Prólogo
Por estos días todos hablamos de la Primera Junta Nacional de Gobierno y Mateo de Toro y Zambrano, de Carrera y Rodríguez, de la Reconquista y Marcó del Pont, de San Martín y O’Higgins. En fin, de personajes y acontecimientos que por años nos han ordenado en la cabeza sin darle una mayor profundidad y un análisis global.
Más allá de todo, desde mi perspectiva, un compilado de los principales hechos y circunstancias de aquellos años, en un país donde su proceso de independencia no fue liderado por las masas y que comenzó más por el curso de los hechos que de forma intencionada. Una independencia que se parece más a un separatismo y obtención de soberanía que al verdadero logro de la absoluta libertad.
Esta es la historia de una franja de tierra al sur del mundo que obtuvo luego de sangrientas luchas, ardorosas discusiones y esforzados logros ese sentimiento de libertad que tanto anhelaban algunos de sus hijos. Un proceso que dio como resultado esto que hoy llamamos Chile.
Para analizar el período de la Independencia desde sus antecedentes previos hasta la derrota definitiva de los realistas situaremos como fecha de inicio el 11 de febrero de 1808 cuando fallece el Gobernador Luis Muñoz de Guzmán, y como término la asunción del mando del primer Presidente de la República de Chile, Manuel Blanco Encalada, el 9 de julio de 1826 (tras la incorporación de Chiloé el 22 de enero de ese año).
Primera parte: Los turbulentos inicios (1808 - 1810).
Corría un sentimiento de pesar en la Capitanía General pues nos dejaba uno de los más ilustres hombres que pudiera dar la tierra a este rincón del mundo. Luis Muñoz de Guzmán fallecía el 11 de febrero del año de 1808. Tan fructífero fue su gobierno y tanto hizo por Santiago del Nuevo Extremo que comenzó las obras del canal del Maipo, avanzó en los eternos Tajamares inconclusos y la Casa de Moneda, el edificio del Consulado y varias iglesias.
En aquella ciudad de calles empedradas por el Gobernador en su mandato no sólo se ensayaba la vacuna contra la viruela sino que también Doña Luisa, su mujer, era el broche de oro de un territorio que progresaba. Dama de Honor de la Reina fue famosa por sus aires de gran señora y que recomendó formar una sociedad de literatos. Sin embargo, una denuncia anónima lo sacó del cargo por motivos injustificados. A pesar de que no fue cierto para no ensuciar su justificado buen nombre renunció.
Durante dos meses fue don Juan Rodríguez Ballesteros el que ocupó el interinato hasta la asunción de un nuevo mandatario designado por el Rey. Por aquellos azares de la vida fue destinado a la Audiencia de Santiago lo que le permitió asumir el mando. Pasado aquel tiempo la Audiencia dejó de gobernar por Orden Real y se procedió a buscar a los candidatos a la sucesión. Eran tres: Francisco Antonio García Carrasco (Cuerpo de Ingenieros), Luis de Alava (artillería) y Mateo de Toro Zambrano y Ureta (Conde de la Conquista). Debido a que era la rama más antigua existente fue el primero convocado para tal efecto.
Siempre trató de demostrar que era él quien mandaba y lo hacía saber a toda la población santiaguina, como mostrando que el poder español en América se mantendría a pesar de las dificultades que estuviera viviendo el Rey. Su carácter generaba desconfianzas en los vecinos de la capital, lo que vino a confirmarse por culpa de lo acaecido en un barco: la Scorpion.
Esta fragata inglesa pertenecía a un comerciante que se dedicaba al contrabando; fue traicionado y asesinado para poder apoderarse del cargamento. La sorpresa fue mayúscula al saber que tanto el Gobernador como su secretario Juan Martínez de Rosas estaban involucrados. Como si fuera el Chile actual, la popularidad del gobernante se fue a pique.
Se “detuvo por sospecha” a ilustres personajes como Bernardo de Vera y Pintado por realizar reuniones sospechosas donde se alucinaba con la idea de una Junta de Gobierno. A pesar de que el Gobernador pedía juicio en Lima (algo así como una extradición), la opinión pública y el Cabildo pidieron que se les enjuiciara en Chile. Tuvo que aceptar. La respuesta: la amenaza de una “perturbación del orden público”. Se acuarteló en la artillería rumoreándose que buscaba la lealtad de personajes que luego tendrán mayor gravitancia como Agustín de Eyzaguirre y José Gregorio Argomedo.
Al anochecer del 13 de julio de 1810 las cosas ya no daban para más: en la plaza de armas de la capital se reunió una multitud que, con armas escondidas, exigía saber lo que pasaba. Finalmente, nada ocurrió. A pesar de la respuesta con vigilancia policial de García Carrasco gran parte del “pueblo” santiaguino pidió, a imitación de Buenos Aires, la formación de una Junta de Gobierno. La Real Audiencia lo convocó para que renunciara, postura que aceptó.
El día 16 de julio de 1810 asumió como Gobernador Don Mateo de Toro Zambrano y Ureta, ante la imposibilidad de la asunción del mando de Don Luis de Alava. Las presiones no se hicieron esperar: los más “exaltados” pedían que se conformara una Junta que gobernara hasta que retornara Fernando VII. A pesar de las trabas de la Corona para impedir el gobierno nacional, el militar cedió a las presiones para convocar a tal reunión.
Sin embargo, este octogenario personaje era fácilmente manejable. Luego de días de largas e interminables conversaciones donde triunfó la postura de la Junta, se enviaron las invitaciones “para el día 18 del corriente (...) a tratar los medios de seguridad pública, discutiéndose allí qué sistema de gobierno debe adoptarse para conservar siempre estos dominios al señor don Fernando VII”.
Continuaremos esta historia mañana con La Aurora de Chile: relato de la Independencia en su segunda parte: “El primer sueño (1810 -1814)”.
1 comentario:
nuevos tiempos venían! excelente el compilado, conciso y completo, se espera la otra parte
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