Antes de comenzar quisiera agradecer las decenas de muestras de cariño tras la publicación de las anteriores columnas en diversos periódicos electrónicos y, especialmente, la revista "Ufro en Toma"; así por los comentarios hechos en este blog, Maleta de Opiniones. Medios como el que menciono (y recomiendo leer) sirven para construir un tejido transversal en el que todos somos útiles. De eso, precisamente, se trata esta columna: de las diferentes formas de lucha en los tiempos que corren.
Algunos luchan desde la huelga de hambre, una medida de presión que puede ser cuestionada pero que esconde un sacrificio que pocos están dispuestos a realizar. Son los primeros en esta “línea de combate” contra una lógica que, nos enseñó que hay chilenos de primera y de segunda según si podemos pagar o no.
Otros están en las tomas, coexistiendo desde hace bastantes semanas ya en la lucha incansable por demandas con sustento firme. Se puede criticar este medio de acción incluso poniéndose en duda a través de encuestas a la comunidad universitaria sobre qué debería hacerse.
A esas personas que están desesperadas por desalojar los edificios: la toma es un medio para hacer notar que estamos movilizados. Si volvemos a clases y se acaba el semestre esto no va a seguir con la misma fuerza que ahora, porque muchos no se interesarán y esto será cubierto por las suaves cenizas del olvido.
Como diría Pilar Sordo, en este país “si no se expresa algo con rabia no existe, si no me enojo no existo”. Esta sociedad que no tolera la risa en extremo ni la pena por largos tiempos (hay que “dar vuelta la página” a una velocidad de banda ancha porque no hay que sufrir y punto) usa como medio para poner sus inquietudes la rabia. Por esta simple razón es que la toma debe seguir: si se acaba este movimiento en la etapa en que está pierde fuerza y unión.
En último caso, aunque usted, opositor, no crea en la democracia que se está practicando (lo que puede ser sustento para no respetar las decisiones que se toman) respete las decisiones simplemente porque nacen desde la mayoría. De no ser así con argumentos sólidos gane las voluntades y corazones de la “otra mayoría” y gane a los que están a favor de las movilizaciones.
Salir a la calle a marchar y hacer sonar las cacerolas en su forma real o virtual es otra forma de contribuir. Ello no sólo demuestra nuevas formas de protestar contra lo que no nos gusta sino que la transversalidad de lo que se solicita a nuestros gobernantes. Tanto en Las Condes como en Punta Arenas se han escuchado los ruidos de una sociedad que hace escuchar sus demandas en cada grieta que se abre al porvenir.
La intelectualidad es un nicho que se explora poco pero que es también un aporte válido. Todos tenemos una explicación sobre lo que pasa y una experiencia de vida que aportar para una discusión que nos compete a todos. Junto a ello, existen personas que simpatizan (o no tanto) con el movimiento estudiantil y que no participan. También son útiles respetando los canales democráticos de discusión. A muchos no les gusta el sistema democrático pero lo respetan. Ni siquiera se les pide que vayan a las tomas, se les pide un mínimo de respeto por gente que trabaja por el bien de todos.
El mito de los encapuchados es más débil que nuestra convicción. Porque en esto se denota el carácter centralista: tomamos como referencia las protestas en Santiago debilitando lo poderoso de las regiones. Si nos dejáramos llevar por lo que se dice actualmente en todas las ciudades debió haber pasado lo mismo que en la capital, lo que sabemos no es así. Si en Santiago las cosas terminaran como en Temuco o Talca las cosas serían diferentes. Si pasara que en Santiago no hubiese ningún incidente otra sería la cara del movimiento estudiantil. Pero como pasa en Santiago...
El mito de perder el año no le puede ganar a lo fuerte de nuestra piel, contemporáneos de un tiempo maravilloso. A los que quieren crear una herida en nuestro cuerpo podríamos preguntarles ¿Destinará tanto dinero el Estado de Chile para ubicarnos en recintos adecuados a todos los que perderíamos el año eventualmente junto con los que entran? ¿Crearán desestabilidad en nuestras comunas obligando a ir a paro dejando a los municipios sin subvención eternamente? ¿Dejará el Gobierno en la quiebra a las universidades impidiendo que una generación completa no entre a la universidad?
La generación de la década del ’10 debe ser agradecida y eternamente cuestionadora de lo que hacen sus gobernantes: agradecida, en el sentido de que si esto hubiese pasado hace un siglo nos hubiesen matado a todos y a esta hora estaríamos estudiando a la fuerza, logro de veinte años de transición y consolidación democrática y un siglo de aprendizaje político; crítica, porque debe revisar constantemente el contrato social que siempre ha tenido.
Esta generación que le da “lata” inscribirse pero le encanta participar del debate debe dar el ejemplo y acercarse a los Registros Electorales a participar. Si no se inscribe, se argumenta, es porque no quiere participar de esta maquinaria. Pero si no se inscribe ¿Cómo quiere que lo llamen para votar en el eventual plebiscito por la nueva Constitución o en el sistema educacional? Si quiere sacar de sus puestos a quienes gobierna, ¿Cómo lo va a hacer si es el único conducto que existe?
¿Se va a quedar mascullando argumentos en contra toda la vida sin ejercer su voto, el que se ganó con la sangre y la represión que sufrieron nuestros padres diciendo “No”? ¿Qué más le cuesta hacer una fila de una hora para, por último, hacer una raya en un papel? ¿Qué más le cuesta votar por una preferencia, aunque no le guste mucho, para no botarlo a la basura? Le aseguro que ese papel es más poderoso que sus argumentos que, si bien pueden ser válidos, no los van a escuchar de no estar dentro de esa maquinaria. No todos los políticos son malos: también hay gente buena, honesta, responsable y trabajadora. Siempre hay uno en su comuna (y no me diga que no porque sabe que existen, pero algunos por mantener el orgullo...) Y si no le gusta nadie busque los medios y postúlese usted.
Necesitaba hacer este paréntesis para poner de manifiesto que no sirve de nada tener esta comunidad tan hermosa y unida, este tejido más fuerte que el acero si no lo transformamos en acciones concretas. Porque si hacemos que este movimiento siga así con sus variadas formas de lucha como lo he mencionado acá podremos lograr grandes cosas podremos darle continuidad histórica y no dejarlo como algo similar a lo que pasó el 2 de abril de 1957: olvidado.
Porque esta escena histórica nos servirá de escuela para aprender que el contrato social con nuestras autoridades debe ser revisado urgentemente y plasmado nuevamente en la transformación del sistema educacional y la firma de una nueva Constitución y para motivar a quienes no les gusta lo que ven unan sus voces en un coro mágico para que esa raya en ese papel sea el inicio de los cambios que se necesitan.
Porque el Chile mejor para nuestros hijos y nietos es posible, porque el Chile del 2030, en el que probablemente ejerceremos nuestras profesiones será fruto del borrador que estamos escribiendo hoy. Porque, contemporáneos de este momento histórico, no podemos perder este tejido que hemos construido. Ya sea desde la huelga de hambre, desde la toma, desde la calle o desde la intelectualidad.
¡Viva la generación del ’10! ¡Viva la Primavera chilena! ¡Viva el alma de Chile!
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