Y llegará el día en que Inés Pérez no se espante. Porque en la República de Chicureo ya no habrá más nanas ni obreros que dateen a los delincuentes de los barrios más pobres y desparecerán todos nuestros miedos. Llegará el día en que en Chile se extingan los pobres, esa raza que lo único que hace es quejarse, identificarse con la hoz y el martillo y no bañarse porque son unos mugrientos de mierda.
Llegará ese día, sí, ese cercano día en que ya no hayan mas marchas y se conformen con la situación de un país que tiene espectaculares cifras de crecimiento y que nos muestra, con poderosos hechos concretos, no la copia, el Edén mismo. Esos rotos ya no pedirán educación gratuita ni una atención en salud como la gente. Nos atenderemos en clínicas para que nos reciba una recepcionista con cara de haberse inyectado botox todo el mes preguntándonos cuantos días nos quedaremos hospitalizados.
Si, no se impaciente, llegará ese día en que La Araucanía quedara en paz porque reviviremos al Coronel Saavedra para que los termine de exterminar de una vez por todas. ¿Pero no los habían derrotado hace como ciento treinta años? ¿Cómo es posible que el gobierno no ponga mano dura con estos indios que lo único que hacen es romper con la paz que brinda Chile a sus inversiones? Claro, después se quejan que la zona tiene inversión cero desde hace años.
Ya, no se angustie, si no todo es tan malo. Cuando tenga un hijo le voy a poner Augusto. ¡Pero qué nombre más hermoso! Si nos recuerda al hombre que libero a nuestro país de esos vendepatria que querían instalar un satélite de la Unión Soviética. ¿Dictadura? ¡No me vengan a hablar de dictadura a mí: Régimen Militar, señores! ¡Eso fue! Total, ¿Qué importan tres mil muertos si el país crece y crece como la espuma de la cerveza?
(Es que esos son los que dicen “la historia es nuestra”. Qué bueno que el canal nacional les paso su documentalucho para que se queden callados y no aleguen por lo grande de este país).
Bueno, ya, llegará ese día en que no necesitemos nanas y las reemplacemos por robots que nos hagan el aseo. Y véanles la conveniencia: son rápidas, eficientes, trabajadoras, no se quejan, no piden aumento de sueldo, no piden previsión, no se enferman... ¿Qué más se podría pedir a la vida?
¡Pero no corra, si todavía no llega ese día! ¿Y qué se habrá creído ese roto hijo de nana que se pone a escribir a la directiva del club de golf? ¿Qué acaso el no tiene religión que insulta así a la Virgen María? ¿Qué acaso no piensa que así están las cosas en todo el mundo y tiene que aceptarlas? ¿No será mejor que lo manden a callar y le quiten el computador y el internet que lo usa para hablar imbecilidades? ¡Resentido, eso es lo que es!
Llegará el día en que Inés Pérez ya no se espante mas y nosotros, los mugrientos, los rotos, estemos todos muertos. Y así Chicureo vivirá una existencia plena y feliz y nadie alegara más.
Y Dios dirá: “que las veredas queden libres para el camino sin rotos”.
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