Tweet Segui @dini912030 Maleta de Opiniones: "¡Viva el Rey, muera el mal gobierno!": sobre la revolución chilena y mundial

05 julio, 2011

"¡Viva el Rey, muera el mal gobierno!": sobre la revolución chilena y mundial

El que lea esta columna de opinión en el futuro y quiera entender lo que aquí y en miles de otros blogs se expone encontrará que nos encontramos ante un momento crucial en la historia del país. Chile se encuentra en medio de una encrucijada, tal como la afrontó en momentos tales como la Independencia, en el cambio de los gobiernos conservadores a los liberales, en la elección de Salvador Allende (aunque a algunos no les guste todavía), entre muchas otras. Chile se encuentra en medio de una revolución, movimiento que es parte de un momento clave en la historia del mundo. Estamos en presencia de nuevas realidades: los números tienen nombre y apellido, sus opiniones se conocen al instante por personas tanto de la ciudad como del mundo. Hoy los indicadores, como las encuestas (que siempre han sido una “radiografía” de la realidad) deben competir con la más absoluta inmediatez de los tiempos que corren. Ahora mismo, esta opinión que tiene frente a sus ojos estará, probablemente, siendo leída por gente de Arica y Punta Arenas, Coyhaique y Caldera, Santiago y Madrid.

Nosotros, los de entonces, muchos que nacimos en tiempos de la “vuelta de la democracia”, o más atrás, los de la época del “chancho chino”, o en tiempos más lejanos inclusive, los que se apasionaban con el radioteatro; ya no somos los mismos. Hemos visto, día con día, que en España se manifiestan “indignados” contra el bipartidismo; en Chile nos estamos manifestando en diversas formas, cada vez más diversas y creativas, contra la forma en que hacemos política y la forma en cómo se regula ésta misma. Desde los tiempos del descubrimiento de la agricultura, el primer diferenciador social (el que sabía manejar los ciclos del tiempo y, por ende, buscar las mejores tierras para tener comida; los que no las tenían eran mal mirados por ser pastores y andar de allá para acá buscando lo que “botó la ola), es que la gente se ha manifestado contra un modelo en general (que ha mutado adaptándose a los tiempos) que no ha sido justo con todos sus hijos.

Eric Hobsbawn (gran autor, se lo recomiendo), plantea que si en la Revolución Industrial manejada por Inglaterra hubiese primado un pensamiento de corte socialista los frutos de ella hubiesen sido repartidos de forma más equitativa. ¿Qué hay detrás de este trasfondo, muy importante por cierto? Que si actuáramos desde otro prisma las cosas serían distintas. Es decir, si todos pusiéramos voluntades el mundo sería distinto.

Pero nuestro país funciona de otra forma, siempre desde la lógica de la gran casa de campo: una casa manejada por los patrones de la que todos somos parte, pero en la que algunos solamente comen la carne asada. La carbonada queda para todos los demás. Me explico. Existe en este país una gran maquinaria conocida como política nacional, que se regula a través de la Constitución (en la que el valeroso ejemplo de Ramón Freire rompe con la lógica de las comisiones representativas” que deciden por todos nosotros prácticamente sin conocernos. Les puedo asegurar que ninguna de las personas que han existido en las Cartas Magnas nacionales, salvo en el ejemplo referido, han sido representativas de muchos de nuestros compatriotas: todos, absolutamente todos, no han pasado necesidad alguna y han mirado a Chile con la lógica de un progreso mal entendido, el que señala que si algo es bueno para pocos es bueno para todos. La vida, mis amigos, lamentablemente no es así.

Una persona muy sabia dijo una vez que siempre, todos los gobiernos, para ganarse la popularidad de la gente actuarán en dos ejes: salud y educación. Y es aquí donde esta materia es el catalizador de todas las necesidades del país, el medio por el cual todos, de alguna manera, hemos tratado de exponer estos requerimientos ante una autoridad sorda. En las marchas, especialmente en Santiago, hemos visto que han acudido manifestantes que han pedido solución a problemas tales como el energético (HidroAysén), convivencia legal (matrimonio igualitario), educacional (una reforma como la gente en el área que me propongo defender aquí) y político (nueva Constitución). Especialmente esta última ha pasado muy callada entre todas, pero puede ser la próxima gran polémica a futuro.

El problema educacional es un tema que se ha arrastrado por siglos en este país. Antes la gente vivía subyugada al patrón y, si éste no quería, no se podía estudiar. Por allá por los años 60 miles de jóvenes se plantearon nuevas problemáticas y le pidieron a la Revolución en Libertad las soluciones. En la década pasada miles pedimos a la autoridad (nos cayera bien o nos cayera mal) por sacar, dentro de otras cosas, el último ápice de la noche oscura del Dictador Pinochet. Hoy pedimos a la autoridad por las mismas demandas, proponiéndose de vuelta una invitación a conversar más que a proponer acuerdos, en un discurso donde más se escuchan palabras bien cohesionadas que ideas para solucionar lo de fondo.

Se nos plantea la Sociedad Docente como alternativa al Estado Docente, el cual se tilda de ineficiente, incapaz, pasado de moda para hacerse cargo de la educación de sus hijos. Porque hoy pedir educación laica, pública, gratuita y sin fines de lucro, con acceso universal, que existe en otros países, es imposible en Chile. Porque hoy reclamar por lo que es justo es toparse con uno de los países más conservadores del continente, con uno de los que posee la educación más privatizada del mundo, con uno de los Estados más dependientes del sistema global imperante.

Amigos míos, como integrante del aparato que gira en torno a la educación, desde mi humilde pensamiento estudiantil, no puedo dejar de plantear lo que a muchos les pasa: que en el trabajo del médico, del ingeniero o del abogado nadie se mete. Sin embargo, en el nuestro todos se sienten con el derecho a opinar (siendo que en la salud también deberíamos ser parte porque si hacen mal su trabajo nos morimos; si el ingeniero hace mal su pega nos caemos todos al suelo y si el abogado hace mal su pega terminamos en la cárcel o en la quiebra). Nuestro trabajo, dicho sea de paso, como profesores, debe tener muchos más incentivos laborales (en su minuto fuimos de los más pobres del país), mejores condiciones de trabajo y más horas para planificar (el que lo hace, sabe que quita mucho tiempo, tanto que son varios cafés en el cuerpo para que salga).

Volviendo: para analizar el concepto de Sociedad Docente hay que tener mucho cuidado: si bien es un tema que nos compete a todos hay que poner cuidado en qué parte estamos profesores y estudiantes en la discusión como sociedad global. Los actores más cercanos deben estar más activos y participativos, tanto porque sabemos qué es trabajar en aula como porque nos conocemos las teorías; porque un ingeniero puede hacer todos los cursos o tener los ocho semestres para hacer clases, pero no tiene el tino que sólo un profesor puede poseer. Porque nosotros sabemos cómo hacer nuestra pega. Queremos que nos den todos los consejos del mundo, pero nosotros tenemos que dirigir este buque. Sí, sé que es arrogante, pero así como un médico sabe cómo hacer su trabajo de la forma más correcta para no equivocarse un profesor sabe cómo trabajar. En la Sociedad Docente tenemos que ser los primeros en hacernos cargo, para que después vengan teóricos con sus propuestas y políticos con sus leyes.

Es un tema que nos compete a todos, es verdad, pero los padres y apoderados deben estar presentes de forma activa y propositiva. Porque hay que aprovechar el hecho de que ellos sean quienes se hacen responsables del asunto, para comprometerlos más, más allá de que tengan más o menos información. Además, debemos hacerlo con un compromiso de nuestra política de hacernos caso en lo que pedimos (no es patalear por las puras o pensar que somos todos poco más que unos amargados por tener envidia del Presidente porque le va bien, como dice la doctora Cordero). La Sociedad Docente es un ben concepto, pero debe ser manejado por quienes más saben en su área. Le dejo la pregunta: ¿Soportaría usted que alguien que no tiene nada que ver con su trabajo le viniera a quitar la pega, o a aserruchar el piso porque es mejor mirado?

Hoy somos distintos los que participamos en estas discusiones y twitteamos lo que nos interesa. Hoy tenemos nombre, apellido y opinión los que estamos detrás de las cifras de una encuesta. Hoy somos distintos: hoy CEP, Adimark y otros compiten con nuestros planteamientos inmediatos. En Islandia se rompió la lógica de la casa grande cuando plantearon hacer su Constitución por redes sociales. No sería malo imitar su ejemplo. No sería malo que nos organizáramos bien y le pidiéramos a los gobiernos que escogimos (o no escogimos) que revisáramos el contrato social bajo el que nos regimos. Eso va tanto para la Constitución como para la educación, temas a los que aquí hago referencia.

Hace 200 años cientos de personas gritaron “¡Viva el Rey, muera el mal gobierno”. Hoy el Rey (el pueblo, la soberanía popular) grita contra su gobierno (actual administración, marco regulatorio). Hoy son otros los monarcas y otros los gobiernos. Hoy somos otras nuevas personas las que protestamos de mil maneras, las que exigimos nuevas formas de trabajo, nuevas formas de gobernar. Estamos en medio de una revolución mundial, en que nos sentimos con el justo derecho a opinar de su realidad a la par de la autoridad. Por ello, creo, no es difícil soñar en estos tiempos. Esperemos que ese cielo azulado del Himno Nacional caiga sobre Chile.

Dejo abierto el debate.

No hay comentarios: