Tweet Segui @dini912030 Maleta de Opiniones: septiembre 2011

30 septiembre, 2011

Piñera y cómo ser Presidente en 10 pasos.

¿Ha soñado alguna vez con ser Presidente de la República de Chile? ¿Ha pensado lo jodido que es gobernar esta Patria y aun así quiere ser Primer Mandatario? ¿Le interesa cambiar la situación del Estado y el estado de la situación? Aquí algunos consejos extraídos del primer presidente elegido democráticamente en medio siglo y el más malo entre los que alguna vez evaluó una encuesta: Sebastián Piñera.

Si nos guiamos por lo que dice aquella inmensa mayoría de chilenos que votó por él y que hoy lo apoya todavía (aquel 51% que incondicionalmente celebró descorchando litros de champaña por las casas de Chile) se pueden encontrar argumentos de sobra para poder generar aquel hombre ideal que puede hacer que ese país desarrollado del futuro supere todos nuestros sueños.

Él nos enseñó que:

· Si tiene una maleta llena de dinero puede borrar el pasado y comprar una vida. Gracias a un manejo envidiable de los medios y los recursos disponibles ya nadie se acuerda que participó directamente en lo del Banco de Talca, que fue prófugo 24 días, que trató de hundir a Evelyn Matthei y que el año ’73 gritó “ganamos”.

· Si duerme en una mediagua o en un retén, no baila cueca ni corridos pero le pone empeño y si confunde palabras lo toma con humor será más cercano a la gente. Que grite el que le creyó el gesto (copiado muy tontamente a la campaña de Lavín el ’99 cuando comió en olla común y fue declarado Longko en Toltén) de dormir en esos lugares y que bailaba bien cueca. O que espera el discurso del 21 de mayo para ver los anuncios y no qué palabra nueva aporta a las “piñericosas”,

· Si tiene a los medios de comunicación de masas tradicionales de su lado puede acallar toda una ola de rumores sobre su persona. Desde los que plantean que a la fuerza se retiró una demanda de violencia intrafamiliar en su contra hasta los que dicen que la señora lo reta en la casa.

· Si es capaz de crear un relato poderoso con una campaña colorida y alegre todos los demás serán viejos, gastados y aburridos. Él representaba el cambio, el futuro, la esperanza y la excelencia en un gobierno eficiente y lleno de logros. Los demás debían irse para la casa y había que apropiarse de todas las banderas de la Concertación y tomarlas como propias.

· Si convence a la gente de que la economía crece mucho todos serán felices subiendo su nivel de vida. Como en tiempos de Pinochet, la economía crece mucho pero los sueldos no suben, las cosas todos los días están más caras, los beneficios no se reajustan, los combustibles suben más a pesar de todo, y así una larga lista de argumentos presentados por “resentidos” y “comunistas”.

· Si tapa las notas de prensa con frases bonitas todos creerán que el país anda bien. Porque hay que “cuidar el país” de una “Concertación que debe irse para la casa” ya que “en veinte días hemos hecho más que en veinte años” en el “gobierno de excelencia 24/7” hay que votar por el “gobierno de los mejores”.

· No importa lo que pregunten los periodistas, con un “déjeme terminar” tendrán que respetarme. Fíjese en cualquier entrevista que haya dado para televisión, en todas lleva el discurso armado ensayado vilmente frente al espejo para ser dicho de memoria. Total, como es el Presidente...

· Si tiene conflictos de interés, ¡No se preocupe! Porque puede, con la inmediatez de cualquier noticia, tapar cualquier problema que tenga especialmente uno como éste. Si hay desastres naturales, accidentes carreteros o aeronáuticos, mucho mejor.

· Si la clase política está desprestigiada, lance un Ministro al estrellato. Porque en un país donde la clase política está tan mal, cualquiera que no sea mal evaluado es potencial Presidente. Si los distancia de la contingencia y los pone a opinar de lo que sea serán buenos sucesores de su obra.

· Si no tiene qué inventar para llamar la atención puede denominar a cualquiera como “violentista” o “intransigente”. De hecho, dicen que a un león del zoológico le encontraron en la jaula un bidón con parafina y fósforos pero nadie lo ha comprobado (chiste del año ’89).

Con estos diez simples pasos, mucha iniciativa y harta creatividad puede cumplir el creativo plan de la derecha a tres gobiernos: es decir, si quiere reemplazar a Laurence Golborne en 2014 y a Francisco Chahuán en 2018 (aquí me la juego especulando) siga viendo cómo el Presidente vive el último capricho que le faltaba por cumplir: la Presidencia de la República.

Es de esperar que en las elecciones de 2013 ese 51% que ya no habla no cometa el mismo error dos veces. Que no caiga en el mismo pozo que pusieron en su camino en 2010 ahora tapado con pasto.

25 septiembre, 2011

Consolidar la lucha: la agenda de trabajo final.

Escuchar que “nada en la vida es gratis” fue tan efectivo en la resolución del conflicto estudiantil (conflicto desde el punto de vista de la autoridad, lucha desde la mirada estudiantil) como que usted fuera a un asado y echara parafina a la carne, sal a la bebida y azúcar a la cerveza. Aumentó tanto la brecha entre las posturas que dejó en evidencia una típica acción que es exclusiva de este gobierno: mientras vendemos la mano blanda y amiga del diálogo y la conversación transparente con la otra escondemos la letra chica y sacamos a todo el piquete policial el día de la protesta. O, como diría Portales, “palo y bizcochuelo”.

Saco a colación esta frase pues se enmarcó en una más grande todavía, esa que plantea que no se puede jugar a la lógica del “todo o nada”. Aunque no nos guste, suene derrotista y simplemente no quepa en la lógica del movimiento actual tiene algo de sentido. Si lo miramos desde la inmediatez es imposible puesto que un proyecto tan ambicioso no se puede resolver de aquí al próximo año. Mal para el gobierno que propuso hace un tiempo una agenda que trataría puntos de aquí a cuatro semanas.

El gobierno de Eduardo Frei Ruiz-Tagle (1994 - 2000) nos demostró que una reforma educacional no puede hacerse dentro de un período de gobierno sin quedar con falencias estructurales. Además de ser recomendada por el Banco Mundial fue consolidada por los gobiernos posteriores solucionando algunas deficiencias accesorias a pesar de sus logros visibles, pero que dejó también otros males que ya han sido mencionados en múltiples otros sitios en la red y libros especializados.

Una reforma educacional que tenga como bases la gratuidad en su financiamiento, integración y heterogeneidad, aumento del aporte financiero a las instituciones de educación superior, triestamentalidad y la interculturalidad debe consensuarse necesariamente. Pero sin extrapolarse al “modelo Corea” (25 años), debemos generar agendas de trabajo con todos los actores.

Debemos partir de la consideración de que esta no es una lucha del gobierno con una fuerza: son múltiples actores que se encausan en una voz pero que representan a distintos sectores. En cuatro semanas, como se pretendía originalmente, no se resuelve nada.

Por ello sería bueno retomar la idea original en una especie de “agenda de transición” en la que, teniendo plazos de referencia flexibles, exista una para cada sector que está poniendo sus demandas sobre la mesa. Porque si centralizamos la discusión estamos reaccionando con las viejas soluciones ante las nuevas necesidades. No es lo mismo hablar con el gremio de los profesores que con los estudiantes secundarios que hablar de interculturalidad. Se relacionan y dependen, pero no son lo mismo.

Por ello es necesario jerarquizar necesidades y establecer una agenda de trabajo pero evitando los errores de 2006, porque la confianza excesiva en las instituciones nos tiene en esta situación. Si somos capaces de establecer una especie de “contrato” en el que se establezcan plazos, metas y sanciones por el no cumplimiento desde una y otra parte podremos apostar y creer en el buen trabajo de todos los involucrados.

Si pensamos esta situación como una política pública con base en la pedagogía (o si quiere “pedagogía aplicada al poder”) sería como establecer un “contrato pedagógico”, es decir, el establecimiento de un acuerdo consensuado que no sólo establezca las reglas básicas de cómo vamos a aprender sino que las sanciones si incumplimos. Ahí radica el compromiso del gobierno con cumplir sus acuerdos y subir de paso su alicaída popularidad y del movimiento estudiantil por persistir en el logro de sus demandas.

Si quiere ir al extremo: así como el gobierno amenaza con que perdamos el año si ni volvemos a clases nosotros podemos amenazar con revivir las movilizaciones que lo pusieron en jaque. Porque como dijo Benito Baranda, estamos “invirtiendo el año”. Si es por conseguir una educación pública, gratuita y de calidad para que se eduquen mis hijos no sólo yo, sino que miles, estamos dispuestos a invertir muchos más.

Porque no es una utopía pedir educación gratuita y de calidad se puede establecer en un máximo de dos años para las reformas de base y aprobación de proyectos de ley. Y se matan dos pájaros de un tiro: los estudiantes del mañana se educarán en un sistema justo por el que se movilizaron millones y el Presidente Piñera pasa a la los anales de la historia con letras doradas porque en su gestión se consiguió esta meta (porque hay que darle en el orgullo, porque así ha demostrado que se mueve por la vida).

21 septiembre, 2011

El Estado Complementarista: una "nueva democracia".

Nuestro sistema político se define como democrático representativo, donde tenemos voz y voto, donde podemos elegir y ser elegidos, donde tenemos derecho a participar en las decisiones que tomen los grupos de poder. Lamentablemente, esto choca brutalmente con una tremenda realidad: una mayoría abrumadora de los chilenos no se siente representado por persona ni institución alguna, no habla de política y no le interesa prácticamente lo que pasa en el país. El sistema imperante logró su objetivo: llevarnos a tal punto que nos preocupáramos por aquel laberíntico mundo que se esconde en la pelusa de nuestro ombligo cada vez más abultado por el sedentarismo (alimenticio y político).

Gloriosa fue la era de Frei Montalva donde se fortalecieron las organizaciones vecinales y se fomentó la cohesión social; gloriosa es esta etapa en la que nos estamos cuestionando incluso las bases de la esencia del Estado y el Gobierno chilenos: la Constitución. Aquella ley que Portales quería violar cuantas veces fuera necesaria para acallar las voces de la divergencia e imponer el orden. Nuestro actual modelo señala que hay que cuidar al país porque “no hay otro”, cuando en realidad todo el mundo se lleva el agua de nuestros ríos y los frutos de la tierra, mientras aquí rasguñamos los salmones que no exportamos y las frutas que no quedaron en los cajones para Japón.

En cualquier modelo de desarrollo de corte social el Estado se arroga la voluntad popular y planifica según los grupos de poder vinculados a él sin preguntar a nadie. Las instituciones que actualmente se encuentran vigentes en tanto representantes de la ciudadanía no nos representan: pasamos de transferir nuestro poder para que nos representaran y confiar en que la clase política lo haría bien a caer en un sedentarismo político. Miramos por la televisión cómo pasa la vida y la antigua vida al aire libre que tanto fomentaron nuestros padres queda como un recuerdo, como la canción del “carrero” de Tito Fernández.

Hay un dicho que dice que “para que las cosas salgan bien tiene que hacerlas uno”. Cambiemos el “tiene” por “tenemos” y el “uno” por “los ciudadanos”. Pero para que eso pase de forma efectiva e influir en las decisiones debe haber un gobierno comprometido con la inclusión y la participación y el correcto equilibrio de los integrantes del acontecer nacional, así como la correcta educación de las masas, el alejamiento de las ideologías excluyentes, la voluntad política para hacer grupos transversales de trabajo y la organización de nuestra gente. Si falta uno esto no sirve de nada.

Por ello propongo un nuevo modelo de desarrollo hacia el cual debiésemos avanzar: el Estado Complementarista o Participativo. Complementarista porque busca el equilibrio del poder del mundo privado con su accionar, el poder público a través del aparato estatal, los expertos y la clase política que forman un todo, y la ciudadanía organizada; Participativo porque los ciudadanos tienen en todo momento voz y voto para encontrar los acuerdos. La idea es generar una “nueva democracia”.

La “nueva democracia” tiene dos tipos de ciudadanos: los activos, que se organizan, participan real o virtualmente organizados a través de diversas colectividades (especialmente locales; con todos ellos primordialmente se trabaja); y los pasivos que por diversas razones no están presentes dentro del proceso. Debe existir, antes que todo, un proceso de educación cívica constante de las masas fomentando la inclusión de miembros a las existentes y la formación de nuevas organizaciones. Pero todo siempre preguntándole a la gente primero antes que todo. Porque eso que llaman demagogia (invento de las élites para tachar de debilidad de carácter al que no imponga una ideología) no es más que ese valioso capital de las necesidades e inquietudes que contienen el secreto de las políticas permanentes y efectivas.

Sin embargo, la ciudadanía toda en las elecciones transfiere su poder para ser representados a nivel político. Desde esta perspectiva cuando uno traspasa el poder de esa manera los escogidos ya son parte de otra clase que no se conecta con la ciudadanía global por responder a nuevas funciones e intereses. Por otro lado, el mundo privado también corre con sus propias motivaciones que desde el paradigma actual son válidas.

Por ello el Estado debe, además, adaptar su marco regulatorio a los tiempos que corren. Como lo he propuesto en otras oportunidades en distintos medios (para más detalle consultar http://maletadeopiniones.blogspot.com) deben considerarse reformas consensuadas sobre regionalización, educación, elección de cargos en la administración pública, entre otros. De ahí la importancia de una nueva Ley Fundamental del Estado que vele por la inclusión y no por la exclusión impuesta hace 31 años. Tampoco sacamos nada si no se ponen reglas claras al mundo privado para evitar que las empresas de distintos rubros nos dejen con un desastre ambiental irreparable del cual se arrepientan en 20 años más pidiendo una disculpa inútil.

Por ello, en la “nueva democracia” debemos procurar un Estado, una ciudadanía activa y un mundo privado que sean capaces de proponer planes de desarrollo que se sometan a consejos realmente representativos, en donde ellos mismos se doten representantes para buscar acuerdos. Partiendo de la lógica de que ningún grupo ganará completamente todo lo que busca se pretende encontrar el punto de equilibrio que trate de generar un desarrollo más armónico. Todo ello redundará en políticas de Estado que trascenderán las barreras de las ideologías y de los gobiernos.

Hay un viejo principio del derecho indiano colonial que la República mató: el Juicio de Residencia. Con él todo funcionario debía responder por sus actos antes de finalizar su mandato. Bueno sería que se reviviera esta relación de los méritos y servicios (en una etapa inicial pueden ser Presidente y Ministros) escapando a la instancia interpelatoria del Congreso. Que un Consejo Fiscalizador de Gobierno transversal se encargara de que en una transmisión abierta y sin ninguna censura preguntara a los funcionarios de gobierno por cómo lo hicieron tras una investigación previa.

Probablemente ninguno de estos postulados llegue a ser una realidad porque en un país como éste la voluntad política es inexistente a la hora de incluir a personas como nosotros más allá del voto cada par de años. Sin embargo es menester romper la barrera de la crítica y pasar a la proposición alucinando con aquella propuesta eterna que circula entre las páginas de la historia: el que todos seamos parte sin exclusiones. Esperemos que propuestas como éstas no sean enterradas bajo las suaves cenizas del olvido.

19 septiembre, 2011

La aurora de Chile: relato de la Independencia. V Parte: 1823 - 1826.

Quinta parte: La batalla final: Chiloé (1823 - 1826).

Al día siguiente de la salida de O’Higgins del Palacio Directorial la Junta de Gobierno declaró por decreto que las desavenencias estaban superadas. A pesar de ello, Coquimbo seguía movilizada con tropas leales a la nueva Junta, Rancagua al mando de José Joaquín Prieto tenía fuerzas leales a O’Higgins, y Concepción, liderada por Ramón Freire negó a reconocer a las nuevas autoridades. Precisamente su idea era hacer una Junta representativa de las tres provincias. Mientras avanzaba desde el sur y al enterarse de que el Director saliente se embarcaba hacia Perú lo mandó arrestar para realizarle el Juicio de Residencia. Mandaron a parlamentar y el acuerdo final fue que en las tres provincias se harían asambleas para ser reemplazadas por un Congreso de Plenipotenciarios. Más tarde le haría este juicio y O’Higgins saldría al norte con su madre y sus dos hijos, Pedro Demetrio y Petronila (a quien nunca reconoció por ser concebida con una indígena).

Entre los días 29 de marzo y 4 de abril gobernó en Chile este Congreso de Plenipotenciarios hasta que asumió el gobierno Ramón Freire como Director Supremo interino. Fue reemplazado brevemente por Diego José Benavente y, tras convocarse a un Congreso Constituyente, asumió el poder el día 1 de septiembre. En esos días se discutía una nueva Constitución redactada por Juan Egaña conocida como Moralista. En ésta, Chile sería un país unitario gobernado por un Director Supremo con un período de 4 años limitado por un Senado de 9 miembros elegidos por votación popular (limitada económicamente) y una Cámara Nacional compuesta por 200 consultores que dirimirían conflictos entre los poderes del Estado y verían temas como las declaraciones de guerra. Declaró firmemente la abolición de la esclavitud.

Las provincias debían llevar un registro de las contribuciones y la policía, la educación científica e industrial, la salubridad, ornato y el recreo de los ciudadanos, las artes y oficios y de la fábrica y era defensora de los impedidos y la representación civil. Si bien reglamentaba los deberes de los ciudadanos buscaba los mejores funcionarios para los cargos y los premios a sus méritos. Es decir, nada que algún reglamento actual no busque: un gobierno de excelencia. Era bastante integral en sus propósitos, los que chocaban con los intereses de las élites. A pesar de la oposición de personajes como Camilo Henríquez y Manuel de Salas, la firmaron destacados hombres como José Gregorio Argomedo (Junta de 1810), Joaquín Prieto (o’higginista) y José Tomás Ovalle (pelucón). Las oposiciones no se hicieron esperar: a punta de decretos y leyes la dejaron disminuida. Interinamente gobernó Francisco de la Lastra hasta que el día 3 de enero de 1824 Freire pudo asumir con propiedad el poder.

Sin embargo el nuevo gobierno enfrentaba un problema que no lo dejaría de perseguir por muchos años: la crisis financiera. El gasto fiscal había aumentado mucho y los ingresos disminuido considerablemente. Casi todas las riquezas del país se destinaban a pagar los compromisos financieros del país y los impuestos ya no se podían subir más. La idea más fuerte fue crear monopolios de productos que estuvieran bajo la tutela del Estado para que particulares se hicieran cargo. La empresa Portales, Cea y Compañía se hizo cargo del estanco del tabaco, los naipes, el té y los licores extranjeros a condición de pagar las cuotas del préstamo. Como fue un rotundo fracaso se le quitó volviendo a manos del Estado. Otro recurso confiscar los bienes del clero, lo que hizo que se rompieran relaciones entre la Iglesia y el Estado. El Papa, en paralelo, se negaba a reconocer a las nuevas repúblicas debido a diversas razones como la misma confiscación de bienes o sustracción de privilegios.

Por otro lado, Chiloé seguía ocupada por los españoles. Freire comenzó campañas sucesivas a la isla al mando del coronel francés Jorge Beauchef. En esta isla que se mantenía fiel a la monarquía se organizó la defensa que primero había sido derrotada por Lord Cochrane en 1820. Sin embargo en 1824 Freire avanzaría con una expedición que se enfrentaría el 1 de abril en Mocopulli. Al mando de Beauchef y Rondizzoni derrotaron a las tropas realistas que recibirían su golpe definitivo en 1826, cuando al mando del mismo Freire junto a Manuel Blanco Encalada, José Manuel Borgoño, José Santiago Aldunate y Giusseppe Rondizzoni en la batalla de Pudeto. Esto se vino a confirmar en el Combate de Bellavista, victorias que derivaron en la capitulación expresada en el Tratado de Tantauco el 15 de enero de 1826. Este tratado firmado entre Ramón Freire, Director Supremo de la República de Chile, y Antonio de Quintanilla, Intendente de Chiloé, estableció que los habitantes de esa zona pasarían a ser chilenos con todos sus derechos y obligaciones, así como el respeto a sus bienes y propiedades. El 22 de enero de 1826 se juraba la independencia de Chile en Chiloé.

Ante la agitación política que se producía en la capital Freire renunció al cargo el 9 de julio de 1826. Fue reemplazado por Diego José Benavente hasta el 2 de septiembre, cuando retornó. Sin embargo, manifestó su deseo de renunciar en el mensaje presidencial de ese año que oficializó más tarde, ante lo cual el Congreso suspendió sus labores para redactar una nueva Constitución. En ese tiempo el país estuvo al mando de una Junta Federativa liderada por José Miguel Infante, quien quedó al mando como Director Supremo subrogante.

Aprovechó la instancia para despachar un conjunto de leyes que darían al país un régimen federal malamente conocidas como Constitución. El país quedó dividido en 8 provincias en las cuales se constituyeron Asambleas Provinciales para elegir a un Gobernador, el que a su vez escogería al Presidente y al Vicepresidente. Cuando las leyes estuvieron listas se convocó a elecciones. Tras un largo debate el jefe supremo del Estado pasaría a denominarse Presidente de la República, quien debía estar acompañado de un Vicepresidente.

El 8 de julio de 1826 el Congreso Nacional tuvo que escoger entre dos candidatos: Manuel Blanco Encalada (pipiolo) y José Miguel Infante (federalista). La cantidad de votantes nuevamente sorprende: 37 electores. Por 22 contra 15 votos triunfó Manuel Blanco Encalada, destacado militar de origen argentino que dirigió la Primera Escuadra Nacional y fue triunfador en Chiloé. La fórmula Manuel Blanco Encalada-Agustín de Eyzaguirre sería el primer gobierno nacional de nuestra historia cuyas funciones comenzaron el 9 de julio de 1826.

Las Leyes Federales serían rebatidas por todos lados y vendrían turbulentos y rápidos cambios de gobierno que desembocarían en una guerra civil que determinaría el triunfo conservador en la próxima década. Pero eso ya es otra historia.

18 septiembre, 2011

La aurora de Chile: relato de la Independencia. IV Parte: 1817 -1823

Cuarta parte: La primera piedra de Chile (1817 - 1823).

Conseguido el triunfo de Chacabuco el desafío era ver a quién se le daba el poder del país. El primer nombre fue San Martín quien se excusó de no poder ocupar el cargo por continuar en la lucha por la emancipación americana. Sin embargo sugirió a O’Higgins, quien luego de muchos ruegos aceptó. Los primeros días usaría una especie de “banda presidencial” de color azul (el de la casa real de Borbón, que después sería reemplazado por los tres colores actuales) y organizó las tropas para enfrentar a los realistas de Talcahuano y las montoneras que estaban en el río Biobío.

Santiago estaba temeroso tras el rumor de que el Ejército de los Andes había sido derrotado y O’Higgins y San Martín estaban muertos. Los patriotas esperaban a los realistas en Talca, pero de sorpresa los atacaron en Cancha Rayada, siendo derrotados. Manuel Rodríguez se proclamó Director Supremo en estas circunstancias organizando un escuadrón conocido como Húsares de la Muerte. O’Higgins, muy enfermo, volvió a Santiago para desmentir los rumores de su muerte recibiendo los vítores de la gente. Más que para desmentir su fallecimiento se asemeja bastante al miedo de perder su poder ante el caudillo.

O’Higgins estaba entre la encrucijada de solucionar los problemas del sur y clarificar las acciones políticas a seguir. Delegó una Junta de gobierno en Santiago integrada por Luis de la Cruz, Francisco Antonio Pérez, José Miguel Astorga y Miguel Zañartu; que expidió un decreto para que los ciudadanos manifestaran su postura tanto a favor o en contra de la Independencia; el apoyo significó contar con el piso político para la causa. En diciembre de ese año, tras el conteo, se procedió a la redacción del acta. El 1 de enero de 1818 en la Plaza de Armas de Concepción declaró y juró la Independencia de Chile. A pesar de ello, el texto no era de todo su agrado (ni siquiera existe el papel de aquella ocasión). Recién el 28 de enero fue entregado a O’Higgins en Talca el texto definitivo elaborado por Manuel de Salas, Juan Egaña, Miguel Zañartu y Bernardo de Vera y Pintado, que fue jurado en Talca el 12 de febrero.

Sin embargo, la independencia no se sellaba del todo. Sería el 5 de abril cuando las fuerzas patriotas (entre ellas militares como Las Heras, Zapiola, Blanco Encalada, Freire y Rodríguez) y realistas se enfrentarían en Maipú. Luego de una larga batalla que se sintió en todas las casas capitalinas las tropas unidas vencieron a las realistas. Maipú fue la primera gran batalla americana que iniciaría el camino al golpe definitivo al poderío español en Ayacucho, en 1821.

A pesar de ello en la zona sur aun los realistas seguían dando golpes a través de montoneras, repuesta que el gobierno dio en la llamada “guerra a muerte”. Los republicanos contaban con el apoyo de Ñidol Longkos mapuche como Venancio Coñoepán, Lorenzo Colipí y otros, los que posteriormente tendrían gravitancia en la Ocupación de la Araucanía. Los realistas contaron con el apoyo de otros como Marihuán, Mañil y su hijo Quilapán. Ese sería el primer paso para que los mapuche fueran vistos en una categoría inferior a pesar de que O’Higgins los tenía como iguales. Las montoneras serían derrotadas recién en 1822.

Desde este relato el principal logro de O’Higgins fue la Escuadra Nacional, con gestiones a cargo del ahora Ministro José Ignacio Zenteno. Fue una gestión incomprendida en su minuto, pero era más importante asegurar la liberación del Perú. Finalmente, entre compra y fabricación, los barcos Pueyrredón, Lautaro, Chacabuco y Araucano formaron la Primera Escuadra Nacional. La vio zarpar el día de su cumpleaños al mando de Lord Thomas Cochrane y José de San Martín.

En 1818 se promulgaba una nueva Constitución que consagraba el poder unipersonal en la forma de un Director Supremo con un mandato indefinido, limitado sólo por un Senado de cinco miembros nombrados por el mismo gobernante. Es decir, O’Higgins se aseguraba el organizar a Chile el tiempo que él quisiera. Este pensamiento estaba muy de acuerdo con lo que planteaba la Logia Lautaro, organización estaba compuesta por los principales líderes de la época y buscaba la liberación de América y el poder unitario, centralista e impersonal. En ella estaban O’Higgins, San Martín, José Ignacio Zenteno, Juan Gregorio de Las Heras y Ramón Freire. Para reconocer a independencia ante Inglaterra el hermano San Martín propuso dar Chiloé a Inglaterra como un protectorado, a lo que O’Higgins se le opuso terminantemente. La Logia se vería involucrada en el asesinato de los principales opositores al Director Supremo: los hermanos Carrera y Manuel Rodríguez. El trasfondo final era eliminarlos para poder gobernar “en calma”.

Aunque dicen que en realidad era porque siempre fue discriminado por no ser noble, abolió los títulos de nobleza reemplazándolos por la Legión de Mérito, premio por los servicios civiles a la nación. También desterró a José Santiago Rodríguez, Obispo de Santiago declarado abiertamente realista, lo que distanció las posiciones entre él y la aristocracia santiaguina. Todo ello a pesar del hermoseamiento del paseo santiaguino de la Alameda y el haber conseguido otro préstamo millonario a Inglaterra.

Todo empeoraría a partir de 1822. El primer hecho que desataría el conflicto sería la aprobación de la Constitución de ese año donde se separaba claramente los tres poderes del Estado, fijaba un mandato con reelección, creaba nuevos ministerios y dejaba al Director Supremo en el cargo. Pero lo que realmente desató las opiniones en contra fue el levantamiento de las provincias al mando de Ramón Freire, Intendente de Concepción, quien en 1823 se declaró abiertamente en contra del gobierno. O’Higgins pensaba que los Senadores no estaban haciendo su trabajo haciendo que se transfirieran sus poderes a él, lo que produjo la rabia. Los conspiradores de la capital sumado a la aristocracia santiaguina y las provincias de Coquimbo y Concepción se rebelaron en contra del gobierno central.

Bajo la excusa de evitar una guerra civil (aunque más era para retirarse con la frente en alto para dejar enaltecida su figura) el 28 de enero de 1823 entregó el mando a una Junta de Gobierno compuesta por Agustín de Eyzaguirre (miembro de la junta de 1814), José Miguel Infante y Fernando Errázuriz. La votación es lo que más impresiona: 12 electores. Luego de tomar juramento al nuevo gobierno dirigiría algunas palabras al plenario señalando que dejaba a Chile independiente, respetado en el exterior y cubierto de gloria. Luego hizo sus maletas y partió con sus más cercanos al Perú para nunca más volver.

“La aurora de Chile: relato de la Independencia” continuará mañana en su quinta parte y final: “La batalla final: Chiloé (1823 - 1826)”.

17 septiembre, 2011

La aurora de Chile: relato de la Independencia. III Parte: 1814 - 1817

Tercera parte: El firme deseo de volver (1814 - 1817).

Cansados y desmoralizados vimos llegar a los patriotas a una Mendoza gobernada por José de San Martín, destacado militar criollo que pertenecía a la Logia Lautaro, una reunión de personas que buscaba la independencia de América de los españoles con un gobierno impersonal y unitario. A ella también pertenecía Bernardo O’Higgins, quien había pedido auxilio para recibir a los desterrados de Chile. Se enviaron más de mil cargas de víveres en caminos del ancho de una mula con temperaturas extremadamente frías. Llegaron el 17 de octubre, siendo O’Higgins reconocido como el máximo superior al mando en aquella ocasión luego de la deslegitimación de Carrera.

Sin embargo, éste intentó imponerse negando la autorización a San Martín para mandar a las tropas; hubo divisiones entre las dos facciones que se resolvieron tras el desafío de las tropas carrerinas a la autoridad de San Martín. Insistiendo en su autoridad, las tropas de Carrera lo desafiaron. Luego de varias vacilaciones muchos desertaron y volvieron a Chile, mientras que los que se quedaron seguirían la lucha en el Alto Perú. Los que no se incorporaron al Ejército Argentino.

Para la Corona perder dominios que había mantenido por siglos no era cosa fácil y entregarlo todo a los vasallos del fin del mundo menos. Rancagua quedaba atrás y se podía, con tranquilidad, avanzar a Santiago. La capital quedó oficialmente ocupada el 9 de octubre, día en que asumió Mariano Osorio, encargado de las últimas campañas victoriosas. Su colaborador más cercano era Vicente San Bruno, comisionado para la seguridad. Por esos días en que todo lo logrado se suprimía para restaurar el legítimo orden se creaban los Tribunales de Vindicación para enjuiciar a todos los traidores al Rey. Si se le encontraba una falta el castigo iba desde una multa hasta el destierro en la lejana cárcel de Juan Fernández. A los exiliados se les confiscaron todos los bienes.

San Bruno era temido por todos, junto a los Talaveras de la Reina, sombra terrible que detenía, torturaba y mataba sin piedad. Cuenta la historia que un día abrió la cárcel fingiendo la libertad de los reos. A su salida les esperaba un pelotón de fusilamiento apuntando directamente al pecho. Esta acción que indignó a Osorio motivó a reabrir la Real Audiencia y reinaugurar la Real Universidad de San Felipe. Sin embargo el Gobernador no tenía el piso político del Virrey quien se jactaba de haber sido él el que restauró el poder español y no el militar chileno. Osorio no se hizo esperar y contestó en un diario limeño desmintiendo todo y diciendo que era él el verdadero responsable. El Virrey lo destituyó y puso en su lugar al no muy bien recordado Casimiro Marcó del Pont.

Llegó a Chile directamente de las cortes españolas a pesar de la oposición de muchos. Repartió a destajo cargos a europeos y criollos peruanos acentuando la animadversión y la represión hacia los opositores. No cumplió ninguna política de reconciliación proveniente de España, así como el indulto a los patriotas que se le mandó aplicar en 1816. A pesar de ello se cuentan a su haber obras como la mejora del Tajamar y varios edificios, sumado esto a la del canal del Maipo. Hay que considerar que su carácter pasó a la historia como afeminado, cosa que puede ser justificada bajo el pretexto de que su ambiente cultural y modales eran muy distintos a los de la sociedad, y que era un hombre sin mucho poder de decisión. Con el odio en el ambiente esto significó crear el mito en su contra que pasó, con los patriotas en el poder, a quedar como verdad.

José Miguel Carrera, en tanto, se embarcaba a Estados Unidos por ayuda apelando a sus conocidos allá. Logró entrevistarse con el Presidente Madison quien se excusó de no poder hacer nada por la liberación de América debido a que se encontraba en negociaciones con España por la compra de Florida. A pesar de ello logró reunir cuatro barcos, armamento y soldados.

En ese intertanto, las tropas se organizaron para el retorno. Estaban alojados en grandes barracas mandadas a construir por San Martín en donde se entrenaban todo el día en jornadas agotadoras: desde las seis de la mañana hasta las ocho de la noche se les preparaba en los más diversos ejercicios y tácticas de guerra. Militares como José María de la Cruz (decisivo en la Ocupación de la Araucanía) y Joaquín Prieto (futuro Presidente) estarían al mando de la tropa; otros como Ramón Picarte y Manuel Rodríguez actuarían como espías.

Muy cercano a San Martín, se incorporó a los preparativos del Ejército. Propuso la rebelión clandestina en Chile quedándose al mando de una pequeña fuerza que hiciera las veces de contrapeso al poder español. Rodríguez ideó una ruta por la que pasaba frecuentemente hacia Chile asestando golpes certeros. Llevó magistralmente el desorden en las tropas contrarias y organizó una red de colaboradores que aparecían y desaparecían a la velocidad del viento. Es así como el general argentino queda cercano a él y a O’Higgins recrudeciéndose las diferencias entre o’higginistas y carreristas; Luis Carrera se batió a duelo con el general ohigginista Juan Mackenna, íntimo amigo de O’Higgins, resultando muerto este último. Dicen que el futuro Director Supremo tendría tanto rencor hacia él tras ello que no se lo perdonaría jamás.

En 1817 se constituyó oficialmente el Ejército de los Andes que tenía como General en Jefe a San Martín. Mandaba a 5423 hombres cuyos jefes más destacados eran Bernardo O’Higgins, José Ignacio Zenteno (más tarde creador de la primera Escuadra), Bernardo de Vera y Pintado, José María de la Cruz, Estanislao Soler, Ramón Freire, Juan Gregorio de Las Heras y José Zapiola. San Martín había diseñado un plan que pretendía liberar al Perú desde Chile pasando la cordillera por los caminos más cortos en dos columnas.

Las tropas salieron el 6 de enero de 1817 tomando en sucesivas ocasiones La Serena, Coquimbo (Cabot), Talca, Curicó (Freire), Copiapó (Zelada), San Felipe, Achupallas (Lemos, San Martín) y Santa Rosa de Los Andes (Soler, O’Higgins y Las Heras). Se resolvió atacar el día 12 dividiendo las fuerzas en dos: una división al mando de Estanislao Soler y otra al mando de Bernardo O’Higgins. La batalla decisiva, Chacabuco, dio como vencedores a los patriotas que, entre las 11 de la mañana y las 2 de la tarde definieron la recuperación de Chile Central. La independencia estaba sólo a un paso.

“La Aurora de Chile: relato de la independencia” seguirá mañana en su cuarta parte, en el episodio titulado “La primera piedra de Chile (1817 - 1823)”.

16 septiembre, 2011

La aurora de Chile: relato de la Independencia. II Parte: 1810 - 1814.


Segunda parte: el primer sueño. (1810 - 1814).

La mañana del 18 de septiembre de 1810 lo más selecto de la sociedad santiaguina repletó la sala del Cabildo. Se discutía allí la mejor forma de gobierno hasta que volviera el Rey Fernando conciliando las divisiones. Siendo consecuente con ello, Mateo de Toro dijo a la concurrencia “aquí está el bastón, disponed de él y del mando”. Si bien habló también Argomedo, sería José Miguel Infante el que motivaría a la audiencia planteando que “si se ha declarado que los pueblos de la América forman parte de la monarquía, si se han establecido Juntas provinciales, ¿No debemos hacerlo también nosotros?” Casi nadie se le opuso.

¡Junta queremos!, gritó la audiencia de pie. Infante leyó la propuesta de gobierno: Mateo de Toro como Presidente, José Martínez de Aldunate como Vicepresidente (intereses del poder real y la Iglesia), Fernando Márquez, Juan Martínez de Rozas e Ignacio de la Carrera como vocales (intereses de los europeos juntistas, los aristócratas de Concepción y los de Santiago). Se escogió también a Francisco Javier Reina (que odiaba la idea de la Junta) y Juan Enrique Rosales (jefe de los ochocientos, del clan realista y antijuntista de los aristócratas Larraín). La Junta logró conseguir el establecimiento de relaciones con la Junta de Buenos Aires, libre comercio con el mundo, reorganizar el Ejército ante un eventual avance napoleónico a América y la convocatoria a un Congreso Nacional.

Podían ser elegidos los mayores de 25 años que tuvieran buena opinión y fama y acreditada prudencia, ocupando 42 escaños. Santiago reclamó como es habitual por su baja representación a lo que la Junta aumentó de 6 a 11 sus asientos. En ellos estarían las tres tendencias: los patriotas (27,5%), los realistas (42,5%) y los que no pertenecían a ningún bando (30%). Ese Congreso asumió el día 4 de julio de 1811.

Las Cortes de Cádiz (asamblea constituyente hasta el retorno de Fernando a la Corona) mandaron buscar representantes. Charles Fleming, militar inglés enviado del Perú para el efecto los mandó buscar pero, al no existirlos, se envió al diputado Bernardo O’Higgins para explicar la situación. Tan buena fue su acción que se retiró solo con un “muchas gracias”.

Hasta el 4 de septiembre de 1811 el Congreso no avanzó mucho en leyes porque se insultaban de un lado a otro sin logros concretos. Ante ello el militar José Miguel Carrera (que había tomado contacto con su familia y urdido algunas conspiraciones) dio un golpe militar ese día para elevar la causa revolucionaria. En nombre del pueblo y con el Ejército impidiendo el paso de los diputados dio un golpe que buscaba cambiar la composición del Congreso. Con eso se ganó el odio de la Iglesia y la aristocracia más conservadora.

Se instauró una Junta compuesta por Juan Enrique Rosales, Juan Martínez de Rozas y Gaspar Marín (de la Junta de 1810), Martín Calvo y Juan Mackenna. De mayoría patriota (50%), tramitó leyes fundamentales como la de Libertad de Vientre, a supresión de la contribución a las iglesias, una Ley de Cementerios (Bernardo O’Higgins) y la creación de la Provincia de Coquimbo. Sin embargo, Carrera dio un nuevo golpe instalándose como Presidente de un triunvirato (¿Buscaba subir en el poder?), mandatando junto a Gaspar Marín (único sobreviviente de la Junta de 1810) y Bernardo O’Higgins (conocido independentista pero algo más moderado). Sería provisional pues el 2 de diciembre apuntó los cañones hacia el Congreso disolviéndolo obligando a todos a renunciar. Para él la voluntad popular no estaba allí.

Su mandato se caracterizó por firmar el Reglamento Constitucional de 1812 (fidelidad al rey pero dictaminando a su vez que ningún extranjero pudiera entrometerse en los asuntos nacionales), símbolos patrios para fortalecer la identidad nacional, establecimiento de relaciones con Estados Unidos y fundación de la Biblioteca y el Instituto Nacional. Con medidas como éstas, aunque excelentes en pos de la independencia, se estaba sintiendo “representante único de la voluntad popular” pareciéndose mucho a Napoleón. Sin embargo dos sombras se le oponían: el desconocimiento de Concepción a su mandato que lo dejó al borde de la guerra civil y la Logia Lautaro.

Para la Corona, Chile ya había sobrepasado todos los límites, enviando una expedición al mando de Antonio Pareja. Los patriotas fueron masacrados en Yerbas Buenas pero victoriosos en San Carlos. Carrera decidió sitiarlos en Chillán esperando la rendición coincidiendo con uno de los inviernos más fríos de la década. Algo deslegitimado por esta inútil acción casi pierde en El Roble pero Bernardo O’Higgins logra dar vuelta la situación.

Gabino Gaínza fue enviado por la Corona para dar un nuevo golpe, siendo vencido en El Quilo y Membrillar pero vencedor en Cancha Rayada. Nuevamente los patriotas perdían. Luego de que Gaínza perdiera en Quechereguas parlamentó con O’Higgins en Lircay. Acordaron que los patriotas reconocían al Rey Fernando pero los realistas reconocían al gobierno chileno y retiraban las tropas. A pesar de que O’Higgins insistió en que era para ganar tiempo los Carrera respondieron furiosos organizando a las tropas en Santiago. El primero ordenó a las tropas del sur y se enfrentaron en Tres Acequias.

Mientras estaban combatiendo y O’Higgins perdía éste se enteró que una nueva expedición al mando de Mariano Osorio entraba por Talcahuano reconociendo a Carrera como General en Jefe dejando a un lado las diferencias. En Rancagua se quedaron Juan José Carrera y Bernardo O’Higgins atrincherándose en la plaza; más al norte se quedó José Miguel Carrera. Cuando llegaron los realistas cortaron el agua y prendieron fuego a la ciudad O’Higgins mandó a pedir ayuda. Carrera se la negó haciéndose el desentendido (me aventuro a decir que era para que muriera), ordenando a los que allí se encontraban y rompiendo el cerco realista.

Las alarmas se encendieron en Santiago. Muchos escaparon a los sectores rurales y huyeron a Mendoza. Los que lo hicieron fueron acompañados de militares como Juan Gregorio de Las Heras, Remón Freire y Juan Mackenna. José de San Martín, Gobernador de Cuyo, los recibió cansados y desmoralizados tras un viaje por senderos fríos, difíciles y estrechos al punto que en algunos sólo cabía una mula. A pesar de haber salvado la vida venían con la pena profunda de la derrota y la secreta esperanza de volver.

Continuaremos con La Aurora de Chile: relato de la Independencia mañana en su tercera parte: “El deseo de volver (1814 -1817)”.

15 septiembre, 2011

La Aurora de Chile: relato de la Independencia. I parte: 1808 - 1810.


Prólogo

Por estos días todos hablamos de la Primera Junta Nacional de Gobierno y Mateo de Toro y Zambrano, de Carrera y Rodríguez, de la Reconquista y Marcó del Pont, de San Martín y O’Higgins. En fin, de personajes y acontecimientos que por años nos han ordenado en la cabeza sin darle una mayor profundidad y un análisis global.

Más allá de todo, desde mi perspectiva, un compilado de los principales hechos y circunstancias de aquellos años, en un país donde su proceso de independencia no fue liderado por las masas y que comenzó más por el curso de los hechos que de forma intencionada. Una independencia que se parece más a un separatismo y obtención de soberanía que al verdadero logro de la absoluta libertad.

Esta es la historia de una franja de tierra al sur del mundo que obtuvo luego de sangrientas luchas, ardorosas discusiones y esforzados logros ese sentimiento de libertad que tanto anhelaban algunos de sus hijos. Un proceso que dio como resultado esto que hoy llamamos Chile.

Para analizar el período de la Independencia desde sus antecedentes previos hasta la derrota definitiva de los realistas situaremos como fecha de inicio el 11 de febrero de 1808 cuando fallece el Gobernador Luis Muñoz de Guzmán, y como término la asunción del mando del primer Presidente de la República de Chile, Manuel Blanco Encalada, el 9 de julio de 1826 (tras la incorporación de Chiloé el 22 de enero de ese año).

Primera parte: Los turbulentos inicios (1808 - 1810).

Corría un sentimiento de pesar en la Capitanía General pues nos dejaba uno de los más ilustres hombres que pudiera dar la tierra a este rincón del mundo. Luis Muñoz de Guzmán fallecía el 11 de febrero del año de 1808. Tan fructífero fue su gobierno y tanto hizo por Santiago del Nuevo Extremo que comenzó las obras del canal del Maipo, avanzó en los eternos Tajamares inconclusos y la Casa de Moneda, el edificio del Consulado y varias iglesias.

En aquella ciudad de calles empedradas por el Gobernador en su mandato no sólo se ensayaba la vacuna contra la viruela sino que también Doña Luisa, su mujer, era el broche de oro de un territorio que progresaba. Dama de Honor de la Reina fue famosa por sus aires de gran señora y que recomendó formar una sociedad de literatos. Sin embargo, una denuncia anónima lo sacó del cargo por motivos injustificados. A pesar de que no fue cierto para no ensuciar su justificado buen nombre renunció.

Durante dos meses fue don Juan Rodríguez Ballesteros el que ocupó el interinato hasta la asunción de un nuevo mandatario designado por el Rey. Por aquellos azares de la vida fue destinado a la Audiencia de Santiago lo que le permitió asumir el mando. Pasado aquel tiempo la Audiencia dejó de gobernar por Orden Real y se procedió a buscar a los candidatos a la sucesión. Eran tres: Francisco Antonio García Carrasco (Cuerpo de Ingenieros), Luis de Alava (artillería) y Mateo de Toro Zambrano y Ureta (Conde de la Conquista). Debido a que era la rama más antigua existente fue el primero convocado para tal efecto.

Siempre trató de demostrar que era él quien mandaba y lo hacía saber a toda la población santiaguina, como mostrando que el poder español en América se mantendría a pesar de las dificultades que estuviera viviendo el Rey. Su carácter generaba desconfianzas en los vecinos de la capital, lo que vino a confirmarse por culpa de lo acaecido en un barco: la Scorpion.

Esta fragata inglesa pertenecía a un comerciante que se dedicaba al contrabando; fue traicionado y asesinado para poder apoderarse del cargamento. La sorpresa fue mayúscula al saber que tanto el Gobernador como su secretario Juan Martínez de Rosas estaban involucrados. Como si fuera el Chile actual, la popularidad del gobernante se fue a pique.

Se “detuvo por sospecha” a ilustres personajes como Bernardo de Vera y Pintado por realizar reuniones sospechosas donde se alucinaba con la idea de una Junta de Gobierno. A pesar de que el Gobernador pedía juicio en Lima (algo así como una extradición), la opinión pública y el Cabildo pidieron que se les enjuiciara en Chile. Tuvo que aceptar. La respuesta: la amenaza de una “perturbación del orden público”. Se acuarteló en la artillería rumoreándose que buscaba la lealtad de personajes que luego tendrán mayor gravitancia como Agustín de Eyzaguirre y José Gregorio Argomedo.

Al anochecer del 13 de julio de 1810 las cosas ya no daban para más: en la plaza de armas de la capital se reunió una multitud que, con armas escondidas, exigía saber lo que pasaba. Finalmente, nada ocurrió. A pesar de la respuesta con vigilancia policial de García Carrasco gran parte del “pueblo” santiaguino pidió, a imitación de Buenos Aires, la formación de una Junta de Gobierno. La Real Audiencia lo convocó para que renunciara, postura que aceptó.

El día 16 de julio de 1810 asumió como Gobernador Don Mateo de Toro Zambrano y Ureta, ante la imposibilidad de la asunción del mando de Don Luis de Alava. Las presiones no se hicieron esperar: los más “exaltados” pedían que se conformara una Junta que gobernara hasta que retornara Fernando VII. A pesar de las trabas de la Corona para impedir el gobierno nacional, el militar cedió a las presiones para convocar a tal reunión.

Sin embargo, este octogenario personaje era fácilmente manejable. Luego de días de largas e interminables conversaciones donde triunfó la postura de la Junta, se enviaron las invitaciones “para el día 18 del corriente (...) a tratar los medios de seguridad pública, discutiéndose allí qué sistema de gobierno debe adoptarse para conservar siempre estos dominios al señor don Fernando VII”.

Continuaremos esta historia mañana con La Aurora de Chile: relato de la Independencia en su segunda parte: “El primer sueño (1810 -1814)”.

14 septiembre, 2011

Elegir a mi jefe: ¿Un sueño posible en la administración pública?

Cuando el mundo occidental quiso desligarse de la monarquía como su forma de gobierno buscó en cada rincón alguna forma de gobierno que garantizara, al menos en principio, la participación de todas las personas, del “pueblo”. Aunque en un principio sólo fueran masas incultas y llenas de vicios las que quisieran llegar al poder desde el punto de vista de las élites, con el tiempo fueron adquiriendo más relevancia.

A costa de luchas sangrientas, muertes y manifestaciones con todo tipo de finales las personas como usted o como yo pudieron acceder al sufragio con el sentimiento de cumplir un deber cívico y una responsabilidad.

La democracia moderna, ese régimen convenido para reglamentar la participación en cualquier ámbito, ha llegado al punto de que desde que uno es niño se enfrenta al concepto. A través de la vida uno elije cargos para el curso, la universidad y el sindicato, cuando hay que ponerse de acuerdo para alguna cosa importante en un grupo, entre muchas otras situaciones.

Todo bajo la premisa base: “mayoría manda”.

Y así también se nos convoca cada cierto tiempo a escoger a nuestras autoridades locales, regionales y nacionales, apelando a la participación de los que en un momento determinado se encuentran en un país. Pero para que nosotros pudiéramos votar a través de una papeleta única con una cédula única haciendo una fila de la forma en que lo hacemos tuvieron que pasar siglos. Porque el cohecho (que hasta hoy se ve en nuevas formas encubiertas por los partidos con más dinero), la amenaza y el voto supeditado a lo que diga el patrón fueron realidades que a punta de esfuerzos colectivos de todos tipos y desde todos los frentes pudieron cambiarse.

Como pueden ver la democracia está en casi todas partes, incluso en la vida cotidiana. Esta es la parte donde propongo un delirio sobre el cual todos me podrán acusar de locura y delirio sin sentido, pero que se lo piensan bien es completamente posible: ¿Sería posible elegir democráticamente a nuestros jefes?

Yo le pregunto a usted, persona que trabaja en una empresa pública, que sabe cómo funciona la cosa en la pega, donde las papas queman: ¿El director nuevo que llegó nombrado porque se cambió de gobierno (no sólo ahora, sino que los que habían antes), es tan bueno como le dijeron o parece más que colocaron al pariente de alguien?

Una medida efectiva para acabar con el nepotismo y el compadrazgo, tradiciones que se arrastran desde el siglo XIX en Chile, sería que los propios trabajadores escogieran a quien creen que por sus capacidades o méritos puede regir los destinos de la empresa.

Otro aspecto a considerar es que esto le daría continuidad al trabajo realizado. Cuando alguien nuevo llega se rompe en cierta forma con lo realizado anteriormente tratando de destruirlo para comenzar algo nuevo de forma radical. Además daría mayor representatividad y motivación a la participación a los trabajadores el hecho de elegir al jefe de forma literal.

Partiendo de la base que las empresas privadas se rigen por reglas propias y que las empresas públicas tienen algún grado de relación con el Estado se puede hacer un cambio innovador a través de un plan que puede denominarse “Yo elijo: Plan Nacional de Elección de Cargos en Servicios Públicos”, coordinado por el Ministerio Secretaría General de la Presidencia, que vela por el seguimiento de los proyectos de ley. Para ello, se pueden nombrar coordinadores regionales y locales que se acompañen de asesores externos que velen por la transparencia del proceso.

Luego de preguntar en votación a todos los trabajadores si quieren someterse al plan luego de ser explicado, con una respuesta afirmativa se puede preguntar si quieren que siga la actual administración o si debe ser cambiada. En caso de que se rechace la propuesta de ratificación de los directivos en ejercicio se les puede solicitar a los trabajadores que propongan desde ellos mismos a quién creen más capaces de conducir de buena forma a la repartición pública. Cualquier decisión que se tome deberá, eso sí, estar ratificada automáticamente por los organismos del Estado correspondientes para asegurar el cumplimiento estricto de los acuerdos tomados.

Lo más seguro es que los políticos y prensa opositores desacrediten el proceso mostrando cifras y balances que apunten a que los nuevos escogidos son menos eficientes que los que puedan nombrar los gobiernos. Pero, ¿Quién mejor que una persona que trabaje en la empresa para saber cómo funciona y mejorarla? ¿Por qué no creer en los trabajadores, el recurso más valioso de una empresa, y en su poder de acción? ¿Tanto miedo tendrían los políticos y los empresarios de este proceso y de ver cómo los trabajadores responden?

El que no tenga ningún pecado que arroje la primera piedra, y el que tenga una mejor propuesta de participación similar a ese nivel que lance la primera propuesta. Porque cada trabajador sabe cómo funciona la empresa. Eso le da más legitimidad a su nombramiento que cualquier cargo impuesto desde la amistad de quien esté al mando.

Porque de eso se trata la democracia: de que todos participen. Con esto se suma una nueva reforma: a la elección de la dirección pública.

10 septiembre, 2011

Un cuento sobre el 11 de septiembre: "reunión familiar".

“Porque nos hemos ganado la democracia, plena, estable, con total participación, avancemos juntos hacia un país ganador”.

Propaganda electoral plebiscito 1988, opción Sí.

Juancho Allende un día se metió a YouTube y se encontró con esos videos añejos de la publicidad del plebiscito de 1988. Por curiosidad y porque siempre había oído hablar cientos de cosas sobre la época quiso ver uno, encontrándose con frases como “usted decide, o seguimos adelante o volvemos a la UP”, videos donde el Presidente estaba “en acción” en una Isla de Pascua con verdadera integración; y un camión que aplastaba lámparas, televisores, un coche de guagua y tenía la intención de aplastar a una niña que, temerosa, sostenía una muñeca. Al son de “son los del no, mamá, la nueva UP”, quedó asustado por algunos instantes y llamó a su mamá. Ésta lo sacó de inmediato del computador y lo sentó en la mesa para conversar un rato.

Sandrita Pinochet, en paralelo, se encontró en YouTube accidentalmente con varios videos de la conocida música donde la alegría eternamente está por venir. Observando atentamente secuencias donde una señora va al almacén a comprar dos bolsitas de té y, por su pobreza, no puede comprar más que una; u otra donde nadie lo podía ver, quedó impactada por la cantidad de gente que tenían esos videos y lo pegajosa de las canciones. Cuando bajó tarareándolas para almorzar su papá puso el grito en el cielo.

A Juancho le hablaron de que nunca se olvidara de las atrocidades que cometieron los militares en la población y que se llevaron a mucha gente allí. Muchas madres incluso hasta poco antes de morir aun miraban por la ventana a ver si sus hijos volvían. Que, aunque en esa época se conocieron con su papá y fueron bastante felices, en esa época la sufrieron bastante. Porque tenían que llegar muy temprano a la casa por el toque de queda, porque los militares eran implacables cuando se trataba de castigar, porque el viejo este censuró, mató, torturó. Principalmente, los que mejor lo pasaron fueron los más ricos porque se pudrieron en plata, manteniendo su poder, algunos, hasta hoy en el gobierno. “Son los mismos de Chacarillas, hijo, los que hoy bajan a gobernar”.

A la Sandrita, en cambio, le contaban que esos comunistas tenían el país para la pura embarrada, que tenían al pueblo armado y listo para la guerra civil, que Chile se convertiría en la próxima Cuba y alguien tenía que intervenir. Había que hacer cola desde la madrugada para conseguir leche condensada, azúcar, café; que estábamos hasta la tusa con el chancho chino, que gracias a Pinochet hoy somos líderes en Latinoamérica y despegamos más que los demás. Que gracias a él Chile se liberó de las garras del marxismo.”Cuando estaba Pinochet había trabajo, no había pobreza ni delincuencia. No como después que con la Concertación todas esas cosas pucha que florecieron”, replicaba en la explicación su padre.

Sin entender mucho, ambos escuchaban pacientes y comían en sus respectivas casas. Fuera arroz con pollo y ensalada de betarraga o cazuela de ave con ensalada de lechuga en ambas casas se acompañaba con la sazón del pasado. Quienes hablaban sobre el tema, cada uno desde sus vivencias, lo hacían de una forma tan apasionante que producía una mezcla entre sorpresa, temor y rencores. Porque, desde un lado, nadie va a devolver a los muertos ni a los desaparecidos; desde el otro, nadie sabía lo que era vivir en ese gobierno comunista.

Juancho se preparó para ir con sus padres a la casa de Sandrita. Los padres de ambos no se conocían por lo que eres una total sorpresa conocer a sus primeros consuegros. La sorpresa fue mayúscula cuando el papá de Sandrita vio en tamaño gigante el cuadro de Pinochet firmado con dedicatoria en el living de la casa.

Después de saludarse y comentar un par de cosas las miradas sospechosas de los consuegros no pudieron evitarse, más aun cuando se dijeron los apellidos y se calentó la conversación. Descalificaciones y acusaciones que iban desde el asesino hasta el conspirador iban y venían. El pasado parecía que salía a flote sin que nadie los contuviera.

Pero cuando se dieron cuenta de que ni Juancho ni Sarita estaban en la mesa corrió un silencio de cementerio. Cuando los encontraron con la mirada fija en la conversación les preguntaron qué pasaba. Sarita les dijo “que respiraran profundo, se tranquilizaran y que si no querían echarle a perder la convivencia a los hijos siendo ya de la misma familia los padres debían perdonarse a sí mismos y perdonar al otro dejándose de acusar por épocas que ya pasaron”.

“Sí, ni los pesares ni los muertos pueden ser compensados -replicó Juancho-, pero es de personas sensatas conversar del pasado sin mirarse con odio. Ya han pasado tantos años y tanta agua debajo del puente que ya está bueno poner todo de sí para perdonarse y seguir la vida sin olvidar lo que pasó, reflexionando del tema siempre, para sacar de ello las mejores lecciones”.

Justamente ese día domingo 11 de septiembre, a 38 años de aquella fatídica fecha, ambos consuegros se comprometieron a conversar con calma cuando saliera el tema y a no descalificarse más.

Porque de eso se trata vivir en democracia: defender las ideas propias y respetar las contrarias en el respeto al otro. Porque para ello se luchó por la democracia: para que todos pudiéramos convivir sentados en la misma mesa.