¿Han escuchado ese cuento que relata que Chile es una República Unitaria? Pero, a ver, realmente, ¿Se lo han creído? ¿Nunca le encontraron nada raro? Creo que es necesario detener el largo acontecer de la historia nacional para encontrarle algunos reveses a la legalidad constitucional vigente.
Esta vez, para no ser tan típicos, lo vamos a hacer a través de algunas preguntas que “desmenuzan el pescado”: ¿Qué es Chile? ¿Qué es República? ¿A qué se refiere con “unitaria”? ¿Quiénes componen esa República Unitaria? ¿Es Chile una República Unitaria?
Chile es un territorio ubicado al sur del mundo (como diría el chiste, “son como veintitrés horas de vuelo en bajá y con viento ‘e cola, con suerte quedamos en el planeta”), limitamos con Perú, Bolivia, Argentina y un tremendo océano. Es decir, si no fuera por esa extraña capacidad de encontrar la solución a todo estaríamos completamente aislados. Vivimos, aproximadamente, diecisiete millones de personas, y compartimos cientos de elementos comunes que no es el caso nombrar aquí.
Una República es un sistema de gobierno fundamentado en el “imperio de la ley” cuya máxima autoridad es elegida. Es decir, es una forma de organización política en la que existe todo un complejo sistema de regulación dado por las leyes, independiente si estas son justas o no.
Cuando hablamos de algo “unitario” hacemos referencia a lo “uno”, a lo “único”, a lo indisoluble, a lo heterogéneo. En el caso de lo social, a la construcción de u colectivo social que se fundamenta en un territorio (que puede aparentar ser) continuo y en el que se encuentra una comunidad heterogénea a la que se le borran las diferencias para fundamentar la conformación de una identidad que sustente el discurso de un Estado unitario. Fue la estrategia que ocuparon los grupos dirigentes que quisieron romper con el pasado colonial argumentando la oposición de la “libertad” a la “opresión”. No importan las diferencias, no importa que existan muchos pueblos viviendo en el mismo territorio: todo se funde en el “uno”, en el “ser”, en el “ethos”, en la “nación”: en el “pueblo chileno”.
Por eso, no es menos cierto que los que componen esa república, ese colectivo, somos todos. El camionero, el inmigrante, la recepcionista, el escritor, el albañil, el residente en una comunidad indígena. Todos somos parte de esa identidad. La verdad es que nunca encajó realmente el discurso de que nos sintiéramos parte de esta tierra y a la vez chilenos. Si fuera tan perfecto, la identidad magallánica o la identidad mapuche serían un absurdo.
Con fundamento certero, entonces, podemos decir que Chile no es una República Unitaria. En realidad es un espejismo de fuerzas superiores e invisibles para hacernos creer que estamos en un solo territorio, que es lo mismo construir una mediagua en Tocopilla y en Dichato. Sí, muchas cosas nos unen, es cierto. Pero no es menos válido que el ser ”chileno” se fundamenta en un nacionalismo añejo, lo que o quita que no podamos celebrar en un partido de fútbol, por ejemplo. Lo importante está en reflexionar sobre estas cosas y comentarlas.
La verdadera nación es la que construimos nosotros día a día, no la basada en relatos del post-colonialismo territorial de 1810. Esa es la verdadera república, la verdadera comunidad de hermanos unidos en lo común y lo diverso.
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