El sistema político nacional ha dejado nuevamente en evidencia su constitución en tres tercios (Alianza, Concertación-Juntos Podemos y ciudadanía que no adhiere a estas colectividades) que no se han movido en dos décadas de sus puestos debido a la base que les otorga el sistema binominal. Todo en pos de la estabilidad democrática y la “razón de Estado”.
Sin querer, el modelo se reproduce en distintas áreas de la vida nacional, especialmente en la universitaria. Cuando son casas de estudio con una pluralidad de carreras amplia no hay problema: todas las tendencias están representadas. Pero, ¿Qué pasa cuando las distintas facciones de un mismo sector se disputan el poder con el fin de “crear conciencia” sin obtener sendas mayorías?
Algo no calza en los porcentajes.
Los niveles de participación son bajos, muchas veces con los quórum al límite y, a pesar de los esfuerzos que han hecho todos los que han manejado poder, no hay resultados. Las cosas siguen igual y, al parecer, la tendencia se consolida. Existe una tremenda distancia entre dirigentes y una amplia masa de dirigidos. Nada parece revertir la tendencia.
Posibles causas: la intransigencia, la falta de dialogo (que al final es un monologo eterno manejado deliberadamente para, en un minuto, aburrir a la audiencia y permitir las mayorías necesarias), la presión para conseguir ciertos fines, la exclusión indirecta por medio de la sanción social. Y así, decenas de razones que se pueden nombrar y que redundan en que la gente se aburra y se vaya a almorzar evitándose otro dolor de cabeza.
Si se quiere mantener la unión hay que tener una mínima tolerancia al disenso y al debate con argumentos sólidos (y no repetir los mismos de siempre que al final recaen en una triste pobreza argumental), a dar cabida a las distintas voces que piden diálogo y acuerdos mínimos en circunstancias estratégicas.
Y no solo eso: a una alternativa que amplíe la mirada y convoque a la gran reunión de las izquierdas. Seamos claros: nos encontramos en una Universidad que prefiere esta tendencia y que debería estar a la vanguardia con una base efectiva que contemple el contacto fluido con todos los estudiantes de todas las tendencias y no solo con una minoría que cree eternamente que todo lo hace bien.
Nuestra Universidad debería dar el ejemplo en cuanto a inclusión y amplitud en la discusión de los grandes temas estudiantiles, locales, regionales y nacionales, convirtiéndose en el articulador del futuro. Hay que convocar a todos a aportar con un rayo mas para prender el sol del mañana y alzar la gran voz que modele el futuro, el camino a las utopías desde la mejora de las realidades concretas.
La única solución posible es convocar a la gran reunión amplia de las izquierdas. El último plebiscito nos invitó a todos a repensar la manera en que hacemos las cosas y que el modelo añejo de minorías debe morir para dar paso al dialogo entre hermanos mirando de frente a la nueva alborada.
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