Esta semana
falleció la Casa Massardo (Avenida Alemania, entre Senador Estébanez y pasaje
Poseck), de 1895, tras la autorización de la autoridad municipal para su
demolición. Este inmueble se suma a una larga lista de propiedades
patrimoniales demolidas en pos de un progreso que se va comiendo lenta, visible
e irreversiblemente la poca identidad arquitectónica de la joven ciudad de
Temuco.
Ya no es
sorpresa para nadie el círculo vicioso que desde 2011 ha estado permanentemente
en la agenda noticiosa local. Tras múltiples presiones económicas y políticas,
los organismos públicos firman autorizaciones a espaldas del Alcalde y el
Ministerio de Vivienda; de noche, las empresas de demolición nos dejan el
escenario propicio para el punto de prensa del siguiente día. Al amanecer, los
representantes del aparato público lamentan profundamente la pérdida del
patrimonio de la ciudad y anuncian sendos sumarios a Contraloría para detectar
las “posibles” irregularidades. Finalmente, los responsables no son sancionados
y, algunos meses después, se erigen cubos grises carentes de relación con el
entorno en el que están inmersos.
“Entre
gallos y medianoche” se nos va, de a poco, el reflejo del pasado glorioso de
los sectores gobernantes del “Temuco fundacional” (1881-1908) que se expresa en
los chalets y casas quinta de la Avenida Alemania.
Mucho antes
del Portal Temuco, de las universidades, restaurantes y locales comerciales,
allí existía un camino reservado para las familias más importantes de los
primeros años de la capital regional. Los Zirotti, los Massardo, los Ernst y
otros tantos apellidos levantaron allí viviendas en las que adaptaron a las
particularidades locales los estilos más representativos de sus países de
origen. Si bien consolidaban la segregación socioespacial y el dominio del
sector poniente de la pujante ciudad, por otro lado conformaron un crisol
multicolor y de estilos diversos. El sector podría haberse levantado como una
postal donde el reciclaje urbano fuera el norte, podríamos haber sido
reconocidos a nivel internacional por el cuidado del patrimonio local.
Pero no,
porfiadamente había que echarlo todo abajo.
Muchas y
muchos recuerdan el viejo edificio de la Intendencia, o los colores originales
del Edificio Marsano. Otros, por cierto, rememoran ese centro de los años
cincuenta, el recinto antiguo de la Estación de Ferrocarriles y lo que eran las
casonas de la avenida anteriormente mencionada. Pero no, a punta de incendios,
terremotos y construcción destructiva se han cercenado los pocos vestigios de
otras épocas.
¿Es
necesario tener que llegar al recurso del emplazamiento forzado a la autoridad
para que detenga las demoliciones y sancione a los responsables? ¿Es preciso,
cada vez que ocurren situaciones como estas, tener que presionar a los legisladores
para actualizar un marco jurídico obsoleto para nuestras necesidades? ¿Tenemos
que llegar a este lamentable círculo vicioso para poner sobre la agenda que no
existen los incentivos necesarios para que los propietarios protejan sus
inmuebles?
En lo personal,
creo que es hora de decir basta. Como representante de una organización
ciudadana, hago el llamado a que las autoridades abandonen este doble discurso
y definan una postura clara: O están con la protección del patrimonio o están
con quienes presionan económicamente para que se destruyan los pocos vestigios
históricos que quedan en pie. O respetamos la normativa vigente o demolemos los
inmuebles patrimoniales existentes en Zonas de Conservación Histórica.
No está muy
lejos el día en que, como ciudad, terminemos lamentándonos por las pocas
casonas que quedan en pie. Pareciera ser que la única solución posible ante la
desidia de la autoridad es la organización ciudadana y la insistencia en un
punto básico: Hacer bien la pega. O también, despedirnos de las antiguas
casonas, olvidarlo todo y dejar que los de siempre hagan lo suyo.
“Defendamos
la Ciudad de Temuco” es un espacio. Es cosa de ponernos de acuerdo.
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