Tweet Segui @dini912030 Maleta de Opiniones: diciembre 2011

26 diciembre, 2011

Bienvenido al Club: aves del mismo nido vuelan juntas.

Es increíble lo que conseguiríamos si nos detuviéramos un minuto en el largo camino de la vida a reflexionar sobre los códigos que esconden ciertos símbolos con los que estamos acostumbrados a vivir cotidianamente. El uniforme de las nanas ha dejado en evidencia múltiples problemas que subyacen a uno de los empleos más nobles de nuestro país. Es necesario establecer algunas conclusiones con respecto a este tema antes que la conversación al respecto sea cubierta por las suaves cenizas del olvido. Antes que el Año Nuevo le gane a esta noticia es necesario levantar la voz para aclarar ciertas cosas.

La Ministra del Trabajo ha hablado de indignación, que no es posible que una ley nos venga a remecer los cimientos para que cambiemos ciertas actitudes. Y no deja de tener razón: en uno de los países más conservadores de Latinoamérica y que se declara, inconscientemente, amante de la ley de maneras esquizofrénicamente aceptadas (vamos camino a las 25 mil) si una intención de cambio no está bajo la tutela del Imperio del Derecho, simplemente, no existe.

Como sociedad nos ha estallado esta realidad una vez más en la cara: el sistema señorial no ha muerto. Tres trabajos nos muestran las cosas tal cual son: los jornaleros, los temporeros y las nanas. Es cierto, se han realizado avances en fiscalización (aunque poca o nula), en equiparación del sueldo al salario mínimo (progreso elaborado en la anterior administración) y normalización previsional (en la realidad, existe una mayor conciencia sobre pagar las cotizaciones al día y respetar las vacaciones).

Sin embargo, no nos obnubilemos: Chile es arribista, clasista, segregador y, lo peor: cuando nos dicen las verdades en la cara las miramos con asombro y negamos de su existencia. De ese Chile que hemos heredado de los conquistadores convertidos, con la Colonia, en nobles, han quedado ciertos símbolos que se reafirmaron con la República: símbolos que subrepticiamente legitiman a una élite que se impone a la masa. La gran familia chilena ha establecido clubes con múltiples beneficios a los que sólo se puede ingresar con una renta. Y van más allá de la simple reunión o de adquirir un sitio para jugar tenis con el jefe: se ubican en sectores inaccesibles en medio del bosque, toman jugo natural en estilos arquitectónicos ultramodernos, poseen kilómetros de jardines que ya se los quisiera cualquiera.

No, no es resentimiento. Es poner en evidencia que al Club no entra cualquiera.

La gran familia chilena viste a la nana con los colores del futuro gris (“sus colores”) para, inconscientemente, diferenciarla de los que pagan la membrecía. Y no sólo eso: no le ayuda en el orden de la casa porque para eso se le paga. Para que decir si la deja entrar a la piscina: no ve que va con faldas muy cortas y genera escándalo en nuestros socios (no ve que como hace calor debe andar con traje de baño largo y las alforjas hasta los tobillos porque jamás han visto un par de piernas asoleándose; la señora se puede enojar).

En vez de quejarse tanto por la medida (y junto con ello, revisar y derogar la normativa que tanto revuelo causó), la gran familia chilena debería cambiar esta actitud enferma de enamorarse de los símbolos para diferenciarse. A todo le encuentran un resquicio: ya pasó con el uniforme escolar. Antes era uno solo; sin embargo, los centros de padres le cambiaron el color en pro de la identidad escolar. No bastaba con colocar solamente una insignia: tenía que ser la vestimenta entera. ¡No nos vayan a confundir con los del liceo municipal!

Cambiemos la actitud, tratemos mejor a la nana, paguémosle en el día que corresponde, respetémosle las vacaciones, ayudémosle a hacer las cosas de la casa. Como gobierno apuren los trámites y fiscalicen como la gente (pero de sorpresa si porque si les avisan cumplen la norma como por encanto). Como Congreso aprueben la normativa y no la guarden en el cajón que no sirve ahí.

Así se cambia Chile: no con promesas trilladas, no prometiendo ser la fotocopia del Edén europeo o norteamericano, no diciéndole a la gente que se aprobará la tremenda ley cuando en realidad la letra chica es más larga que la Carretera Panamericana. Así se cambia Chile: con verdad y respeto, con sinceridad y entendimiento, sacándose la venda de los ojos y mirando más allá del muro de dos metros cuarenta.

Porque sólo así esa humilde Virgen María que tanto dicen respetar podría entrar al Club sin ser segregada. Sólo así cuando se elimina el uniforme se cambia la actitud y no nos golpeamos con una piedra en el pecho el domingo en Misa en vano.

23 diciembre, 2011

Carta pública al Club de Golf Chicureo.

"Debido al aumento de niñeras en el sector piscina, les recordamos a nuestros socios el Artículo Nº21. (...) En caso de utilizar espacios exteriores podrán ser acompañados por nanas o niñeras; (...) deberán vestir su uniforme o tenida que las identifique como tales".

Estimada directiva del Club de Golf Chicureo:

Esta será una de las cartas públicas más extrañas y con más toque de resentimiento que recibirán en la vida. Parece que el país no entiende el modo de vida ni los códigos que se manejan en el barrio alto de Chile; es cierto, la gran masa de la población no lo entenderíamos nunca. No poseemos los apellidos rimbombantes y con tradición que los caracterizan (especialmente el señor Bunster, descendiente -probablemente- de uno de los financistas de la Ocupación de la Araucanía), ni las grandes fortunas que manejan. Nuestras vacaciones no son ni a El Tabo ni a las Termas de Chillán, ni apostamos nuestro dinero en algún casino de nombre reconocido. Muchos de mis parientes y amigos viajan, con mucho esfuerzo, por el día a la costa, y juegan en las “máquinas” del negocio de la tía lucha.

Sin embargo no puedo dejar de mirar con asombro e indignación cómo es que las nanas, esas nobles y abnegadas trabajadoras, son miradas en una categoría inferior por la condición laboral con la que conviven desde hace siglos. Pensé, por un minuto, que esta realidad había cambiado, pero en realidad no es así. Quiero arrogarme en esta oportunidad el representar a muchas nanas y familias de tales que no tienen voz: soy orgulloso hijo de una y no podía quedarme callado. Menos imaginándome a mi madre que, ante la falta evidente de dinero, estuvo a un paso de trabajar para gente como ustedes.

¿Quién tiene la autoridad en este país para decidir lo que está bien y lo que está mal? ¿Quién tiene el derecho, legitimado ante todos, de calificar a las personas por su categoría social?

Nuestra patria, ciudadanos, es una mezcla de muchos guetos en la que estamos casi condenados a nacer, crecer, reproducirse y morir. El que nació gerente tuvo un hijo que ocupó la empresa del papá y mandó al nieto a la mejor universidad. El que tuvo un padre político introdujo a su hijo a la política y al nieto ya lo tiene camino a ser Presidente. La nana tuvo la madre nana que trabajó en la misma casa con varios embarazos a cuestas casi hasta dar a luz, de sol a sol, tuvo una hija nana y una nieta en la que se ponen todas las esperanzas para que tenga un mejor pasar.

¿Ustedes tienen idea lo que es ser nana? ¿Saben lo que es levantarse a las 6.30 de la mañana y recorrer la ciudad por atenderles, llegar allá y recoger la ropa sucia (y las vergüenzas del día anterior), hacer la comida (a veces improvisando porque la señora “trajo gente a comer”), hacer el aseo de la casa hasta dejar impecable, volver a recorrer otras dos horas de camino, hacer el aseo de su casa, cocinar para el día siguiente, atender a los hijos y dormir más cansada que la cresta?

No, no tienen idea, porque su tranquilidad está en que le están pagando y es su trabajo. No hay argumentos.

Para ustedes, la tranquilidad que hacen las cosas bien (y que, de paso, el país está bien) es que su campo de visión es el jardín y un muro de 2,40 metros. Más allá sólo un largo camino que los separa de la ciudad. La garantía de que no son delincuentes es que compran ropa con débito sin cuotas y de marcas carísimas, tan caras que una camisa representa el pedido de un mes. Leen El Mercurio porque les dice lo que quieren oír y ven canales extranjeros para diferenciarse. El uniforme lo llevan puesto todo el día: es su forma de demostrar que pertenecen a la misma clase.

La nana no puede entrar sin el uniforme a la selecta mesa del club: debe mostrar que está trabajando y no roba, que salió de su sector para ir a servirles el desayuno y levantar la ropa interior que por flojera no dejaron en la lavadora, debe demostrar que cuida a los niños. ¡¿Para qué hacer una tremenda obra y dejar que se bañen ella y sus hijos, si no pagan la admisión?! ¡Que se bañe con el agua del grifo de su población la rota!

Estimados señores del Club de Golf Chicureo: deberían copiar a esos patrones que dejan que las nanas se sienten a la mesa con los patrones y coman del mismo plato, o que vayan a vacacionar con los niños en el mismo auto: no es ningún pecado. Esa pseudo-conciencia católica que tanto pregonan deberían ponerla en práctica: si la Virgen María viviera hoy no podría bañarse en la piscina. Debería darles vergüenza estar en la boca de medio Chile por esta actitud que demuestra su inconsciencia contra quienes realizan una de las labores más nobles del mundo: limpiar lo que ustedes dejan sucio.

Espero que esto les sirva para que cambien esta actitud vergonzante y se abran a conocer ese Chile de los desheredados, de los que trabajamos con las manos para cambiar nuestra realidad, de los que día con día abrimos un surco en medio de la calle gris para soñar con que los hijos tendrán un mejor futuro que los padres.

Muy atentamente,

Diego Vrsalovic Huenumilla.

Estudiante, columnista de medios.

16 diciembre, 2011

¿Qué significa ser del Pablo Neruda?


Y aunque las lágrimas broten, volamos hacia los sueños e ideales que nuestro corazón desea cumplir en el pronto futuro. Porque aunque este recinto esté lleno de tristeza y adiós, y quizás por dentro no queramos marcharnos, nuestras almas seguirán con el recuerdo vivo, con el Pablo Neruda marcado a fuego en el alma y en el corazón.

Discurso licenciatura cuartos medios, 2008*.

Las palabras que aquí evoco no están puestas al azar: son parte del final de uno de los tantos caminos que se han tejido en avenida Balmaceda. Un recinto que ha forjado cientos de pensamientos y virtudes que han servido a la ciudad, a la región y al país de múltiples maneras llevando el sello de las enseñanzas que aquí se imparten. En muy breves palabras quisiera contarles cuáles son las fortalezas del Liceo, lo que significó para mí y por qué habría que priorizarlo como la mejor opción frente a muchos otros establecimientos.

Hablar del Pablo Neruda es remontarse a uno de los centros de enseñanza más antiguos de la Región de La Araucanía, con doce décadas en los que ha cosechado múltiples éxitos en lo deportivo, en lo artístico, en lo cultural y en lo académico. Es formar parte de una gran familia en la que conviven todos los sectores políticos y sociales en igualdad de condiciones. Es pertenecer a uno de los baluartes de la educación pública en la que visten el mismo uniforme el hijo del gerente y el del empleado sin distinción alguna. Es respirar un sentimiento único en cada uno de sus pasillos teniendo la seguridad que se accede a una sólida educación en conocimientos, valores y actitudes que marcará la vida entera. Es, en síntesis, una de las mejores escuelas de preparación a la vida en todos sus sentidos.

En lo personal, representó una etapa trascendente en mi vida. Gracias a los profesores pude moldear la persona que era y fortalecerla en el camino a la adultez. Conocí personas que son fundamentales en el camino de la existencia, pasé por experiencias únicas, interactué con toda clase de personas, formé un conocimiento integral. A pesar de las dificultades que pudiera tener el Liceo no dejó que fuera menos que los demás, una de sus grandes fortalezas: si no hay para el almuerzo, ahí se brinda; si no se puede pagar un preuniversitario ahí se da (y sin pagar un peso, y de calidad; nada que envidiar a los otros); si hay complicaciones de algún tipo ahí se brindan las herramientas para solucionarlo. En síntesis, representó una valiosa base en todas las áreas del conocimiento no sólo en la teoría más recurrente, sino en el complejo mundo de la filosofía y las letras.

No puedo dejar de reconocer, en este sentido, la completa preparación en el mundo de las ciencias (que se puede apreciar en sus múltiples talleres, actividades y logros) y en las humanidades, el camino que elegí, especialmente en el mundo del debate, donde el Pablo Neruda ganó un torneo nacional televisado a uno de los establecimientos más fuertes del país, de la mano con el profesor Juan Jiménez.

En este sentido no se pueden omitir las fortalezas que posee el Liceo. Como en todas partes se hace una contribución, que es muy pequeña y que brinda una serie de beneficios que en otras partes costarían mucho más. Esto nos permite acceder a profesores que se encuentran en constante perfeccionamiento y que entregan una enseñanza muy completa y que nos pone a la par con otros colegios particulares. Pero no solo eso: como he destacado, uno entra a una comunidad de aprendizaje vinculada con su medio, con una gran familia de la cual uno no se desprende jamás.

Por eso, el Pablo Neruda de Temuco es la mejor alternativa no sólo en conocimiento y calidad de la enseñanza, sino que para tener un primer acercamiento a lo que es la vida en lo positivo y lo negativo. Convivir con todos y conocer muchas realidades estando de igual a igual en comunidad es algo que no se consigue en todas partes. Lo que marca la diferencia con los demás es la tradición y ser parte del liceo más antiguo de La Araucanía.

Hoy, como futuro profesor de Historia, Geografía y Ciencias Sociales, puedo comprobarlo. No hay mejor lugar para empezar la vida que el Liceo Pablo Neruda de Temuco.

*Este artículo no alcanzó a salir en un documento del Liceo pero lo difundo para que la comunidad de la Región sepa lo que significa estudiar en este lugar. El discurso fue pronunciado por mí en el año referido.


15 diciembre, 2011

La risa.

Nuestra sociedad es tan pacata que le tiene una aversión a la risa. Reírse es ser desubicado, es salirse de la norma, es algo oculto que no debe ser mostrado, es quedarse callado porque no corresponde. Es verdad, a veces por ubicación o porque no es el contexto no se puede, pero las más de las veces nos hacen callar porque simplemente no hay que hacerlo.

La sociedad chilena le tiene pánico a la risa. No sé si será el clima o la conformación histórica como colectivo social, pero éste valora más la seriedad porque demuestra que la persona es responsable y trabaja bien, la fortaleza porque demuestra que la persona está bien armada, la belleza porque, por alguna extraña razón, es signo de mil virtudes. Pero no se vaya a reír usted porque los tres sujetos que le acabo de describir lo mandan a callar.

No hay que reírse mucho porque seremos igual que monos, no hay que salirse de la norma porque seremos mal mirados. Especialmente en las mujeres: la señorita que se ríe mucho pierde respeto, es mal vista y deja de serlo. En síntesis: esa emoción que nos sale del alma y que muchas veces no podemos evitar es reprimida porque a los demás no les gusta. Como sociedad estamos tan enamorados de esas virtudes que forman parte de una piedra que no dejamos espacio a la risa.

Pregunta: ¿Alguien de ustedes es absolutamente serio, absolutamente responsable y absolutamente bonito? Si es así, que bueno, bien por usted; pero le cuento que la mayoría de la gente no lo es. Y esa mayoría se acaba de dar cuenta que en realidad es la sociedad la que empuja a que, en el camino de modelar las emociones, evite reírse.

Esta reflexión, muy pequeña por cierto, invita a que nos enamoremos otra vez de la risa, porque forma parte de nosotros y es una de las emociones más hermosas del ser humano. Nos acompaña siempre y en todo lugar y, siempre que no nos desubiquemos, es hermosa.

Si tiene ganas de reírse en la micro, hágalo. Si tiene ganas de reírse antes de dormir, hágalo. Si tiene ganas de reírse ahora de un chiste que era muy fome, hágalo. Y si no quiere reírse, bueno, vaya a hacerlo a la casa de su abuela.

13 diciembre, 2011

El llanto.

El alma, esa lucecita brillante, muy densa y muy liviana ubicada al centro de nosotros, que nos permite viajar a través del tiempo y del espacio, que nos ilumina en los sueños, que se desprende de nosotros al desdoblarnos sin darnos cuenta y que nos permite mirar y hablar sin decir ni una sola palabra, es tan maravillosa que es capaz de condensar las emociones en una gota de agua y botarla al mañana lentamente, dejándonos más vacíos y más libres. Eso, para mí, es una lágrima.

Esa lágrima se junta con otras y forma el llanto, un torrente de emociones que nos saca de dentro lo que no podemos decir con palabras. Está condicionada a la capacidad de encontrarnos con nosotros mismos y sacar afuera lo que tenemos atrapado. Si no lloramos es porque no somos capaces de encontrarnos con nuestras emociones más profundas y sacarlas a la luz.

La sociedad nos obliga a no llorar, a mantenernos serios y a reírnos en los momentos justos. Nada de salirse de los cánones impuestos: hay que pasar las penas muy rapidito y olvidar lo que nos pone tristes. Hay que dar vuelta la página lueguito y seguir viviendo como si nada.

¿Cuántas veces no hemos querido llorar y no hemos podido no precisamente porque no queramos, sino porque nos dicen “deje de llorar mijito, usted es hombre y no puede”, o “déjate de pensar en esas tonteras y da vuelta la hoja”? ¿Cuántas veces, especialmente cuando niños, no hemos debido escondernos debajo de la cama para poder sacar a flote las emociones? ¿Cuántas veces, viendo una película o escuchando una bonita canción no hemos sentido ganas de llorar y, por esa misma presión social, no nos hemos dicho “no, no debo”?

La sociedad es la que nos obliga, muchas veces, a moldear las emociones para no quedar mal con el resto. Por eso es importante darnos cuenta que si no lo hacemos es porque así nos criaron desde siempre, lo que no significa que esté bien. Llorar no es signo de debilidad o de inferioridad, es encontrarnos con lo más profundo que esconde el alma. Nos vacía, nos limpia y nos libera, nos hace más grandes, nos fortalece. Saca de nosotros eso que no queremos hablar y que mantenemos escondidos.

La invitación de hoy es a no tenerle miedo a llorar porque quizás no podamos dejar de hacerlo y a entender que cada lágrima que botamos es un paso más en el largo camino de la existencia. No nos va a hacer ni más tontos ni más débiles, sino que nos convertirá en personas más limpias por dentro y más reconciliadas con nosotros mismos.

No tener miedo a llorar es no tener miedo a vivir.

12 diciembre, 2011

El carisma.

Esta es una reflexión muy cortita, pero que espero sirva para reflexionar y matar el tiempo que lo llevó a revisar esta columna. Este pensamiento parte de lo importante que es ver a un líder carismático.

Cuando hablo de líder inmediatamente se asocia a los dirigentes que estamos acostumbrados a ver en televisión. Sin embargo, en nuestro trabajo, en nuestra familia, entre nuestros amigos vemos líderes. Esas personas que están a la cabeza en alguna parte y que son nuestros referentes en muchos ámbitos; esas personas que son importantísimas en alguna área y son capaces de manejar las situaciones de buena manera. Esas personas que, como bien dice la palabra, lideran en algo que saben hacer muy bien.

Uno de los atributos que quisiera rescatar más allá de su habilidad en alguna materia, es su carisma, una cualidad que todos irradiamos pero que, cuando somos líderes en algo, es más importante aun. El carisma es una cualidad que nos permite expresarnos de manera sincera y cercana (sin perder la jerarquía), nos posibilita irradiar motivación, nos envuelve en un ambiente de trabajo que nos facilita el compartir las tareas y, acompañados de una sonrisa, trabajar todos juntos.

Todos somos líderes en algún aspecto de nuestras vidas y todos somos importantes en algún momento de la existencia. No hay nada mejor que trabajar con más personas en que algo salga bien y que la persona a la cual obedecemos sea carismática. Porque no hay nada mejor que un líder cercano, ameno, al cual uno pueda acudir con confianza a solicitar algo.

Por eso es importante el carisma: porque a los líderes les quita esa atmósfera que los envuelve de semidioses y los deja más cercanos a las personas que dependen de ellos. El trabajo, a la larga, se lleva de mejor manera.

10 diciembre, 2011

Correr el tupido velo.

Después de leer mucho, al punto de convertirse en una obsesión, no pude dejar de preguntarme ¿Qué es correr el tupido velo? ¿Es, quizás, reencontrase con lo más puro del alma? ¿Es, por qué no, correr la alfombra para desempolvar recuerdos viejos de un baúl perdido? ¿Es, probablemente, detenerse un minuto a reflexionar sobre los grandes momentos de la vida? ¿Es, preguntarse, en qué minuto quedó la niñez fracturada?

Estas líneas que componen esta tela de arpillera no son precisamente parte de una columna. Es, más allá de todo, una pequeña reflexión sobre lo complejo de la etapa más importante de la vida: la niñez (y su fractura).

Los niños son los seres humanos en estado puro. No conocen más ocupación que los juegos y, siempre en el ansia de descubrir, no saben de envidias, de tristezas o dolores imborrables. Son los niños más grandes, los adultos, los que moldean su camino, corrigen su andar y los preparan para que sean igual que ellos. No, no se puede acariciar el rostro del vagabundo; no, no se puede jugar con tierra; no, no se puede reír cuando todos están en silencio.

Y no, hay que emigrar del hogar porque la historia de los niños más grandes que los cuidaban y que había que obedecer terminó. Porque ellos no son tontos: perciben cuando la madre los abraza fuerte porque se siente amenazado por el padre, o cuando él lo protege porque ella lo reta mucho.

Los niños son un mar de sensaciones puras y una esponja que todo lo absorbe. Sus juegos son el oráculo por el cual se vislumbran las profesiones del futuro y sus palabras son las reflexiones más sabias de la existencia.

La invitación de hoy es a cuidarlos cuando se produce ese quiebre de la unión que un día fue amor. Sí, ese que algún momento dio como fruto los hijos y que se desgastó por millares de cosas. Porque los únicos responsables de las futuras revisiones de la niñez fracturada y de las opresiones en el pecho por esconder tantos años la basura debajo de la alfombra son los padres. Sí, ambos.

Estas palabras que pueden parecer inconexas apuntan a dejar de hablarles con añuñucos y enfrentarlos con la verdad, con el filtro necesario para la edad pero con la sinceridad más absoluta. A contarles lo que está pasando y no pensar que son tontos y que no entienden nada. Hay que evitar que tomen parte por uno de los dos padres y que se conviertan en el escudo con el cual se defienden del otro, por más traumante que sea la situación, porque eso implica convertir una esponja en una pesada piedra llena de lágrimas sin lentes que seleccionen lo que quieren ver y lo que no.

Pero, por sobre todo, hay que apartarlos cuando las cosas se vuelvan densas porque ver demasiado es dejar a un ser humano con la niñez fracturada. Y el volver al recuerdo cuando adulto y revisor de la existencia será seguir escondiendo el polvo bajo la alfombra y un ciclo sin cerrar.

La separación (la suma de los problemas de la pareja) es un problema de los padres que se hace extensivo a los hijos. Y cuando no se les amortigua de la manera correcta puede ser un quiebre irreparable. Les invito a que se pongan en su lugar por un minuto con los ojos cerrados tratando de conectarlos consigo imaginando qué pensarán ante ello. Eso puede transformar un dolor en un eterno agradecer por el colchón que se puso.

Porque cuando se corre el tupido velo y se revisa la existencia hallando la niñez fracturada la única vuelta que le pueden dar los padres a la situación cuando no hay nada más que hacer es un abrazo sincero y una disculpa. Pero, cuando hay tiempo para meditar por un segundo el llanto, más de una voluntad puede cambiar la existencia de ese niño pequeño o no tanto.

Esa es la diferencia entre un niño más grande que llora porque lo apartaron de la situación y otro que se emociona porque vio demasiado recordando el pasado corriendo el tupido velo.

09 diciembre, 2011

El mal del mejor amigo

Caminando un día con mi pareja por una avenida muy transitada del centro de la ciudad le dije “vieja, yo tenía el mal del mejor amigo: siempre me terminaban gustando mis mejores amigas”. Acto seguido, le digo que al ver varias historias más me di cuenta que no era el único. Varios más tenían esa “enfermedad”.

Todos tenemos categorías para clasificar a nuestros amigos, esa familia que escogemos y que nos acompaña siempre. La cambiamos según la afinidad, los intereses, los gustos, las ideas. Nos mantenemos con ellos porque nos sentimos cómodos y podemos confiar cuando los necesitemos. Así como están los conocidos, también están nuestros mejores amigos.

Hoy quiero ilustrar lo que les digo desde el punto de vista del hombre.

El macho como sujeto social se murió. Durante siglos, para afirmar una figura de poder que regía los destinos del mundo se creó la imagen de hombre fornido (incluso lleno de esteroides), sabio hasta que ya no le puedas preguntar más, exitoso en el trabajo, con muchas mujeres, un maestro en la cama, con una herramienta del porte del mástil de la bandera del bicentenario. En fin, el hombre perfecto.

A las mujeres les pasa que, el ideal al que deben llegar, es más público y por eso existen tantos productos que le ayudan. Sin embargo, al hombre le sucede (y muy a menudo) lo mismo que a ellas: igual nos vemos presionados de una forma más bruta a alcanzar ese ideal. El que no es así se pudrió en las aguas de la vergüenza y la marginación.

Cuesta mucho entender que es la sociedad la que presiona a alcanzar esas metas y otorga todo para que nosotros seamos así (con una tremenda barrera económica). Para poder entender que debemos aceptarnos tal cual somos pasan años. Después de muchos llantos y risas recién podemos reconocer que no importa si no somos perfectos, que somos hermosos así como estamos.

¿Y qué tiene que ver esto con el mal del mejor amigo, me dirán? Harto.

Porque en ese proceso de aceptación e inseguridades escogemos a nuestro prototipo de “mujer ideal”, esa que encarna todos los valores, virtudes y defectos que esperamos de una pareja. Ella es la que está siempre con nosotros, la que se ríe de nuestros chistes, la que es nuestro paño de lágrimas (la que, sin querer serlo, es cruel porque nos cuenta cómo le ha ido con la persona que le gusta y lo enamorada que está de él). En suma: es una relación de pareja sin sentimientos (al menos de ella).

Y nosotros, los muy tontos, cambiamos a veces casi por completo: nos vestimos diferente, las invitamos a mil partes, las llenamos con palabras bonitas (y un montón de indirectas) pero nada. Y ella se sigue fijando en el bruto que le llena el pensamiento. El problema es cuando les resulta, se van y nos dejan de un día para otro. Es decir, nos usaron mientras les servíamos y después “si te he visto, no me acuerdo”.

Pasa un tiempo sin vernos y después, de la nada, nos volvemos a encontrar. Muchas veces nos reprochamos todo lo que nos hicimos y volvemos a ser amigos como siempre. El problema de muchos hombres (en parte porque como no cumplimos con ese ideal nadie nos pesca) es que vemos en ellas el llenar ese vacío de no tener pareja y de que no nos quieran como tal. Responde a solucionar esa carencia afectiva que es fundamental y que todos necesitamos. Si nos fijamos en la mejor amiga, también, es porque no sabemos diferenciar los afectos (principalmente porque no nos enseñan), y ese cariño que nos brindan no es que les gustemos sino que lo demuestran de otra manera.

También pasa porque no sabemos conversar.

Y no me digan que no les ha pasado porque más de alguna vez les ha tocado vivirlo. Esta vez lo importante no es solucionarlo sino que darnos cuenta que simplemente nos pasa y es parte de la vida, porque ello también nos posibilita saber cómo somos y cómo actuamos en ciertas situaciones. Pero, lo más importante, es darnos cuenta de qué nos pasa, cómo nos pasa y cómo podemos solucionarlo.

Y felicito a los pocos que les resulta. Porque, díganme si no, pucha que cuesta que pase.

06 diciembre, 2011

Cerrar los ciclos

El ser humano es uno de los animales más complejos de la existencia. Si lo pensamos bien, no somos más que una cabra o una jirafa y, finalmente, si nos destacamos es porque tenemos mejor capacidad de adaptación (lo que nos ha llevado a mirar a las demás razas como inferiores). Es en esta complejidad que transitamos por la existencia a través de múltiples hechos, vivencias, historias y sueños.

Desde mi perspectiva, nos movemos por ciclos. No nos damos cuenta, muchas veces, cómo comienza una historia (y cómo van terminando otras). Principalmente pasa porque, si bien tenemos una capacidad prodigiosa de pensar, razonar y reflexionar, no sabemos utilizarla. Vamos caminando por la vida sin mirar al lado y sin reconocer quiénes somos y qué hemos sido. Nos levantamos en la mañana y vamos al trabajo apurados, volvemos a la casa muy cansados, vemos tele, nos acostamos y sería hasta el otro día.

Por eso es importante fijarse cómo vamos construyendo nuestra vida y los ciclos que de ella forman parte. Es importante también ver cuando empezamos una historia con alguien de nuestra familia, con un amigo o con la pareja, porque nos permite ver de mejor manera cómo hemos llevado esa historia y las deudas pendientes.

Llevemos esto, pues, a tres caminos diferentes: la familia, los amigos y la pareja.

En el primer caso, son “la familia que nos tocó”. Como nadie nos enseña a vivir, simplemente coexistimos con la mamá, el papá o los hermanos y, cuando peleamos, tratamos de solucionarlo rápido porque así había que hacerlo. Y vamos acumulando, muchas veces, rabias pasadas que jamás conversamos y a veces algunas personas mueren sin solucionar esos conflictos. Cerrar los ciclos es importante aquí porque nos permite hablar lo que nunca hablamos, a la cara y sin filtro. Si no lo hacemos es porque nos encontramos con problemas que se arrastran incluso desde la niñez; conflictos que jamás tuvieron respuesta y tenemos miedo de enfrentarlos.

Los amigos son la familia que uno escoge. Les contamos nuestras alegrías y compartimos nuestras penas, nos acompañan a todas partes y nos aconsejan cuando queremos caer. Sin embargo, cuando se forman relaciones en las que ponemos muchas esperanzas después, cuando nos peleamos, es casi irreparable. Cuando queremos, desde el alma, cerrar los ciclos para evitar después los conflictos, conversamos las cosas que no nos dijimos y solucionamos los temas pendientes. ¿Y qué ganamos? No andar pelando por detrás, no andar llorando por las historias idas y no andar tristes diciendo “por qué no lo hice”.

En la pareja es una situación un poquitito más compleja. Siento que, cuando uno quiere embarcarse en una relación con proyecciones a futuro, debe quedar sano de todas las historias anteriores. El problema es cuando uno de los dos no está lo suficientemente liberado: se corre el riesgo de que se dé cuenta que en realidad no solucionó temas pendientes (o, lo que es peor, en realidad no quiere estar con la actual pareja). Cerrar los ciclos se vuelve súper importante porque conversar los temas anteriores es liberarse de los fantasmas del pasado y disfrutar el presente.

Cada cual sabe qué es lo que tiene pendiente y lo que nunca conversó, cómo le gustaría conversarlo, en qué circunstancias y de qué forma. Cada persona sabe cómo desahogarse, cómo prepararse y cómo contactar a la otra persona para decirle lo que nunca habló. La invitación de hoy es a anotar en una lista o pensar bien los fantasmas del pasado para resolverlos y hacer que el presente tenga un sabor un poquitito más dulce.

04 diciembre, 2011

Orientaciones para la reforma al sistema político: Constitución Política de la República.

Con esta columna serán 20 los textos los que ayudarán a la clase política, “la gran familia chilena” para que se ponga las pilas y reforme el sistema político. Hemos revisado algunas de las posibles causas del por qué la gente no está participando, el nuevo pacto que pide, la eventual transformación que estamos viviendo a nivel de civilización, entre muchos otros aspectos. Aprovecho de agradecer a las miles de personas que han visitado y comentado estos artículos en este año tan complejo para la política nacional.

El octavo eje propuesto, con las últimas siete medidas, es Constitución. Las medidas que se proponen son:

· Asamblea Nacional Constituyente. Todas las Constituciones chilenas han surgido de crisis políticas y han sido redactadas sin consulta a nadie entre cuatro paredes de una cúpula, sometidas a votaciones viciadas. Es urgente convocar a una gran reunión de chilenos escogidos en votación directa, de todas las regiones por igual, con igual peso, voz y voto.

· Nueva regionalización. Como he señalado en una columna anterior, se puede avanzar en reformar un sistema político-administrativo que sea fiel reflejo de la realidad de cada territorio, con mayores libertades y facultades.

· Reforma ministerial. Como he profundizado en otra ocasión, Chile es casi el mismo, a nivel institucional, que hace dos siglos. Por ello se debe avanzar en una reforma exhaustiva a las divisiones del Estado.

· Reconocimiento tácito a los pueblos originarios. Nuestros primeros habitantes, siempre marginados y castigados, han sido relegados a un segundo plano en todas las Cartas Fundamentales sometiéndoseles al régimen de funcionamiento chileno. Es fundamental reconocer su importancia a través de este gesto mínimo de Chile hacia sus diversos pueblos.

· Miembros de Tribunal Constitucional escogidos exclusivamente por el Parlamento, con algunos miembros a propuesta del Presidente de la República. El problema con estos miembros es que son todos juristas, lo que los encierra en tecnicismos. Profundizando en las reformas constitucionales de 2005 y respetando su origen político, deberían ser elegidos de la forma que aquí se señala.

· Ley Orgánica de Revocación del Mandato Presidencial. Utilizando el viejo principio de la soberanía nacional, si la nación está descontenta con quien gobierna tiene el legítimo derecho a revocarlo del mando. Por ello, rescatando un principio del despotismo ilustrado, si la mayoría de la gente estima que las cosas no están funcionando bien tiene todo el derecho y el deber de pedir la renuncia a la Primera Magistratura.

· Acusación constitucional al Presidente de la República. Asimismo, complementando el punto anterior, de la misma manera en que se puede revocar al Primer Mandatario se le puede acusar tal como a cualquier autoridad. El Presidente es un ciudadano más investido de mayores poderes para gobernar al país y por eso, como cualquier persona, debe apartarse de su cargo en lo que dure la acusación para enfrentarla como lo debe hacer cualquier persona.

En los próximos días estará disponible en alguna plataforma a definir el documento que reúne todas estas medidas con su complemento histórico y sus fundamentos correspondientes.

Porque, al fin y al cabo, si escribo todo esto es para que todo Chile se dé cuenta que la realidad no es tan hermosa como la pintan algunos y que la labor que uno hace es siempre perfectible. Esa energía con la cual uno se enoja o se indigna hay que encausarla necesariamente en el diálogo porque sólo escuchándonos seremos capaces de llegar a un acuerdo que nos permita convivir en paz y trabajar tranquilos. Ese enojo y esa rabia legítimos y válidos hay que transformarla en propuestas de acción, porque si llegamos arrasando con todo porque sí no llegaremos a nada.

Porque una palabra bien dicha vale más que una piedra arrojada al vacío.