Existe una creencia generalizada y ciega en
que pasan y pasan gobiernos y las cosas no cambian,
asumiendo que la vida
funciona así y no sobrepasa esos límites. De la misma manera, esa noción de que
la persona que habla mucho de política comienza a vivir de los sueños y se
aleja del funcionamiento real del mundo. En esa delgada línea comienzan los
consejos a los jóvenes de que se alejen de la política partidista, o que tengan
mucho cuidado porque “los peces grandes se comen a los pequeños”. No faltan
aquellas recomendaciones de aprovechar mientras se pueda, porque “en la
política está la papa”. Algunas de ellas, muy ciertas.
Sin embargo, inmediatamente surgen algunas
reflexiones de las que uno, como persona política, no se puede abstraer. Es que
esa delgada línea entre la discusión política y el chamullo comienza a surgir
separando las confianzas entre quienes toman las decisiones y la gran mayoría
de ciudadanas y ciudadanos. A eso viene esta columna, a intentar responder por
qué “chamullo” tanto.
¿Qué por qué se me ocurre hablar tanto de
política? Porque cada persona intenta alcanzar sus sueños construyendo, en la
medida que alcanza lo imposible, cosas concretas. No falta el niño que quiere
ser futbolista o astronauta, o la persona que quiere dejar de trabajar para
descansar después de muchos años. Pues bien, como muchos, la meta de este
columnista es cambiar lo existente aunque sea en lo más mínimo. La utopía,
quizás, es convencer de que llegará el día en que vendrán gobiernos que
trabajarán de verdad por la gente, y harán cambios que se verán.
¿Qué por qué pensar tanto en política, si las
cosas no van a cambiar nunca? Es cierto, el funcionamiento del mundo está atado
entre poquísimas manos. No obstante, existen dos grandes opciones: O me quedo
viendo cómo mi país se queda en el mismo estado de cosas de siempre o hago
algo, aunque sea lo más mínimo, para cambiarlo. No es necesaria la fuerza;
puede ser esbozando una sonrisa al atender a alguien o imaginando una nueva
forma de hacer las cosas. Son pequeños gestos los que, sumados, contribuyen a
cambiar la existencia.
¿Qué uno solo no puede hacer nada? Es verdad,
una persona sola no tiene mucho campo de acción para llevar a cabo lo que
piensa. Sin embargo, si es capaz de convencer a sus semejantes de buscar nuevos
caminos para transformar de manera trascendental lo que observa a su alrededor
puede hacer mucho. La diferencia está en hacer carne las ideologías y de
aterrizar las utopías.
No puedo no culpar a las administraciones que
han gobernado Chile durante los últimos 40 años por la huella negativa que han
dejado en nuestra gente. Si hoy una gran masa de chilenas y chilenos no quiere
participar es por la culpa de nuestra clase política por gerontocrática, por su
poca capacidad de autocrítica y renovación, por su ceguera infinitamente
renovable, por su ceguera ante el descontento social. Civiles y militares por
igual han dejado en el país la idea de que todo hay que dejarlo en manos de
“los políticos”, y que ya nada se puede hacer.
Es eso lo que no solo tiene a quien escribe,
sino que también a muchos haciendo más de algo por cambiar las cosas.
La gran diferencia entre los muchos que se
han visto y quienes realmente pensamos en el interés superior de nuestros
semejantes antes que en nosotros es que ese “chamullo” tiene sustento, incluso
más de alguna explicación sustentada de lo que nos tiene en este presente. Pasa
también por ser consecuente con lo que se piensa, se dice y se hace, y por
mostrarse sincero para con quienes confían en el trabajo de quien quiere ejercer
la noble y difícil labor de representar a una comunidad ante las instancias de
decisión.
La gente tiene un poder que pocas veces ha
dimensionado en nuestra historia republicana, y se ha dejado llevar por
proyectos elitistas y cupulares que al final terminan excluyéndola de las
grandes transformaciones. La meta personal de quien expone estas letras es
cambiar eso, luchar por procesos microdemocráticos que nos lleven a transformar
Chile para siempre, de devolver la capacidad de creer y soñar a quienes hoy
muestran desconfianza. No desde el mesianismo, sino desde la comunidad.
Sí, por eso hablo siempre de la misma lesera,
por eso no me quiero callar nunca, por eso chamullo tanto: Porque quiero pasar
del chamullo, a la razón y, espero que dentro de poco, a la acción.
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