Con esta columna serán 20 los textos los que ayudarán a la clase política, “la gran familia chilena” para que se ponga las pilas y reforme el sistema político. Hemos revisado algunas de las posibles causas del por qué la gente no está participando, el nuevo pacto que pide, la eventual transformación que estamos viviendo a nivel de civilización, entre muchos otros aspectos. Aprovecho de agradecer a las miles de personas que han visitado y comentado estos artículos en este año tan complejo para la política nacional.
El octavo eje propuesto, con las últimas siete medidas, es Constitución. Las medidas que se proponen son:
· Asamblea Nacional Constituyente. Todas las Constituciones chilenas han surgido de crisis políticas y han sido redactadas sin consulta a nadie entre cuatro paredes de una cúpula, sometidas a votaciones viciadas. Es urgente convocar a una gran reunión de chilenos escogidos en votación directa, de todas las regiones por igual, con igual peso, voz y voto.
· Nueva regionalización. Como he señalado en una columna anterior, se puede avanzar en reformar un sistema político-administrativo que sea fiel reflejo de la realidad de cada territorio, con mayores libertades y facultades.
· Reforma ministerial. Como he profundizado en otra ocasión, Chile es casi el mismo, a nivel institucional, que hace dos siglos. Por ello se debe avanzar en una reforma exhaustiva a las divisiones del Estado.
· Reconocimiento tácito a los pueblos originarios. Nuestros primeros habitantes, siempre marginados y castigados, han sido relegados a un segundo plano en todas las Cartas Fundamentales sometiéndoseles al régimen de funcionamiento chileno. Es fundamental reconocer su importancia a través de este gesto mínimo de Chile hacia sus diversos pueblos.
· Miembros de Tribunal Constitucional escogidos exclusivamente por el Parlamento, con algunos miembros a propuesta del Presidente de la República. El problema con estos miembros es que son todos juristas, lo que los encierra en tecnicismos. Profundizando en las reformas constitucionales de 2005 y respetando su origen político, deberían ser elegidos de la forma que aquí se señala.
· Ley Orgánica de Revocación del Mandato Presidencial. Utilizando el viejo principio de la soberanía nacional, si la nación está descontenta con quien gobierna tiene el legítimo derecho a revocarlo del mando. Por ello, rescatando un principio del despotismo ilustrado, si la mayoría de la gente estima que las cosas no están funcionando bien tiene todo el derecho y el deber de pedir la renuncia a la Primera Magistratura.
· Acusación constitucional al Presidente de la República. Asimismo, complementando el punto anterior, de la misma manera en que se puede revocar al Primer Mandatario se le puede acusar tal como a cualquier autoridad. El Presidente es un ciudadano más investido de mayores poderes para gobernar al país y por eso, como cualquier persona, debe apartarse de su cargo en lo que dure la acusación para enfrentarla como lo debe hacer cualquier persona.
En los próximos días estará disponible en alguna plataforma a definir el documento que reúne todas estas medidas con su complemento histórico y sus fundamentos correspondientes.
Porque, al fin y al cabo, si escribo todo esto es para que todo Chile se dé cuenta que la realidad no es tan hermosa como la pintan algunos y que la labor que uno hace es siempre perfectible. Esa energía con la cual uno se enoja o se indigna hay que encausarla necesariamente en el diálogo porque sólo escuchándonos seremos capaces de llegar a un acuerdo que nos permita convivir en paz y trabajar tranquilos. Ese enojo y esa rabia legítimos y válidos hay que transformarla en propuestas de acción, porque si llegamos arrasando con todo porque sí no llegaremos a nada.
Porque una palabra bien dicha vale más que una piedra arrojada al vacío.
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