Todo parecía
andar rápido en aquellos primeros días del Fuerte. El primer ataque mapuche fue
ejecutado el 27 de febrero con aproximadamente 900 mapuche; según se comenta en
los textos especializados, fue replegada “rápidamente”. El 4 de marzo, tan solo
nueve días después de la fundación, el fuerte queda unido al resto del país por
telégrafo y correo. Sin embargo, este primer período dentro del proceso de
instalación llega a su punto culmine el 9 de marzo de ese año.
Ese día, el
asentamiento militar chileno es atacado por
unos 600 mocetones mapuche aproximadamente, al mando de Colimán y Cotar.
El capitán Caupolicán Santa Cruz se enfrentó a las fuerzas, replegándolas. Al
día siguiente, miércoles 10 de marzo, se atacó nuevamente la caballada del
fuerte, custodiada por 30 miembros de infantería, que se opusieron a más de 300
mapuche. Cuando éstas estaban venciendo, les salió al paso una columna dirigida
por Pedro Cartes que los dispersó hasta una distancia de “una legua y media”.
El combate duró más de tres horas, siendo vencedores los chilenos, tal como lo
comenta Óscar Arellano el año 1931.
Gregorio
Urrutia asumió la jefatura del Fuerte el 16 de marzo de 1881, tras las acciones
bélicas mapuche. Debió hacer frente a los rumores que se hacían sentir con
fuerza, respecto a que el malestar creciente entre los indígenas desembocaría
en un gran levantamiento general, a pesar de las versiones que señalaban lo
contrario. Nada más lejos de la realidad: ese período de paz se rompió
abruptamente el jueves 10 de noviembre de 1881. Según plantea José Bengoa,
serían más de cuatro mil mapuche los que intentaron cortar la instalación del
ejército en las tierras del sur.
Los hombres
que participaron en la refriega se dividieron en tres fuerzas. La primera,
“Tromén”, estaba dirigida por un contingente al mando de: Huentelao, Catrileo,
Melillán, Epul, Counmil, Nahuelhual, Huaipinao, Curapil y Lienán, loncos
provenientes precisamente desde Tromén y de Temuco. Se reunieron donde se ubica
actualmente el Cementerio General. La
segunda fuerza de ataque, “Maquehua”, dirigida por mapuche de Quepe y del
Toltén. Melivilu, Painevilu, Manquilef, Epunam y Millañir estuvieron al mando
de esta columna, quienes atacarían por el sur. La tercera columna, “Llaima”,
provenía desde ese sitio y desde Truf Truf, al oriente de Temuco. La
compusieron: Esteban Romero, Sandoval y Parra; y Manuel Cotar en la
comandancia, ubicándose en la Quinta Pomona, atacando desde el este, juntándose
previamente en el cerro Conunhuenu.
Se bloqueó
el fuerte en una extensión de 3 kilómetros. José Manuel Garzo, al mando de una
gran carga de caballería rompió el cerco levantado por los atacantes, avanzando
hacia el norte. Cuando Garzo se había alejado lo suficiente y los mapuche
volvieron con el fin de atacar el fuerte, Bonifacio Burgos, Mayor de
Carabineros presente en la zona, los rechazó. El resultado: una masacre sin
proporciones que culminó, a partir de los antecedentes que se disponen, con la
muerte de Cotar en el sector conocido posteriormente como La Matanza o La
Mortandad, actual Santa Rosa.
El coronel
Urrutia escribirá a Santiago, a fines de ese convulsionado 1881:
“Esta
situación (de inseguridad) existirá mientras los bárbaros con sus instintos de
robo y de pillaje existan y se mantengan en territorio propio, poblado
únicamente por ellos; y es mi opinión que sólo desaparecerá cuando desaparezcan
ellos, confundidos en la población civilizada que mediante las facilidades que
se le ofrezca, haya ido a llevar el trabajo a ese mismo territorio”.
Al parecer, la idea de evitar la
nueva barbarie (terrorismo) mediante agentes civilizadores (cazarecompensas) no
es para nada nueva. Ya habrá ocasión de ahondar en ello en una siguiente
columna, en donde rememoremos unos minutos sobre el asentamiento definitivo del
Fuerte Temuco.
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