En esta ocasión quisiera hablar brevemente sobre una pregunta que en estos tiempos puede ser tan simple como compleja y ejemplificarla a partir de hechos muy simples: ¿Qué es la libertad actualmente? Algunas luces nos dará la demostración posterior.
El sistema económico llega magistralmente hasta los últimos rincones de nuestra vida, pertenecemos al Estado desde que nacemos hasta que fallecemos, las cámaras de seguridad vigilan nuestros pasos, la democracia es cooptada por las cúpulas de los partidos políticos, nuestro rut contiene prácticamente nuestra vida, nuestras compras son registradas por avanzados sistemas que vigilan lo que comemos y hacemos. En fin, bajo este panorama, ¿Somos realmente libres? ¿Qué podemos esperar de una sociedad que, al menos en apariencia, nos vende “libertad”? Dos ejemplos pueden ilustrar el punto de vista que quiero entregar.
Imagínese entrando a un supermercado y le ofrecen cientos de productos que puede elegir. Puede comparar precios, incluso lugares, recorrer toda la ciudad hasta encontrar lo que le conviene. En el carro del centro comercial lleva todo lo que necesita para el mes y algún gustillo para endulzar la vida o no compartir en la noche viendo televisión acostado después de un pesadísimo día de trabajo. Pues bien, puede cancelar con diversos medios de pago y escoger en cuánto quiere pagar si es que corresponde.
Así es la libertad: a uno le ofrecen cientos de alternativas limitadas por sectores que manejan y controlan todo el proceso a su antojo. Vigilan para que nadie robe nada y se sientan libres, incluso acompañados por música para distraerlos, y así puedan sentirse tranquilos y sin esa molesta sensación de estar siendo observados.
Salfate dirá que son los “poderes fácticos”, otro señalará que son “puras tonteras”. Prefiero mencionar que son los sectores controladores de ciertos procesos en los que nos vemos directamente involucrados y que se aprovechan de la falta de unión e ignorancia frente a muchas cosas para favorecer su propio poder. Dejan la ilusión de algo y hacen todo lo posible para que así siga siendo. Eso es lo que conocemos como “el sistema”.
Claro que no todo está perdido. Si fuera tan perfecto no existirían espacios de resistencia en todas partes del mundo, la gente no saldría a protestar y esta columna no existiría. El ordenamiento no se rompe con una revolución de largo plazo: se materializa con pequeños estallidos minúsculos a lo general que, si se suman, son poderosos.
Esa “libertad” se rompe comprando en otra parte, cambiando la televisión, comprando otro diario, averiguando más sobre las noticias y criticando más aunque le digan que se calle. Cuando se hace eso le dobla la mano al “destino”: es verdaderamente “libre”. Ahí escoge usted y nadie le dice lo que tiene que comprar entre las opciones que le imponen.
ivoca.� e �� h�� mna, defíname qué entiende por resentimiento y desde allí critique. Aclaro también: no escribo por odio: lo hago para dejar sobre la mesa los problemas y encontrar, a partir de ahí, las soluciones. Creo que es momento ya de aprovechar la crisis y descubrir los verdaderos acuerdos que nos permitan llegar al futuro de la mano de la conversación amplia. Tratarnos de “resentidos” está un poco fuera de lugar.Al que se haya sentido identificado con esto y le hayan tratado así alguna vez envíeles esta columna. De más de algo servirá.
atento� m a ��h D� egar, por diversos canales, la información para que efectivamente apliquen esa historia para comprender su presente fuera de la escuela. Hay que hacerles llegar la historia, que nos pertenece a todos, en un lenguaje sencillo que puedan entender tanto el académico con postgrado como el camionero o el albañil.Sólo así el historiador deja de ser un aprovechador y devuelve a la gente lo que le pertenece. Porque eso es hacer historiografía: extraer los hechos “del pueblo” y devolverlos donde los sacó. Lea a un Alfredo Jocelyn-Holt o a un Felipe Portales, ellos les darán algunas luces sobre lo que digo. No, perdón, como ellos son ensayistas no cuentan, porque son los parientes pobres de la historiografía.
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