Para poder comenzar como corresponde esta columna quiero recordar una frase de una columna anterior, "Formas de lucha”, en la que felicitaba a esta revista porque ayudaba a “construir movilización y a construir un tejido transversal en el que todos somos útiles”. ¿A qué viene esto, dirá usted? Ahora se lo cuento.
Cuando hablamos de que la Universidad es un tejido social que construimos todos en esta movilización a partir de nichos de resistencia como la huelga de hambre, la marcha, la toma, la intelectualidad o el simple pero profundo respeto a la democracia universitaria hablamos de que todas, pero absolutamente todas las formas de manifestación son válidas. Así también los aportes que cada uno pueda expresar en el momento indicado en el lugar preciso.
En esta ocasión quiero hacer mención a un tema importantísimo en estos tiempos y que las redes sociales han relevado en demasía: el valor de la opinión.
Hacer un juicio nace de los antecedentes previos, del estudio, de la preocupación más bien fundada y argumentada sobre un tema o sobre una persona. Si alguien se compromete conmigo o me “juega chueco” cuando espero reciprocidad en un momento crucial, genero un juicio. Más bien cuando la expresión es más visceral, es inmediata, es una acción contra una reacción del momento se convierte en opinión. Hay personas dedicadas a escribir sus apreciaciones de lo que pasa de forma coherente transformándolo en un texto y compartiéndolo. Pertenezco a esas personas.
Hay que tener cuidado con lo que se dice en el momento en que se dice. También con la coherencia en la argumentación y los hechos, en el decir y en el hacer. A pesar de que en estos momentos de movilización podemos no estar de acuerdo en ciertas actitudes o hechos tenemos que respetarnos sin llegar a los odios. Saber bien que aunque a muchos no les gusten acciones como la toma o el paro y se manifieste en una opinión hay que señalar que es bien básico responder a punta de garabatos sin argumentos. Se puede convencer sin tratar de comunista al que está a favor o de fascista al que está en contra. Tampoco poner argumentos que jamás se han mencionado en la boca de quién no lo dijo jamás.
Por otro lado, y a pesar de que desvío con esto el tema central, no hay que olvidar que cada acción que realizamos en pro del movimiento estudiantil es por buscar un sistema con acceso más igualitario para todos (manifiesto mi pública crítica por no considerar un aspecto fundamental a la hora de la discusión: el rol del profesor y la olvidada pedagogía); no es para tener anécdotas para contar a los nietos. Por ello no es menos válido el que no está en la “primera línea de combate”: es tan valioso el que marcha como el que está en la toma- Todos contamos.
No hay que ser ni malo ni despectivo con quien critica y convencer con buenos argumentos a quién no está en la toma o no cree en la democracia que se practica de asistir y participar. Más allá de los revanchismos, más allá de las divisiones, mucho más allá de repetir la estrategia de Pinochet para convencer a la gente: “yo o el caos”. Es decir, “o estás conmigo o eres un idiota sin compromiso, sin alma social”.
Es decir, es como tratar de comunistas a los compañeros de tu carrera cuando jamás los consideraste así, sino que los respetas por lo valioso de su lucha. Es como decir que eres un chupap... de la política cuando lo que buscas es, con argumentos, poner tu postura sobre la mesa y buscar el legítimo reconocimiento de tus ideas y compartirlas con personas que pueden “pescarlas”.
El valor de la opinión está en decir las cosas a la cara, de respetar al otro y su pensamiento, de abrir los canales de comunicación entre quienes no creen en la democracia interna y los que la detentan.
El valor de la opinión está en invitar al otro a conversar y no hacer que se aleje.
(Adaptación de la columna enviada a la revista "Ufro en Toma, en su sexta edición).
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