Tercera parte: El firme deseo de volver (1814 - 1817).
Cansados y desmoralizados vimos llegar a los patriotas a una Mendoza gobernada por José de San Martín, destacado militar criollo que pertenecía a la Logia Lautaro, una reunión de personas que buscaba la independencia de América de los españoles con un gobierno impersonal y unitario. A ella también pertenecía Bernardo O’Higgins, quien había pedido auxilio para recibir a los desterrados de Chile. Se enviaron más de mil cargas de víveres en caminos del ancho de una mula con temperaturas extremadamente frías. Llegaron el 17 de octubre, siendo O’Higgins reconocido como el máximo superior al mando en aquella ocasión luego de la deslegitimación de Carrera.
Sin embargo, éste intentó imponerse negando la autorización a San Martín para mandar a las tropas; hubo divisiones entre las dos facciones que se resolvieron tras el desafío de las tropas carrerinas a la autoridad de San Martín. Insistiendo en su autoridad, las tropas de Carrera lo desafiaron. Luego de varias vacilaciones muchos desertaron y volvieron a Chile, mientras que los que se quedaron seguirían la lucha en el Alto Perú. Los que no se incorporaron al Ejército Argentino.
Para la Corona perder dominios que había mantenido por siglos no era cosa fácil y entregarlo todo a los vasallos del fin del mundo menos. Rancagua quedaba atrás y se podía, con tranquilidad, avanzar a Santiago. La capital quedó oficialmente ocupada el 9 de octubre, día en que asumió Mariano Osorio, encargado de las últimas campañas victoriosas. Su colaborador más cercano era Vicente San Bruno, comisionado para la seguridad. Por esos días en que todo lo logrado se suprimía para restaurar el legítimo orden se creaban los Tribunales de Vindicación para enjuiciar a todos los traidores al Rey. Si se le encontraba una falta el castigo iba desde una multa hasta el destierro en la lejana cárcel de Juan Fernández. A los exiliados se les confiscaron todos los bienes.
San Bruno era temido por todos, junto a los Talaveras de la Reina, sombra terrible que detenía, torturaba y mataba sin piedad. Cuenta la historia que un día abrió la cárcel fingiendo la libertad de los reos. A su salida les esperaba un pelotón de fusilamiento apuntando directamente al pecho. Esta acción que indignó a Osorio motivó a reabrir la Real Audiencia y reinaugurar la Real Universidad de San Felipe. Sin embargo el Gobernador no tenía el piso político del Virrey quien se jactaba de haber sido él el que restauró el poder español y no el militar chileno. Osorio no se hizo esperar y contestó en un diario limeño desmintiendo todo y diciendo que era él el verdadero responsable. El Virrey lo destituyó y puso en su lugar al no muy bien recordado Casimiro Marcó del Pont.
Llegó a Chile directamente de las cortes españolas a pesar de la oposición de muchos. Repartió a destajo cargos a europeos y criollos peruanos acentuando la animadversión y la represión hacia los opositores. No cumplió ninguna política de reconciliación proveniente de España, así como el indulto a los patriotas que se le mandó aplicar en 1816. A pesar de ello se cuentan a su haber obras como la mejora del Tajamar y varios edificios, sumado esto a la del canal del Maipo. Hay que considerar que su carácter pasó a la historia como afeminado, cosa que puede ser justificada bajo el pretexto de que su ambiente cultural y modales eran muy distintos a los de la sociedad, y que era un hombre sin mucho poder de decisión. Con el odio en el ambiente esto significó crear el mito en su contra que pasó, con los patriotas en el poder, a quedar como verdad.
José Miguel Carrera, en tanto, se embarcaba a Estados Unidos por ayuda apelando a sus conocidos allá. Logró entrevistarse con el Presidente Madison quien se excusó de no poder hacer nada por la liberación de América debido a que se encontraba en negociaciones con España por la compra de Florida. A pesar de ello logró reunir cuatro barcos, armamento y soldados.
En ese intertanto, las tropas se organizaron para el retorno. Estaban alojados en grandes barracas mandadas a construir por San Martín en donde se entrenaban todo el día en jornadas agotadoras: desde las seis de la mañana hasta las ocho de la noche se les preparaba en los más diversos ejercicios y tácticas de guerra. Militares como José María de la Cruz (decisivo en la Ocupación de la Araucanía) y Joaquín Prieto (futuro Presidente) estarían al mando de la tropa; otros como Ramón Picarte y Manuel Rodríguez actuarían como espías.
Muy cercano a San Martín, se incorporó a los preparativos del Ejército. Propuso la rebelión clandestina en Chile quedándose al mando de una pequeña fuerza que hiciera las veces de contrapeso al poder español. Rodríguez ideó una ruta por la que pasaba frecuentemente hacia Chile asestando golpes certeros. Llevó magistralmente el desorden en las tropas contrarias y organizó una red de colaboradores que aparecían y desaparecían a la velocidad del viento. Es así como el general argentino queda cercano a él y a O’Higgins recrudeciéndose las diferencias entre o’higginistas y carreristas; Luis Carrera se batió a duelo con el general ohigginista Juan Mackenna, íntimo amigo de O’Higgins, resultando muerto este último. Dicen que el futuro Director Supremo tendría tanto rencor hacia él tras ello que no se lo perdonaría jamás.
En 1817 se constituyó oficialmente el Ejército de los Andes que tenía como General en Jefe a San Martín. Mandaba a 5423 hombres cuyos jefes más destacados eran Bernardo O’Higgins, José Ignacio Zenteno (más tarde creador de la primera Escuadra), Bernardo de Vera y Pintado, José María de la Cruz, Estanislao Soler, Ramón Freire, Juan Gregorio de Las Heras y José Zapiola. San Martín había diseñado un plan que pretendía liberar al Perú desde Chile pasando la cordillera por los caminos más cortos en dos columnas.
Las tropas salieron el 6 de enero de 1817 tomando en sucesivas ocasiones La Serena, Coquimbo (Cabot), Talca, Curicó (Freire), Copiapó (Zelada), San Felipe, Achupallas (Lemos, San Martín) y Santa Rosa de Los Andes (Soler, O’Higgins y Las Heras). Se resolvió atacar el día 12 dividiendo las fuerzas en dos: una división al mando de Estanislao Soler y otra al mando de Bernardo O’Higgins. La batalla decisiva, Chacabuco, dio como vencedores a los patriotas que, entre las 11 de la mañana y las 2 de la tarde definieron la recuperación de Chile Central. La independencia estaba sólo a un paso.
“La Aurora de Chile: relato de la independencia” seguirá mañana en su cuarta parte, en el episodio titulado “La primera piedra de Chile (1817 - 1823)”.
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