto hasta matrimonio igualitario, medioambiente, salud, educación y otros. Con nombres esperanzadores como "Futuro" o "Porvenir".
  • Votaciones y plebiscitos internos virtuales y presenciales para definir un único plan de gobierno, pero con compromisos firmados de cumplimiento en caso de elección.
  • Buscar un Parlamento para nuestra nueva coalición y definición en primarias abiertas al candidato o candidata que nos representará.
  • Un candidato por colectividad para definir al líder único en un debate televisado y PRIMARIAS NACIONALES.

Hagamos que la gente vuelva a hablar del tema y se apasione pensando en lo mejor para Chile. Aprovechemos que hay miles de personas que están descontentas: preguntémos qué quieren sin perder la humildad. Busquemos nuevos líderes de opinión que aporten con ideas frescas y aceptémoslas cuando sean necesarias. Imaginemos el país del 2030 o del 2050. En la gente están las respuestas y sólo en la gente se encuentra la verdad.

Sí, la Concertación ha muerto. Pero ha muerto para dar paso a un nuevo pacto que, con quienes perdure, con los partidos y personas que siga más allá del 2014, será el líder del mañana. Porque si seguimos esta línea estamos a las puertas del renacer de la alegría, del mañana, del futuro. Porque si nos empoderamos de la realidad y creamos propuestas para llegar a La Moneda de seguro si son fuertes nos haremos un espacio tan grande que llegaremos otra vez al poder.

Para que el 2014 lleguemos con frases como “Piensa positivo, piensa “.........” 2014” o “Unión por Chile: por el futuro, por el mañana, y por ti”.