“Porque nos hemos ganado la democracia, plena, estable, con total participación, avancemos juntos hacia un país ganador”.
Propaganda electoral plebiscito 1988, opción Sí.
Juancho Allende un día se metió a YouTube y se encontró con esos videos añejos de la publicidad del plebiscito de 1988. Por curiosidad y porque siempre había oído hablar cientos de cosas sobre la época quiso ver uno, encontrándose con frases como “usted decide, o seguimos adelante o volvemos a la UP”, videos donde el Presidente estaba “en acción” en una Isla de Pascua con verdadera integración; y un camión que aplastaba lámparas, televisores, un coche de guagua y tenía la intención de aplastar a una niña que, temerosa, sostenía una muñeca. Al son de “son los del no, mamá, la nueva UP”, quedó asustado por algunos instantes y llamó a su mamá. Ésta lo sacó de inmediato del computador y lo sentó en la mesa para conversar un rato.
Sandrita Pinochet, en paralelo, se encontró en YouTube accidentalmente con varios videos de la conocida música donde la alegría eternamente está por venir. Observando atentamente secuencias donde una señora va al almacén a comprar dos bolsitas de té y, por su pobreza, no puede comprar más que una; u otra donde nadie lo podía ver, quedó impactada por la cantidad de gente que tenían esos videos y lo pegajosa de las canciones. Cuando bajó tarareándolas para almorzar su papá puso el grito en el cielo.
A Juancho le hablaron de que nunca se olvidara de las atrocidades que cometieron los militares en la población y que se llevaron a mucha gente allí. Muchas madres incluso hasta poco antes de morir aun miraban por la ventana a ver si sus hijos volvían. Que, aunque en esa época se conocieron con su papá y fueron bastante felices, en esa época la sufrieron bastante. Porque tenían que llegar muy temprano a la casa por el toque de queda, porque los militares eran implacables cuando se trataba de castigar, porque el viejo este censuró, mató, torturó. Principalmente, los que mejor lo pasaron fueron los más ricos porque se pudrieron en plata, manteniendo su poder, algunos, hasta hoy en el gobierno. “Son los mismos de Chacarillas, hijo, los que hoy bajan a gobernar”.
A la Sandrita, en cambio, le contaban que esos comunistas tenían el país para la pura embarrada, que tenían al pueblo armado y listo para la guerra civil, que Chile se convertiría en la próxima Cuba y alguien tenía que intervenir. Había que hacer cola desde la madrugada para conseguir leche condensada, azúcar, café; que estábamos hasta la tusa con el chancho chino, que gracias a Pinochet hoy somos líderes en Latinoamérica y despegamos más que los demás. Que gracias a él Chile se liberó de las garras del marxismo.”Cuando estaba Pinochet había trabajo, no había pobreza ni delincuencia. No como después que con la Concertación todas esas cosas pucha que florecieron”, replicaba en la explicación su padre.
Sin entender mucho, ambos escuchaban pacientes y comían en sus respectivas casas. Fuera arroz con pollo y ensalada de betarraga o cazuela de ave con ensalada de lechuga en ambas casas se acompañaba con la sazón del pasado. Quienes hablaban sobre el tema, cada uno desde sus vivencias, lo hacían de una forma tan apasionante que producía una mezcla entre sorpresa, temor y rencores. Porque, desde un lado, nadie va a devolver a los muertos ni a los desaparecidos; desde el otro, nadie sabía lo que era vivir en ese gobierno comunista.
Juancho se preparó para ir con sus padres a la casa de Sandrita. Los padres de ambos no se conocían por lo que eres una total sorpresa conocer a sus primeros consuegros. La sorpresa fue mayúscula cuando el papá de Sandrita vio en tamaño gigante el cuadro de Pinochet firmado con dedicatoria en el living de la casa.
Después de saludarse y comentar un par de cosas las miradas sospechosas de los consuegros no pudieron evitarse, más aun cuando se dijeron los apellidos y se calentó la conversación. Descalificaciones y acusaciones que iban desde el asesino hasta el conspirador iban y venían. El pasado parecía que salía a flote sin que nadie los contuviera.
Pero cuando se dieron cuenta de que ni Juancho ni Sarita estaban en la mesa corrió un silencio de cementerio. Cuando los encontraron con la mirada fija en la conversación les preguntaron qué pasaba. Sarita les dijo “que respiraran profundo, se tranquilizaran y que si no querían echarle a perder la convivencia a los hijos siendo ya de la misma familia los padres debían perdonarse a sí mismos y perdonar al otro dejándose de acusar por épocas que ya pasaron”.
“Sí, ni los pesares ni los muertos pueden ser compensados -replicó Juancho-, pero es de personas sensatas conversar del pasado sin mirarse con odio. Ya han pasado tantos años y tanta agua debajo del puente que ya está bueno poner todo de sí para perdonarse y seguir la vida sin olvidar lo que pasó, reflexionando del tema siempre, para sacar de ello las mejores lecciones”.
Justamente ese día domingo 11 de septiembre, a 38 años de aquella fatídica fecha, ambos consuegros se comprometieron a conversar con calma cuando saliera el tema y a no descalificarse más.
Porque de eso se trata vivir en democracia: defender las ideas propias y respetar las contrarias en el respeto al otro. Porque para ello se luchó por la democracia: para que todos pudiéramos convivir sentados en la misma mesa.
No hay comentarios:
Publicar un comentario