Dos personas se presentan a un trabajo. La primera con un ostentoso apellido europeo oriental, la segunda con un apellido mapuche. Ambos tienen el mismo grado académico, estudios y algunos trabajos previos. Viven más o menos cerca con familias parecidas. Andan vestidos más o menos igual y tienen un muy buen vocabulario los dos. Ninguno tiene caries ni se les salió un botón del terno. Pasan a ver los resultados. Quedó el de apellido europeo. La excusa: ninguna. Había que tratar con un público de clase alta y el apellido mapuche no sólo era mal visto sino que daba mala espina.
¿Sorpresa? No, ninguna. Es más común de lo que cree. Llevar el apellido mapuche para muchas personas es sinónimo de exclusión y de falta de oportunidades, de certificarlo ante la CONADI para recibir una beca, de ser “pariente de los que queman camiones”. Porque llevar el apellido mapuche para mucha gente en Chile es sinónimo de tirar piedras.
Aunque también haya personas que se sienten orgullosos de llevarlo (y otras con una envidia sana de no tenerlo aunque les encantaría) hay un montón inconmensurable de gente chilena que le da vergüenza o no le interesa ni siquiera saber lo que significa. ¿Se imagina que el apellido que tiene en este momento en su carné puede ser el reflejo de algún linaje en el Wallmapu, en el país mapuche?
Sí, país mapuche. Porque Chile tiene que partir de la base que el territorio que hoy es ocupado por las provincias de Arauco, Biobío, Malleco, Cautín, Valdivia y Osorno fueron siempre un territorio con autodeterminación, costumbres propias, ritos, tradiciones, lengua, cosmovisión y forma de vida independientes. El Estado chileno es un aparecido en estas tierras: no lleva más de dos siglos; los mapuche, miles de años.
Es verdad, no se puede revivir a los muertos defendiendo la ñuke mapu o todo el daño causado. Es por ello que el Estado en su rol compensatorio de esta realidad ha dispuesto un programa de beneficios reparatorios para los pertenecientes a este pueblo (y no porque siempre se les de todo).
¿Se imagina que de un día para otro le invadieran la casa argumentando que es un flojo, le matan a toda la familia, lo emborrachan, le compran la casa por cinco mil pesos obligándolo a firmar, lo desalojan y no consigue trabajo en ninguna parte? Bueno, así le pasó a miles de personas durante décadas.
A los descendientes se les obligó a callar la lengua materna por décadas y a vestirse como un chileno más. Se le inculcó que tenía que bailar cueca y celebrar el 18, y que el año nuevo que valía era el 1 de enero. Se le obligó a trabajar como uno más y no ser de esos que “tiran piedras y queman camiones por reclamar”.
Es por ello que muchos sienten vergüenza de llevar el apellido y no ostentarlo con honor y orgullo. Porque el llevar el apellido mapuche no es como en la sociedad occidental: es el reflejo de un pasado glorioso, de una conexión con el medio en sus raíces más profundas, de una carga simbólica que le impresionará.
Como me dijo alguien muy sabio una vez ser mapuche no es sólo llevar el apellido, es querer la cultura, sentirse parte de ella. Es por esto que de a poco se reivindican las raíces. Cada día nacen más Lientur y Lefrtaru, se habla más mapudungún, se elaboran talleres para la comunidad. Sin embargo, sigue siendo insuficiente.
Cuando el Estado de Chile se ponga realmente los pantalones y no para la campaña electoral, y pida un perdón histórico con humildad por las bárbaras y sanguinarias acciones cometidas por Saavedra, Urrutia, Escala, Baquedano, Lagos y otros; realice consultas a los pueblos y mesas de diálogo no con los apitutados de turno sino con todas las comunidades; haga cumplir la ley a cabalidad y de un real reconocimiento de pueblo a los mapuche y elabore un Plan Educacional adaptado a la zona y no por imposiciones centralistas con la decisión firme de la Universidad Intercultural como mínimo ahí recién, creo, podremos siquiera pensar en una mirada de futuro con todos los involucrados.
Porque Chile debe una disculpa a nuestros pueblos originarios, sólo es cosa de voluntad. Chile es el país más conservador de América del Sur en cuanto a este tema y es hora de cambiar si quiere mirar al futuro. Cientos de veces y en todas las formas se ha avisado de esta situación, pero quiere hacerse el sordo.
Porque el Chile del 2030 debe querer de verdad a nuestros pueblos originarios. Porque mi sueño en el futuro es que más personas digan con orgullo que su apellido es mapuche, para que en el futuro no sea un símbolo de odio, exclusión y estigma.
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