La frase más común de los ’90 fue “no estoy ni ahí”, acuñada por un connotado deportista nacional. Representaba el sentir de cientos de jóvenes a los que el retorno a la democracia no les trajo mayores beneficios ni espacios de participación que los hicieran sentirse parte del proceso. En aquella época se gestó, según quiero plantear aquí, el germen de uno de nuestros grandes males nacionales: la compleja relación entre jóvenes y política. Es por ello que quiero partir planteando, en una suerte de analogía representativa: ¿Se acerca más a un matrimonio o a un divorcio?
Hay que partir distinguiendo la diferencia entre la política como un arte, es decir, la que usted hace al conversar de temas de país o referentes a esta área con amigos y compañeros, la que realiza al leer un periódico y admirarse o rechazar con encono sobre la situación nacional, o la que en este momento hago elaborando este texto; todo ello de la variante institucional, la que se canaliza a través de las organizaciones sociales, de las Organizaciones No Gubernamentales, de los partidos políticos. Precisamente ésta es la que se encuentra en una crisis muy parecida a la de la época parlamentaria, por allá por las primeras décadas del siglo pasado. Más adelante haré una breve referencia.
Las dos primeras formas de organización, que actúan generalmente a través de la acción directa en temas específicos, se preocupan de los temas de base que afectan a los ciudadanos. Llama la atención que en grupos ambientalistas, animalistas y de Scouts, por ejemplo, exista una gran cantidad de jóvenes dispuestos a participar con entrega y ahínco por los ideales que se defienden.
Otras, como las juntas de vecinos, creadas bajo la administración de Eduardo Frei Montalva, tuvieron y tienen un rol importante en muchas poblaciones, pero han visto limitada su reproducción ante las nuevas formas de asentamiento inmobiliario existentes en la actualidad (nótese cómo se organiza la gente en los condominios por edificio y no por conjunto de torres de departamentos, en general; o en villas entregadas por constructoras privadas que no poseen estas entidades). Todo ello no sólo afecta en cuanto a la gobernabilidad y poder de decisión que tengan los habitantes de su propio territorio, sino que también con respecto a la unión de las personas que allí viven. La sensación de encierro es cada vez más patente. Aquí la juventud se siente menos identificada todavía: llega a la casa a dormir. No hay para qué preocuparse de estos temas si ya pagué los gastos comunes.
Los partidos políticos cumplieron un rol muy importante en la política nacional y mundial porque en su época efectivamente aunaban intereses comunes de personas que querían luchar por sus derechos y ver en ellos intermediarios ante las esferas de poder. Destacan especialmente el Partido Radical, la facción más radical del Partido Liberal, por allá por el siglo XIX; y los partidos Socialista y Comunista, que lucharon por los derechos de los trabajadores en tiempos peores que éstos (pero muy similares en otros aspectos): en una época en que el obrero salitrero debía, con el trabajo de sus manos, extraer el mineral en condiciones paupérrimas era pagado con fichas canjeables en la pulpería. A veces incluso se le estafaba vilmente con fichas de cartón y madera. De ser así perdía todo derecho. ¿Reclamar por lo que es justo? ¿Derechos laborales? Ni lo piense.
En otras épocas fueron elementos de cohesión política ante las tempestades de los distintos regímenes imperantes. Ya sea en el caso del Frente Popular, una de las coaliciones más importantes del siglo anterior, que aunó los esfuerzos desde la izquierda hasta el radicalismo; o cuando llegó al poder la Unidad Popular (y posteriormente el “Partido” de la Unidad Popular; en contraposición al “Partido” de la Confederación Democrática) en oposición a las facciones que luchaban contra el poder de la izquierda imperante; y, en el caso más reciente, la Concertación de Partidos por la Democracia, una de las mejores oportunidades políticas en su origen, que partió con muy buenos bríos, uniendo desde el Partido Comunista hasta la Democracia Cristiana, con un especial énfasis en las figuras jóvenes, de la renovación, del cambio. Mención aparte que repite este patrón, pero en la vereda contraria, es la Coalición por el Cambio: Renovación Nacional llevó el mayor número de jóvenes como candidatos en las elecciones de 2009.
En teoría está sonando muy bien, pero aquí salta una pregunta: ¿Son realmente representativas de todos? Acotando estas realidades en el período de la transición y la (por mí denominada) “post-transición” nos encontramos con que, en un principio, una gran cantidad de jóvenes se inscribió en los registros electorales amparados en la “alegría” que venía. Era una gran oportunidad de cambio en la cual Chile era dueño de su destino en libertad. La decepción vino prontamente: el proyecto comenzó a girar hacia la Economía Social de Mercado y ciertas políticas no gustaron a algunos sectores. Las juventudes de los partidos políticos quedaron como cuadros de segunda clase, en las cuales la figuración pública comenzó a hacerse menos frecuente ante la opinión pública.
Si a esto le sumamos que de a poco los espacios públicos, como las plazas, se han convertido en focos de inseguridad, siendo cambiados por centros cerrados de comercio y reunión; la falta de capacitación y de oportunidades de trabajo (esta situación comenzó a mejorar recién en las dos últimas administraciones), una situación educacional pública que iba de mal en peor; y, en el lado político, la separación de las juventudes de las cúpulas (que tienen el mal del profesor que lleva muchos años haciendo su pega y cree que todo lo hace bien; perdóneme el gremio pero conozco muchos casos de esos), redunda en una desmotivación general de todo el sistema.
La política se convirtió, entonces, en un círculo cerrado de personas que se pelean por todo, que no son capaces de llegar a ningún acuerdo, que no abre los espacios a la participación y que no crea oportunidades en todos los aspectos imaginables. Es decir, cada día peor.
Aquel matrimonio que pudo haberse convertido en una hermosa unión para la eternidad, de la que se pudo haber aprovechado mucho, quedó obsoleto y sumido en la lejanía y la reticencia a aceptar la crítica. Terminó convirtiéndose en un descrédito general que derivó en un divorcio cruel.
Es por ello que, si a ello le adicionamos el que los medios de comunicación oficiales rinden pleitesía a quien manda en el poder central y que con las redes sociales podemos ponernos de igual a igual con quienes gobiernan tenemos como resultado que los movimientos de masas ya no necesiten de un conductor como un partido político. El gran problema es que, como es muy específico, aunque sea parte de una situación mayor nacional y mundial, se deshacen con facilidad. Aunque a muchos no les guste los partidos políticos son entidades estables que, si se le hacen las correcciones correctas pueden mejorar. La política y los partidos pueden estar muy mal ahora en cuanto a aprobación, pero sí siguen siendo alternativas válidas de asociación. La gente se queja de savia nueva que aporte a la política. Lamentablemente si no existen los espacios y no está la voluntad de ceder no llegaremos a nada. Si no fuera por las grandes marchas de 2006 y 2011, lamentablemente, no habría muchas más caras nuevas.
DEJAR QUE ENTRE GENTE JOVEN A LAS DICUSIONES NO SIGNIFICA QUE VAYAN A TIRAR MALAS IDEAS O A DESTRUIR LAS COLECTIVIDADES. Significa más que eso, es una apertura a la renovación y a la adaptación a los tiempos. Como las empresas: si no se actualizan se mueren. Por ello hay que apostar a la creación de los partidos políticos como marcas para ser más atractivos, creando un prestigio en base a la discusión compartida por quien quiera participar, incluyendo a los usuarios de redes sociales en Chile y fuera del mismo. Con ello, generar un proyecto común para presentarlo a la comunidad y así poder llegar no sólo a estos sectores esquivos, sino que a la sociedad en general. UNA MARCA QUE SE ABRE A LA GENTE ES UNA MARCA EXITOSA, PORQUE LA GENTE QUE LAS SIGUE CREE EN ELLA Y SE SIENTE CON EL DERECHO A HACER PROPUESTAS PARA QUE MEJORE. A ello tienen que llegar los partidos políticos.
Pero: SIN APERTURA, EL VACÍO.
No va a faltar el más pragmático que lo verá en términos de votos. Yo apuesto por las personas que se encuentran detrás de estos votos y lo que les gustaría. Si abren las puertas de sus colectividades generarán confianza; con confianza llega la gente. Desperdiciar uno de los baluartes de Chile, uno de los sectores que más ideas puede aportar al desarrollo del país generando un buen proyecto de futuro es desperdiciar el futuro. Pero hay que hacerlo ahora, antes que sea tarde. No diga que nadie se lo advirtió.
Dejo abierto el debate.
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