Tweet Segui @dini912030 Maleta de Opiniones: julio 2011

26 julio, 2011

Dictadura: la última herida de la Patria.


Según la RAE, Patria es la “Tierra natal o adoptiva ordenada como nación, a la que se siente ligado el ser humano por vínculos jurídicos, históricos y afectivos”. Un territorio en el que conviven millones de historias ligadas a hechos y circunstancias comunes. Todos los hijos de esta larga y angosta franja de tierra se han visto envueltos dentro de esta historia que conforma la “gran familia chilena” de la que se habló en tiempos de Dictadura. Precisamente, una herida que no ha dejado de sangrar.

Es cierto, tengo tan sólo veinte años, pero de alguna u otra manera me he visto cercano, por diversas circunstancias, a uno de los hechos más relevantes en nuestra historia. A la Junta Militar, a Pinochet, a la Dictadura: una herida de la Patria que no ha dejado de sangrar. Vaya este pequeño análisis a todas las personas que se sientan identificadas con estas líneas o que han perdido algún familiar en el bando que sea, a los que sean cercanos al hecho y a los que experimentaron, en alguna medida, el proceso.

El martes 11 de septiembre de 1973 cientos de personas caminaban hacia su trabajo; el padre Raúl Hasbún se aprestaba a comenzar el rodaje de una película; miles de estudiantes iban hacia sus colegios y liceos, probablemente a celebrar el día del profesor en homenaje a Domingo Faustino Sarmiento en el día de su muerte. En fin, una gran parte del país comenzaba una mañana normal dentro de un ambiente de tensión.

Mientras que en una parte hacía días existían conversaciones para llamar a un plebiscito para decidir la continuidad del gobierno constitucional de Salvador Allende, en otro se conversaba sobre la necesidad de que alguien interviniera. En otro punto muy distante del país los cuatro líderes de las Fuerzas Armadas y de Orden iniciaban la “Operación Cochayuyo”, el plan que derribaría a la Unidad Popular. Era la guerra contra el marxismo que comenzaba. Desde su contraparte las personas fuertes (y peligrosas para sus enemigos) eran alertadas de que debían escapar. En Queule, Provincia de Cautín, estaban marcadas las casas de la gente de izquierda en la comisaría listas para ser allanadas. En esas casas se quemaban retratos, fotos, libros, lienzos, cuadros. Todo lo que fuera signo de que alguna vez Allende fue signo de un gobierno representativo. A esas alturas, del otro lado del territorio nacional, otros estaban enterados de que ese día pasaría algo mejor para Chile, bajo su lógica. Estaban prestos a descorchar champaña y celebrar. La UP había caído.

El resto de la historia es bien conocida. Las radios no paraban de tocar himnos y marchas militares y nadie sabía bien con certeza qué era lo que pasaba. Los que tenían algún medio de comunicación que los conectara con el resto del país tenían algunas referencias de lo que se veía venir. La situación no daba para más y un período de nuestra historia tenía final. Allende cayó. Una Junta lo reemplazaría.

A ello le siguieron los rumores y relatos de personas que habían sido exiliadas, detenidas y torturadas en estadios, regimientos, gimnasios, buques escuela, ríos, caminos, carreteras, casas. Miles de viviendas allanadas y cientos de cadáveres acribillados en la ruta. Mucho después se supo de personas quemadas, de una escuela de guerrilla en la costa de la Araucanía, en Nehuentúe, desmantelada brutalmente, de arsenales de armas descubiertos, de contactos con un líder oriental de apellido Gadafi para que ayudara a la resistencia chilena con dinero (el que finalmente se negó porque quería aportar con hombres y armas).

En fin, un país que luego supo de protestas y manifestaciones, de represión y violencia. Pero también de avances económicos y de nuevos actores que ingresarían al mercado, de progresos en economía que se superponían a las condenas mundiales. De plebiscitos portalianos ganados sin observadores y sin registros, de gente a la que se le olvidó cómo votar. De filas y filas de hombres y mujeres que le dijeron No al Dictador de la República y que vencieron el miedo. La alegría llegó al Chile de los ’90 y Aylwin dirigía la transición “en la medida de lo posible”. De la sombra de la Noche Oscura que seguía desde su mando en el Ejército vigilando que el país que había construido a imagen y semejanza de los ejemplos de O’Higgins (otro dictador más), Portales (que ordenó el Estado a su medida con un talento empresarial discutible) y Carlos Ibáñez del Campo (que como él llegó al poder por Golpes de Estado y porcentajes de votación del 98%, en dictadura y luego como Presidente sobre una escoba). Fue el Comandante en Jefe que más tiempo ha estado y que más reformas hizo, Senador Vitalicio desaforado y detenido en Inglaterra, hombre de armas en retiro que murió el día de los Derechos Humanos. En síntesis, un hombre que “las hizo todas” (y que se fue sin pagar una sola condena… salvado).

Pero tras toda esta historia hay miles que sufrieron y que aún no paran de llorar. La emisión de la serie “Los Archivos del Cardenal” dejó entrever que la Patria dejó de estar de luto pero aún está de duelo.

Si te roban la billetera puedes comprarte otra. Si se te quema la casa sufres mucho, lloras mucho, se pierden tus recuerdos, pero puedes volver a empezar. También se puede recomenzar si se pierde un hijo dirán muchos. ¿Pero qué pasa cuando lo detienen violentamente, lo torturan hasta dejarlo moribundo, lo matan y, en muchos casos, no hay cuerpo para velar? Es esa la pregunta que hasta hoy mucha gente se hace.

Muchas personas hablan hasta hoy de los horrores de la dictadura más mortífera del continente, en la que más gente murió, pero que se tapa bajo un manto de progreso mal entendido y que no ha llegado, hasta hoy, a sus hijos. En las conversaciones entre amigos, en los diarios, en la televisión, en las historias al calor de un mate siempre salen estas historias como hablando bajito para que nadie escuche, como que alguien estuviera vigilando. Siempre se habla de que se llevaron a éste o que aquél no volvió nunca más. Hasta hoy nuestros padres nos dicen una palabra que nació en dictadura y que nadie se ha borrado, que nosotros mismos decimos: “cuídate”. Sólo esa palabra está cargada de un valor muy simbólico.

Es verdad, pueden acusar a toda la gente que aún habla del tema de pegarse al pasado, de resentido, de comunista (porque este país tiene el mal de que todo el que abogue por lo que no es justo de comunista). No se trata de anclarse en una especie de pasado utópico que muchos no vivimos y que quizás no dimensionemos, o de no querer mirar al futuro. Pasa porque es una herida que aún no cierra.

Siempre se acusa al gobierno de Aylwin de hacer reformas tibias: sí, se pudo haber hecho mucho más. Pero hay que ver los hechos en su contexto: Pinochet estaba a la sombra de la democracia y tenía mucho poder. Bastaba mover un par de hilos y la transición se nos iba al carajo. De la mano de un Parlamento que no era de la Concertación con un sistema eleccionario de dudosa reputación las cosas eran bien difíciles. Pasos como el Informe Rettig fueron necesarios y valorados por la historia y su gente. Hicieron que la Patria se quitara el traje de luto, pero no que olvidara lo que pasó.

Insisto, no se trata de mirar atrás y pegarse, sino de que es necesario conversar estos temas que aún están relativamente recientes. Probablemente cuando todos nosotros estemos muertos, nuestros hijos o nietos van a poder mirar series como la mencionada con objetividad, sin nadie que tire para un lado u otro con su vivencia u opinión. Ellos serán más sabios que nosotros.

Conversar de estos temas no es insistir en algo malo ni dañino, es un paso más hacia el entendimiento entre los que vivieron la época y los que estamos algo más lejanos y vemos los hechos desde fuera (ello no le quita validez para nada, según creo). Ver una serie como la que se emite actualmente es reencontrarnos con una de las páginas más negras de nuestra historia en su peor cara para que la Patria llore un poco más la herida y la vaya zurciendo con sus hilos de sabiduría.

Como muchos, no viví ese período ni me gustaría haberlo vivido. Sin embargo creí prudente aportar al debate con esta pequeña columna en una especie de homenaje a tantas personas que se vieron afectadas. En especial al doctor Hernán Henríquez Aravena, muerto a tiros y lanzado al Lago Villarrica, pues mi abuela lo conoció y vio partir a su detención. Le dijo “señora Rosa, me van a venir a buscar. No se preocupe, yo voy a estar bien”. No volvería jamás.

Vaya también mi homenaje a don “Osvaldo” (cambiaré el nombre por respeto a su familia y a la persona que me contó esta historia); activo participante de la Unidad Popular, quien prefirió quedarse a proteger a su familia antes que escapar a la Argentina siendo avisado del Golpe. Lo detuvieron cruelmente y lo dejaron morir de a poco. Su hija, con un valor que me impresiona hasta las lágrimas, lo buscó por años hasta encontrarlo y poder acompañarlo hasta su último latir. Dicen que a los enfermos en el hospital les daban cal en la comida. Súmele a eso las torturas que sólo Dios y los que lo vivieron saben. Vaya mi clavel rojo en su nombre y el de su familia, a la que quiero mucho.

Vayan mis claveles a todos ellos en la tranquilidad del porvenir. Dejo abierto el debate.

(Fotos por Daniela Queupumil).

24 julio, 2011

¿Cómo impacta el neoliberalismo en nuestra salud mental?

Chile avanza a pasos agigantados hacia el desarrollo económico y al Ingreso Per Cápita de US$20.000. En este camino ha logrado importantes metas, como la disminución de la pobreza y la indigencia, la mejora de la infraestructura en la que se desenvuelve este progreso, y así miles de otras que por espacio no alcanzaría a nombrar. Sin embargo, la equidad en este país es uno de los problemas más grandes: mientras que unos ganan descomunales cifras al mes, con varios ceros en la cuenta corriente, otros ganan lo básico para poder subsistir. Este tema precisamente afecta de sobremanera en todos los temas del diario vivir pues muchas veces del dinero que ganemos dependen algunas acciones. Recalco, muchas veces, no por completo.

Otro de los grandes males de los países en vías de desarrollo es que se preocupan más de los avances en economía que en el bienestar de su gente. Y más en la gente que le va bien que en los más desposeídos. Más en cómo insertarlos mejor en la lógica del desarrollo neoliberal que en cómo ellos se sienten allí. Cabe recordar que uno de los nombres del neoliberalismo es el de Economía Social de Mercado. ¿Social? Sí, social. La idea es que todos alcancemos los frutos del progreso económico. Hasta ahí todo bien.

Pero, ¿Quién se preocupa de cómo lo pasamos las personas que nos encontramos en esta bicicleta de la cual no podemos bajar? El problema de este sistema (y de todos en general) es que cuando entras no puedes salir más. Te vuelves dependiente y necesitas tener tu propia platita. Necesitas ser el mejor en este mundo competitivo. Si no, no sirves. Todo ello redunda, en una parte, en un daño a la salud mental no sólo de los chilenos, sino de miles de personas en el mundo.

¿Han pensado alguna vez ¡por qué en el último tiempo se requieren mayores asesorías y trabajo sicológico en las empresas? ¿Por qué se invierte tanto en el área de recursos humanos?

He querido, en esta ocasión, analizar muy brevemente uno de los temas más relevantes en este mundo actual: el daño de la salud mental de muchas personas en la realidad de hoy. Como todo ser humano, necesitamos estar contentos no sólo con lo que hacemos, sino con nosotros mismos. Si bien problemas como la depresión y el stress tienen un componente genético en muchas personas también influye lo que pase fuera de la persona.

Y en eso hay tres características que he mencionado que importan a la hora del análisis: la competitividad, el trabajo y el dinero. Todo ello, para demostrar que urge revisar las políticas de salud mental en nuestro país.

Ser primero es ser el mejor, el que todo lo puede, el más capaz (o, como se dice por donde yo vivo, el más “choro”). Es el ícono (título que recibí de uno de mis jefes porque hacía más trabajo del que debía pero siempre callado, que es lo que se espera de un trabajador actual), el símbolo de la productividad en el mundo actual. El problema es cuando uno no es el primero ni el que recibe más por ello. Hay personas a las que se le presiona a competir y otras que se frustran con no tener ese puesto. En este punto comienza la frustración, la envidia, la necesidad por querer ser más y no poder. Todo ello redunda en una baja en el ánimo y en otros males como el no sentirse contento con lo que se realiza.

Ello no puede entenderse si no es en el marco del trabajo. Generalmente esta situación se da en lugares en los que se trabaja con muchas más personas y en empresas que dan la posibilidad de ascender en la jerarquía. Pasa que cuando se ve que uno como trabajador es capaz la carga laboral es aumentada (cuyo efecto principal es que uno llegue bien tarde a la casa); o pasa también que ante la necesidad de incorporar rápido al trabajador a la lógica de la empresa éste no funciona bien y se manda mil embarradas. Todo ello se traduce en lo mismo: baja en el ánimo y una fatiga feroz. Muchos tratan de aprender pero muchos otros no se sienten bien en la pega.

El tercer punto mencionado es el dinero. Y he aquí uno de los males de muchas familias chilenas de extracción media y baja. Muchas de las peleas son por plata, cuando no alcanza, cuando hay que pagar una cuenta, cuando se acerca la fecha de pago, cuando me aburro de hacer el pago mínimo, cuando los zapatos de la niña se rompieron, cuando hay que comprarle un material para mañana, cuando falta pan. Cuando se tiene, ningún problema, asunto arreglado.

Pero, ¿Qué pasa cuando tengo que decir, con el dolor de mi alma, no tengo? Problema familiar. No sólo impacta en la misma salud mental de la persona porque no puede hacer más (en muchas familias no queda de otra que recurrir al siempre salvador avance en efectivo o al préstamo de algún vecino o familiar); sino que también en la salud sexual del trabajador. Cuando no se puede arreglar el problema bajan las ganas. Y así nos vamos en una bicicleta que, si no se sabe solucionar, queda allí por mucho tiempo.

Por estas tres razones muy generales he querido ejemplificar que urge revisar las políticas de salud mental que tiene nuestro país. Siempre está el sicólogo de la posta, pero no muchos van a él. Si bien esta situaciones se dan en la vida laboral también se dan cuando se enfrenta una situación personal difícil, ante la pérdida de un ser querido, ante un conflicto interno, ante una separación. Y así miles de otros hechos en los que urge una ayuda externa.

No sería mala idea que el Estado, a través de los ministerios del Trabajo y (el futuro de) Desarrollo Social y Salud, trabajaran en alianza con las universidades para llegar a más lugares en nuestro país y revisar el estado de sus trabajadores en el tema mental. No sólo es necesario, es urgente, pues tanto nuestros trabajadores como jóvenes y mujeres lo necesitan. En esta alianza con estudiantes de sicología se puede llegar a las empresas, colegios, trabajos y otros.

Además, bueno sería que se iniciaran campañas informativas y de acercamiento a la comunidad. Aún está el prejuicio de que “cuando uno va al psicólogo es porque está loco”. Hay que erradicarlo de las mentes de muchas personas.

Por otro lado, en los colegios (tema al que me referiré en otra ocasión con más detalle) urge tener asesoría psicológica. Si vieran la cantidad de jóvenes que necesitan una ayuda profesional ante tantos problemas se espantarían. No sólo porque es una edad difícil en la que se “adolece”, sino porque muchos tienen historias detrás que afrontan solos.

En estas sencillas palabras he querido plasmar una realidad latente en nuestro Chile de la década del ’10: tenemos que preocuparnos de las políticas de salud mental. Porque si estamos contentos con nosotros mismos somos capaces de afrontarlo todo de buena manera y estar un poquito más felices y enamorados de la vida. No sólo es necesario, es urgente.

Dejo abierto el debate.

22 julio, 2011

La generación del "cortar/pegar": las aulas del siglo XXI.

Antes de comenzar a analizar uno de los temas más trascendentales en el aula del siglo XXI inserta en la lógica del sistema global, quisiera tomarme algunas palabras para agradecer a todos los que han pasado por http://maletadeopiniones.blogspot.com; www.retoricanacional.cl y http://www.elmorrocotudo.cl/noticia/sociedad/beca-baes-se-puede-comer-con-26-mil-pesos-todo-el-mes#comment-332782 (columna aparecida el día 21 de julio como artículo principal en el diario electrónico El Morrocotudo de Arica). En total ya son más de 2200 visitas en menos de un mes. Para una persona de una ciudad como Temuco, lejos de la capital y fuera de la política tradicional es todo un logro. Mis saludos a todos y agradecimientos.

Todos los que pasamos por alguno de los tantos regímenes de educación chilena, en cualquiera de sus tipos de financiamiento, sabemos lo que es, en mayor o menor grado, hacer trabajos escritos a mano, disertaciones en papel kraft y con recortes de libros añejos o de revistas cosas, caras o del supermercado. Jugamos ábaco de pequeños y leímos el silabario. Elementos que generan cierto grado de identidad en que el constructivismo (que en muy simples palabras postula que todos construimos el conocimiento; los que saben disculpen la simple referencia) aún no estaba en boga y la Reforma Educacional amparada en el BID bajo el gobierno de Eduardo Frei Ruiz-Tagle planteaba que los colegios debían tener acceso a una cosa nueva que se llamaba “computador”.

Cuando se implementó el programa “Enlaces” con algunos colegios piloto se hizo de la mano de un programa básico: “La Plaza”, el que permitía publicar noticias del colegio, conocer las instituciones, y así, una infinidad de posibilidades que los que somos algo nostálgicos añoramos. Eran tiempos en que el cuerpo humano recién se conocía electrónicamente para muchos colegios en el país. Estaban acompañados de la máxima tecnología de aquel entonces: un computador Apple que tenía la disquetera inserta o un Microsoft con Windows ’95. Eran tiempos en los que tener un computador era todo un lujo.

20 años después el computador y el internet se hicieron democráticos y hoy establecemos redes. Incluso la gente tiene el poder de convocar masas con un fin único sin la necesidad de mayores intermediarios más que la fuerza. Son capaces de sacar gobiernos y destronar hasta el más poderoso de un halo blindado de gobierno. Pueden levantar figuras honorables y honorablemente destruir. Hoy tener internet es incluso más barato que tener televisión por cable, otro vicio de los ’90. Hoy es una cuenta más necesaria para poder vivir en este mundo tecnológico.

Así las cosas, nuestros profesores cambiaron la máquina de escribir (signo de tiempos románticos en que hasta las cartas de amor se dactilografiaban en aquel medio; de hecho aún lo hago) por el computador de escritorio; en dos años lo cambiaron por un notebook y en uno por un netbook. El más pudiente se compró un Tablet y hoy navega por internet en el teléfono. Todos accesorios que nos hicieron la vida, a todos más fácil. No sólo por la inmediatez de lo que pasa en el mundo virtual, sino que por ser nuestra “memoria externa” y “ayuda tareas”. Gracias a él nuestras planificaciones ya no son en papel milimetrado y nuestra agenda está allí.

Gracias a internet y al computador portátil tenemos videos para ayudar en nuestras clases y al siempre salvador power point (siempre que no se le olvide sacar el “haga clic para agregar título) para colaborar en la labor pedagógica. En síntesis, he querido nombrar estos beneficios para hacer más ecuánime el relato. Sin lugar a dudas que el arribo de internet a la sala de clases inevitablemente cambió nuestro sistema de vida.

Pero también produjo efectos colaterales que nadie se esperaba. Con la llegada de este compañero con el que hay que aprender a convivir quiérase o no nació una característica de los nativos digitales: la generación del “cortar/pegar”.

Un nativo digital es aquella persona que nació con todas estas herramientas a la mano y prácticamente se familiarizó con ella. No es que un niño de dos años cuando maneja un televisor sea más inteligente que uno de hace veinte años atrás, sino que tiene otras capacidades relacionadas con la lógica. Y, como nació con estas herramientas llenas de información no tiene que recurrir a la ya obsoleta biblioteca ni a los roñosos libros que usaban nuestros anticuados padres para poder encontrar lo que desea. Para ellos el internet “la lleva”.

El problema es que gracias a San Google y a la Beata Wikipedia ya nuestros estudiantes no buscan nada. Tampoco mejoran su redacción y ortografía porque el computador les hace todo. Un muchacho que hoy va en primero medio no se da el trabajo de buscar recortes en libros viejos para disertar sobre la Independencia del país (lo planteo así según el nuevo ajuste curricular de Historia, Geografía y Ciencias Sociales), sino que ingresa a estas páginas que no son académicas y que se nutren del conocimiento colectivo (lo que no es malo, pero redunda en hacerse costumbre el no corroborar información), corta y pega. Pregúntele que dice. Apuesto a que muy pocos responden bien.

Una vez un profesor nos contó que, como futuros docentes, la idea es hacer la diferencia entre el conocimiento cotidiano y el científico. No es malo tener una referencia como Wikipedia, para saber lo que saben todos. El quiebre está en que nuestros estudiantes deben saber más. Si van a averiguar la idea es llevarlos a páginas que tengan referencias bibliográficas.

Bueno sería también apoyarse de las nuevas tecnologías, pero también nadie me saca de la mente que no es para nada malo volver a escribir a mano y bajar las imágenes de internet para pegarlas en el papel kraft. No sería malo hacer que lean lo que están entregando y que lo expliquen al curso o al profesor; o hacer que escriban ese trabajo a mano.

Es el gran mal de los países en vías de desarrollo: de tanto mirar hacia adelante se olvidan de las “piedras” del camino y no vuelven la vista a los orígenes. Las técnicas de antaño no son del todo malas. Sería bueno reconsiderarlas. Estamos ya a dos décadas más o menos desde que “La Plaza” llegó por primera vez a los colegios “Enlaces”. Muchas cosas han cambiado y la generación del “cortar/pegar” llegó para quedarse. La diferencia pasa, según creo, por el líder de la sala. Depende de cada uno como docente romper la tendencia.

Dejo abierto el debate.

21 julio, 2011

Estudiantes, clases y movilizaciones: ¿Cómo se comportan nuestros profes?

Estamos en tiempos de constante cambio en el desarrollo político del país, ante una etapa única en el desarrollo de los movimientos sociales chilenos. Incluso, para Gabriel Salazar, premio nacional de historia, según sus declaraciones en un programa de televisión emitido recientemente, estos son los movimientos sociales más grandes que se han visto jamás.

Al Presidente de la República se le pueden “achacar” todos los males habidos y por haber; sin embargo tiene una capacidad mágica para jugar al ajedrez. Es en estos momentos en los que se denota su talento para manejar acciones: como los paquetes accionarios en la Bolsa de Valores mueve Ministros como quiere: la UDI necesita una carta presidencial y deja a Lavín en Mideplan, la derecha necesita un candidato fuerte y carismático contra Bachelet y mueve a Golborne a OO.PP., con alto grado de figuración pública; necesita ordenar la situación en colegios y universidades y deja Bulnes en Educación. Como en la Bolsa deja sus fichas más riesgosas en lugares seguros y blindados, mientras que elimina las que puede prescindir. Ena Von Baer pagó un precio que se veía venir porque las críticas ya eran muchas. Sin embargo, Felipe Kast, que estaba consiguiendo avances en su ministerio y acercamiento transversal para sus proyectos asumió el costo político injusto. Alguien tenía que salir damnificado y, para mal de su sector y de muchos, salió perdiendo.

Pero no es de ello de lo que quiero hablar en esta ocasión. Hoy quisiera referirme a un aspecto sobre el cual en un comentario en este blog me hicieron referencia y que quisiera tratar un poco más en extenso. Hay un actor en todo proceso de movilizaciones que se hace relevante no sólo en estos tiempos, sino que en el trascurso del año. Es por ello que la pregunta central de esta columna es: ¿Cómo actúan nuestros profesores hacia nosotros en el año en general y en tiempos de movilizaciones?

Vamos a ir desde lo más simple hasta lo más complejo de digerir. Existen profesores que se toman de muy buena manera estos temas. Dan su apoyo irrestricto a cualquier tipo de manifestación y hasta son capaces de flexibilizar toda fecha de evaluación recalendarizando todo sin mayor problema. Si bien hay que considerar que, como todo funcionario son trabajadores y compatibilizan la pedagogía con otras actividades, está en la actitud de cada persona la relación que tiene con sus estudiantes. Por ello siempre se destacan este tipo de profesores, pues los diálogos se dan de forma más expedita y el proceso es más rápido.

Ahora, es más ideal todavía el hecho de disponer de un buen horario o, si no se puede, estar dispuesto a conversar con el estudiante sobre diversos temas. Que grato es cuando ante una dificultad uno se puede acercar a conversar con su profe y plantearle una situación complicada y poder llegar a acuerdo entre las partes. O que, dentro de lo posible y sin pasarse de la raya, poder postergar alguna evaluación si se presentan dificultades. No se trata, por favor, de aprovecharse del recurso, pero sí de comprender si la situación lo amerita. Eso no quita que haya gente que lucra (ya que está tan de moda el concepto) con esta situación y se pasa a la flojera. Dejemos a esta gente fuera del análisis. Conocí dos casos, uno de un profesor que postergó su ramo un montón de veces pero que al final se las supo arreglar bastante bien , y otro que dejó libres de acción a sus estudiantes para asistir a asambleas, postergando evaluaciones para la vuelta de este “receso”. Vayan mis saludos y reconocimiento a ellos.

Tenemos un tipo “intermedio”, que en un año “normal” puede tener una actitud de respeto y de distancia hacia los estudiantes sin perder el vínculo, respetándose los espacios. En él encontramos mayores dificultades a la hora de tratar una situación particular o de hacer una negociación colectiva con respecto a una fecha. En tiempos de movilizaciones podemos encontrarlos un poco recelosos, pero al final siempre se llega a un acuerdo. Personalmente conocí un caso de un profesor que en otros tiempos no fue muy llano al diálogo, pero que al año siguiente moderó su actitud y hoy mantiene una excelente relación con sus estudiantes. Vayan mis saludos para él.

Y aquí viene la parte más terrible (donde algunos ya se están imaginando los rayos y truenos con un fondo oscuro y música malévola), esa en la que nos acordamos de nuestros profesores que siempre andan desaparecidos y que a veces pecan de arrogantes. Me van a perdonar el siguiente análisis, pero no puedo guardarme este trocito de sinceridad y rabia que tengo acumulada desde hace un tiempo.

Hay docentes que se la pasan desaparecidos y dejan tiempo para la pedagogía como si fuera un trámite más o lo que se les olvidaba por hacer, preparando material sobre la marcha y subiendo documentos y lecturas por vía electrónica o enviándolas a los estudiantes antes de que ellos durmieran. Cuando se les busca nunca están porque tienen mil reuniones y nada de tiempo para a la atención de estudiantes.

Es más, algunos pecan de aprovecharse de sus ayudantes para que ejerzan el oficio por ellos. Puede que sean excelentes en su área y que hayan hecho mil estudios y perfeccionamientos fuera del país: el problema es que vuelven arrogantes con complejo de superioridad. Alguien muy cercano a mí pagó esas consecuencias. Incluso, recibió un trato muy mal de esta persona con una frase que, si se detienen un par de segundos a leerla con cuidado (piénsenla bien), puede marcar la vida de un ser humano. Profesor pregunta, estudiante responde muy atemorizado por la inseguridad y temor ante profesor que mira con duda. Estudiante, muy tímido, se olvida de esa parte de la materia, a lo que profesor le dice “Disculpe, ¿Y usted, qué cree que está haciendo aquí si no se sabe la materia? ¿Cómo va a llegar al examen global si está exponiéndome así? Váyase a estudiar y déjeme que estoy perdiendo tiempo” (algo así fueron los diálogos, con frases muy similares que resumo). Buen profesor pero con muy mal tino.

No quiero juzgar pero sí son opiniones parecidas las que rondan siempre detrás de nuestros profesores. A veces uno, como estudiante, le gustaría reconocer o criticar constructivamente a quienes nos forman para que existan mejores relaciones. Como estudiante uno no pide ser amigo de ellos ni mucho menos que nos posterguen evaluaciones eternamente. Simplemente pedimos que la pedagogía y el tino en el trato al estudiantado sea más frecuente y no lo último por hacer, que haya mayor preocupación en esta relación. No pedimos que cambie, quizás, el carácter completamente, pero sí que se haga una revisión de cómo actúan en el día. Pedimos que, ante situaciones difíciles que escapen a lo académico o ante una movilización, entendimiento sin arrogancia para poder recalendarizar y cumplir “en horario diferido” y siempre que todos puedan lo que corresponde. Nadie pide no hacer nada, sino que un poco más de voluntad para conversar sin que ninguno de los actores se “pase de la raya”.

No pretendo tampoco establecer una ley sobre cómo se comportan nuestros profesores sino que establecer algunas características comunes tomando en cuenta la disponibilidad de tiempo, que siempre es poca y se entiende, la actitud que se toma frente a un año “normal” respetando los tiempos que uno tiene para estudiar y prepararse ante una evaluación, y la actitud misma que se tiene frente al estudiantado. Si se logra conciliar la pedagogía con el buen trato y la voluntad podemos llegar a grandes cosas y navegar todos juntos. Espero se haya entendido la idea.

De paso, un saludo a todos aquellos profesores o estudiantes de pedagogía que lean esta columna, para que ninguno repita estas malas prácticas que hacen daño a la buena convivencia en la sala de clases.

Le dejo sí una pregunta para la reflexión, ¿Qué nota le pondría a su profe en tiempos de evaluación? Piénsela. Ahora sí, dejo abierto el debate.

18 julio, 2011

Beca BAES: ¿Se puede comer con $26000 todo el mes?

¿Comería usted con $26.000 TODO el mes? ¿Cómo se sentiría si se viera en la necesidad de discriminar cuánto va a comer porque no tiene más dinero para costear su desayuno, almuerzo u once? ¿Alguno de los que lee esta columna tiene la receta? Por favor, si existe, que me la diga. Hay gente que, con ese monto, debe sostenerse 30 días.

En esta columna quisiera referirme a una realidad que está muy presente y que se aleja mucho de ser un vicio en estos tiempos turbulentos: comer. Siempre se ha dicho que la vida del universitario es difícil, y más aún en estos tiempos en los que se discute sobre temas de financiamiento educativo. No sólo porque muchos ramos nos hacen la vida difícil o porque a veces no queda tiempo para tanta lectura.

A algunos les aqueja el problema de la comida. Ésta, es financiada a través de la Beca de Alimentación Superior, BAES, que nos otorga la suma mensual de $26.000 para ser canjeados exclusivamente en alimentos. Antiguamente se entregaba un talonario con tickets de almuerzo; hoy es una tarjeta que se puede utilizar en los comercios con un logo verde en la entrada. Tiene una clave que, si se pierde, es el caos: no se puede comer.

La actual tarjeta Junaeb tiene un símil con las antiguas fichas para la pulpería de los obreros del salitre: se les pagaba en estas monedas de cambio y podían ser utilizadas sólo en el negocio establecido para ese fin. Olvídese de pensar en que en la ciudad eran válidas o en que en otras oficinas eran bienvenidas. Era la esclavitud hecha moneda. Actualmente, esta tarjeta sólo puede ser utilizada en los comercios establecidos para este fin, sin la oportunidad de usarse en otros locales.

Quizás se preguntará por la comida que ofrecen estos recintos: ¡Qué quiere que le diga! Por $1.300, que es el monto oficial, muchos lugares tienen menús que son insípidos (no tapan ni una muela) o muchas veces no los tienen. Si bien tienen el aporte calórico necesario y aprobado no satisfacen el hambre que a uno le queda después de clases. Para poder estar “contento” con la comida habría que comer, por lo menos, unos dos. Es decir, en teoría son dos días en uno. La tarjeta se va más rápido.

Precisamente por eso ha aumentado el consumo de comida chatarra con este medio de pago: al final uno termina prefiriendo comer un buen plato chatarra que lo llene y así poder quedar en paz para volver a clases. Siempre cuesta más de $1300, a veces mucho más. Lo importante es comer.

Hay jóvenes que usan esta tarjeta completamente para aportar en sus casas, otros que prefieren comprarse una buena once, otros que prefieren gastarse el dinero los primeros días asumiendo que no rinde nada y llevar comida de la casa (de la que a veces no hay, como es mi caso personal) y otros que gastan en varios días seguidos montos altos. La única suma que cuadra es la del estudiante que, afortunadamente, puede comer una vez al día y no tiene la necesidad de comprar más.

Sin embargo, hay una gran masa que no puede permitirse esta realidad. La verdad es que, si se da una vuelta, hay mucha gente que no tiene el dinero para poder complementar esta suma insípida que ni siquiera alcanza para una comida decente. Usted dirá que se puede cotizar, que se puede buscar hasta encontrar un lugar que sirva buena comida a bajos precios, o comprar muchas frutas y comidas sanas o derechamente no comprar chatarra. Hablemos con la verdad: nadie compra (salvo contadas y honrosas excepciones) $26.000 en frutas para el mes (al final se aburre de comer fruta todo el mes), o no come comida casera todo el mes. A veces a uno, hijo de la sociedad moderna, le gusta comer su chatarra de vez en cuando. Hablo desde la honestidad: $26.000 al mes no alcanza.

No tengo bien claro si esta parte está dentro de las demandas estudiantiles actuales, pero si no está (perdonen mi ignorancia) debiera. Hace siete años que no se reajusta este monto y, con el alza mundial en el precio de los alimentos, se hace cada vez menor. Si Chile crece a más del 6% (porque ahora se duda si crecerá a mayor tasa), ¿No será hora de invertir un poco más en los hijos de esta tierra que estudian para sacar adelante a su país? ¿No será hora ya de aumentar en algo el monto que tenemos, siquiera en una luquita para el desayuno y otra para la once?

Creo que es una realidad de la que hace falta hablar. El Mineduc y la Junaeb no se han pronunciado ni en la administración anterior ni en la nueva sobre el tema de la alimentación, en cuanto al monto. Parece que importa más cuantas calorías por plato que el dinero para acceder a comer ese plato. Con una comida, claramente, no alcanza. Les pido de corazón: a la gente que puede mover los hilos piense si su hijo o hija se viera en la situación de decidir qué días comer y cuánto comer. Créame que el resultado no es bonito. No es bonito cuando se acaba la tarjeta.

Dejo abierto el debate.

16 julio, 2011

Jóvenes y política: ¿Matrimonio o Divorcio?

La frase más común de los ’90 fue “no estoy ni ahí”, acuñada por un connotado deportista nacional. Representaba el sentir de cientos de jóvenes a los que el retorno a la democracia no les trajo mayores beneficios ni espacios de participación que los hicieran sentirse parte del proceso. En aquella época se gestó, según quiero plantear aquí, el germen de uno de nuestros grandes males nacionales: la compleja relación entre jóvenes y política. Es por ello que quiero partir planteando, en una suerte de analogía representativa: ¿Se acerca más a un matrimonio o a un divorcio?

Hay que partir distinguiendo la diferencia entre la política como un arte, es decir, la que usted hace al conversar de temas de país o referentes a esta área con amigos y compañeros, la que realiza al leer un periódico y admirarse o rechazar con encono sobre la situación nacional, o la que en este momento hago elaborando este texto; todo ello de la variante institucional, la que se canaliza a través de las organizaciones sociales, de las Organizaciones No Gubernamentales, de los partidos políticos. Precisamente ésta es la que se encuentra en una crisis muy parecida a la de la época parlamentaria, por allá por las primeras décadas del siglo pasado. Más adelante haré una breve referencia.

Las dos primeras formas de organización, que actúan generalmente a través de la acción directa en temas específicos, se preocupan de los temas de base que afectan a los ciudadanos. Llama la atención que en grupos ambientalistas, animalistas y de Scouts, por ejemplo, exista una gran cantidad de jóvenes dispuestos a participar con entrega y ahínco por los ideales que se defienden.

Otras, como las juntas de vecinos, creadas bajo la administración de Eduardo Frei Montalva, tuvieron y tienen un rol importante en muchas poblaciones, pero han visto limitada su reproducción ante las nuevas formas de asentamiento inmobiliario existentes en la actualidad (nótese cómo se organiza la gente en los condominios por edificio y no por conjunto de torres de departamentos, en general; o en villas entregadas por constructoras privadas que no poseen estas entidades). Todo ello no sólo afecta en cuanto a la gobernabilidad y poder de decisión que tengan los habitantes de su propio territorio, sino que también con respecto a la unión de las personas que allí viven. La sensación de encierro es cada vez más patente. Aquí la juventud se siente menos identificada todavía: llega a la casa a dormir. No hay para qué preocuparse de estos temas si ya pagué los gastos comunes.

Los partidos políticos cumplieron un rol muy importante en la política nacional y mundial porque en su época efectivamente aunaban intereses comunes de personas que querían luchar por sus derechos y ver en ellos intermediarios ante las esferas de poder. Destacan especialmente el Partido Radical, la facción más radical del Partido Liberal, por allá por el siglo XIX; y los partidos Socialista y Comunista, que lucharon por los derechos de los trabajadores en tiempos peores que éstos (pero muy similares en otros aspectos): en una época en que el obrero salitrero debía, con el trabajo de sus manos, extraer el mineral en condiciones paupérrimas era pagado con fichas canjeables en la pulpería. A veces incluso se le estafaba vilmente con fichas de cartón y madera. De ser así perdía todo derecho. ¿Reclamar por lo que es justo? ¿Derechos laborales? Ni lo piense.

En otras épocas fueron elementos de cohesión política ante las tempestades de los distintos regímenes imperantes. Ya sea en el caso del Frente Popular, una de las coaliciones más importantes del siglo anterior, que aunó los esfuerzos desde la izquierda hasta el radicalismo; o cuando llegó al poder la Unidad Popular (y posteriormente el “Partido” de la Unidad Popular; en contraposición al “Partido” de la Confederación Democrática) en oposición a las facciones que luchaban contra el poder de la izquierda imperante; y, en el caso más reciente, la Concertación de Partidos por la Democracia, una de las mejores oportunidades políticas en su origen, que partió con muy buenos bríos, uniendo desde el Partido Comunista hasta la Democracia Cristiana, con un especial énfasis en las figuras jóvenes, de la renovación, del cambio. Mención aparte que repite este patrón, pero en la vereda contraria, es la Coalición por el Cambio: Renovación Nacional llevó el mayor número de jóvenes como candidatos en las elecciones de 2009.

En teoría está sonando muy bien, pero aquí salta una pregunta: ¿Son realmente representativas de todos? Acotando estas realidades en el período de la transición y la (por mí denominada) “post-transición” nos encontramos con que, en un principio, una gran cantidad de jóvenes se inscribió en los registros electorales amparados en la “alegría” que venía. Era una gran oportunidad de cambio en la cual Chile era dueño de su destino en libertad. La decepción vino prontamente: el proyecto comenzó a girar hacia la Economía Social de Mercado y ciertas políticas no gustaron a algunos sectores. Las juventudes de los partidos políticos quedaron como cuadros de segunda clase, en las cuales la figuración pública comenzó a hacerse menos frecuente ante la opinión pública.

Si a esto le sumamos que de a poco los espacios públicos, como las plazas, se han convertido en focos de inseguridad, siendo cambiados por centros cerrados de comercio y reunión; la falta de capacitación y de oportunidades de trabajo (esta situación comenzó a mejorar recién en las dos últimas administraciones), una situación educacional pública que iba de mal en peor; y, en el lado político, la separación de las juventudes de las cúpulas (que tienen el mal del profesor que lleva muchos años haciendo su pega y cree que todo lo hace bien; perdóneme el gremio pero conozco muchos casos de esos), redunda en una desmotivación general de todo el sistema.

La política se convirtió, entonces, en un círculo cerrado de personas que se pelean por todo, que no son capaces de llegar a ningún acuerdo, que no abre los espacios a la participación y que no crea oportunidades en todos los aspectos imaginables. Es decir, cada día peor.

Aquel matrimonio que pudo haberse convertido en una hermosa unión para la eternidad, de la que se pudo haber aprovechado mucho, quedó obsoleto y sumido en la lejanía y la reticencia a aceptar la crítica. Terminó convirtiéndose en un descrédito general que derivó en un divorcio cruel.

Es por ello que, si a ello le adicionamos el que los medios de comunicación oficiales rinden pleitesía a quien manda en el poder central y que con las redes sociales podemos ponernos de igual a igual con quienes gobiernan tenemos como resultado que los movimientos de masas ya no necesiten de un conductor como un partido político. El gran problema es que, como es muy específico, aunque sea parte de una situación mayor nacional y mundial, se deshacen con facilidad. Aunque a muchos no les guste los partidos políticos son entidades estables que, si se le hacen las correcciones correctas pueden mejorar. La política y los partidos pueden estar muy mal ahora en cuanto a aprobación, pero sí siguen siendo alternativas válidas de asociación. La gente se queja de savia nueva que aporte a la política. Lamentablemente si no existen los espacios y no está la voluntad de ceder no llegaremos a nada. Si no fuera por las grandes marchas de 2006 y 2011, lamentablemente, no habría muchas más caras nuevas.

DEJAR QUE ENTRE GENTE JOVEN A LAS DICUSIONES NO SIGNIFICA QUE VAYAN A TIRAR MALAS IDEAS O A DESTRUIR LAS COLECTIVIDADES. Significa más que eso, es una apertura a la renovación y a la adaptación a los tiempos. Como las empresas: si no se actualizan se mueren. Por ello hay que apostar a la creación de los partidos políticos como marcas para ser más atractivos, creando un prestigio en base a la discusión compartida por quien quiera participar, incluyendo a los usuarios de redes sociales en Chile y fuera del mismo. Con ello, generar un proyecto común para presentarlo a la comunidad y así poder llegar no sólo a estos sectores esquivos, sino que a la sociedad en general. UNA MARCA QUE SE ABRE A LA GENTE ES UNA MARCA EXITOSA, PORQUE LA GENTE QUE LAS SIGUE CREE EN ELLA Y SE SIENTE CON EL DERECHO A HACER PROPUESTAS PARA QUE MEJORE. A ello tienen que llegar los partidos políticos.

Pero: SIN APERTURA, EL VACÍO.

No va a faltar el más pragmático que lo verá en términos de votos. Yo apuesto por las personas que se encuentran detrás de estos votos y lo que les gustaría. Si abren las puertas de sus colectividades generarán confianza; con confianza llega la gente. Desperdiciar uno de los baluartes de Chile, uno de los sectores que más ideas puede aportar al desarrollo del país generando un buen proyecto de futuro es desperdiciar el futuro. Pero hay que hacerlo ahora, antes que sea tarde. No diga que nadie se lo advirtió.

Dejo abierto el debate.

14 julio, 2011

Recuerdos de pobreza: cómo viven los desheredados de Chile

Chile es uno de los países con peor distribución de la riqueza. La Araucanía fue conocida en algún momento como la Etiopía de Chile. Día con día los habitantes de ciudades como Tocopilla, Santiago y Temuco son atacados por un aire que es peor que veneno. En los noticiarios ya no vemos noticias objetivas sino que desinformación pura, salvo honrosas excepciones; el gobierno vigila cada opinión en un intento desesperado de controlar lo que pensamos. Porque ya no sólo “se mueve una hoja” sin que ellos lo sepan, sino que ahora, por culpa suya, todo marcha bien.

Detrás de todas estas frases, encuestas y números se esconden casi diecisiete millones de personas de diversos mundos y realidades, de todos los colores políticos y de piel, de las más diversas historias. Tanto los políticos en general como quienes ejercen efectivamente el poder gobiernan para estas personas, con políticas que pueden afectar hasta la vida diaria. Hoy quisiera referirme a algunas de esas realidades ejemplificándolas en algunos casos de esta larga y angosta franja de tierra que tiene tantos hijos como pesares a su haber.

El gran mal de los países en vías de desarrollo es que se despreocupa de la gente más pobre, tratando de mostrar a los estratos medios y altos como si todos fuéramos iguales. Creo que hoy es necesario refrescar un poquitito la memoria sobre la gente que no vive en las mejores condiciones.

¿Saben el impacto que tiene en una familia el que le entreguen una casa? Una vivienda social, que en Chile cuesta aproximadamente once millones de pesos, de dos dormitorios con un baño que a veces da a la calle; es la aspiración máxima de una familia, la base de la sociedad según la Constitución. Es la oportunidad de vivir en lo propio, la alegría máxima porque salimos de vivir de allegados, de poner nuestras cosas y nuestros muebles. Todo es genial, alegría y fiesta. Pero, ¿Sabían que puede ser uno de los centros de la marginación y la exclusión social?

Las ciudades de esta década, especialmente del modelo latinoamericano, son producto de las inmobiliarias que se aprovechan de que el suelo no es controlado por el Estado. Compran los mejores terrenos y a nosotros, los pobres, nos tiran para las peores tierras, las más malas y con peores drenajes. Es decir, esa alegría se puede convertir en un infierno: nos dejan con los peores accesos a comercio y servicios, sistemas de transporte, salud y seguridad. Se emplazan respetando como un dios al rubro privado y creando círculos de marginación y pobreza, sin consultarle a nadie, imponiendo el sector. Encima de todo, las entregan con un árbol que crece desmedidamente sin saber su especie y con la tierra “pelada”, sin un poquitito de pasto, con los mismos juegos de siempre que al tiempecito van a rayar. Lamentable, porque alguna vez tuve casa pero la tuve que dejar en circunstancias en las que me referiré algún día.

Los “antiguos” pobres, los que ganan el mínimo o un poquito más, los que tienen auto porque lo necesitaban y ya no por lujo, los que tienen internet y cable porque ahora les alcanzó la plata porque hay un poquitito más, los que compran desde una bufanda hasta una cocina con la tarjeta del supermercado o de la tienda y están encalillados hasta el cuello; todos ellos buscan un trabajo para comer. Muchos lo hacen porque se consiguieron un dato, otros por currículum postulando a varias pegas, pasando mil pruebas. En fin, todos trabajan porque tienen que hacerlo y, en menor medida, porque quieren y les gusta.

El trabajador promedio chileno (y eso lo podrá constatar en cualquier conversación entre amigos, familia o pareja cuando llega a la casa cansado después de la pega) quizás no aspira a grandes lujos, aunque abriga la esperanza de ser millonario y cambiarse a una casa más grande, ayudando a cuanto pariente lo necesite.

Sin embargo, sabe que queda en los sueños. Picotea por aquí y por allá para llevar un par de panes más a la mesa, para alimentar mejor a la familia, para sacar a la viejita a pasear por el aniversario o que los hijos no pasen las mismas pellejerías de uno. No aspira a grandes cosas salvo a ganarse la plata para comprar mejores cosas y darse algunos lujitos, como completos para la once. Aspira a mejores condiciones de trabajo con algún aumento de sueldo porque siente que se lo merece, con un mejor trato entre el jefe y el empleado, a un contrato justo con el respeto a sus feriados y días de descanso, a las vacaciones y el post-natal digno. Aspira a un buen ambiente de trabajo y convivencia con los compañeros, en “la mejor de las ondas”.

Porque el trabajador chileno es como lo que, en origen, se conocía como el roto chileno: trabajador, honrado, republicano y amante de su patria. El “guachaca” de hoy, el que todos en el fondo somos. El que disfruta viendo el partido de Chile (antes con Carcuro, hoy con Palma según los números) con una pichanga, el que pasa después de la pega a tomarse un schop, el que tiene su yayita que trata de arreglar con unas flores y un pedazo muy grande de carne para la señora en la noche, para hacer una rica comida. En fin, el que vive la vida con un millón de dificultades, pero que siempre anda con una sonrisa cada mañana.

Ese trabajador tiene a su hijo o hija, probablemente, en un colegio de básica municipal o subvencionado, según le alcance la plata. La mamá se levanta todos los días muy temprano para que la pase a buscar el furgón o para dejarla en las puertas del jardín. Viste a su hijita con las mejores prendas que pudo comprar al mejor precio en 24 cuotas porque no tenían interés y, porque con $1990 le añadían una crema para la cara. Cuando la dejó volvió a la casa porque tenía que hacer el aseo y la comida rápido, para poder ver la novela de la tarde. Si es mexicana o venezolana mucho mejor. ¿Se han fijado que desde hace algunos años en las teleseries no se ven personajes de extracción pobre, sino que lo más cercano es ver nanas? Aun así, a la gente parece gustarle mucho más que ver a alguien de su condición. Es preferible llorar por los problemas ajenos que por los propios.

Su hermana, trabaja de 9 a 5 en una oficina del Estado, en la cual tiene que tratar con cientos de personas con muchos problemas. A veces le carga, pero también disfruta de ello. Tiene buen ambiente de trabajo y, aunque debe soportar las de “Kiko y caco” quiere su pega. Llega cansada y lo único que quiere es tirarse en el sillón a descansar con un cafecito. A pesar de todo le gusta trabajar porque está juntando para comprarse un autito.

Lamentablemente, todos quieren comprarse ese autito. Si sumamos todos los que circulan en las calles contaminan más que fumador estresado con hambre: el aire es irrespirable. La niña que describíamos se enfermó de los bronquios: hay que llevarla al hospital. Pero no la atienden al tiro: está más lleno que tarro de sardinas. “Espere”, le dicen, hay más gente. Llegó a las ocho de la noche, la atienden como a las dos de la mañana. Le pusieron una inyección, le dieron paracetamol y le mandaron la interconsulta para la posta. La mamá se quedó despierta y fue a hacer la fila a las seis de la mañana porque a esa hora se ganan los de su sector afuera del consultorio. Hace un frío que congela las manos y quiere llover. Abren a las ocho, le dicen que se acabaron los números. “Llame por teléfono”. “Pero señorita, si está aquí al lado”, le dice a la funcionaria que está del otro lado de la ventanilla. Marca el número, la atienden delante de ella. Queda un número para la tarde. Lleva a la niña al policlínico, no hay remedios en la farmacia. Parece que era mejor llevarla a la “meica” que da las hierbas. Cobra cinco lucas pero atiende al tiro y uno se mejora más rápido. Santo remedio. (Aquí, en la Araucanía, se usan mucho las hierb as medicinales para mejorarse. Medicina alternativa, si prefiere llamarle).

Quise recoger, a veces con sarcasmo y a veces con verdad, algunas experiencias que me ha tocado ver en este soplo de vida. Soy bastante joven pero, como muchos, me ha tocado trabajar desde los dieciséis años para poder pagarme cosas tan básicas como el pasaje de micro. Quise ser autorreferente en esta ocasión porque hay muchas personas que comparten estas experiencias, y buscan en ciertas personas símbolos de su existencia. ¿O alguno creía que Alexis Sánchez, Pedro Aguirre Cerda, Michelle Bachelet, Iván Zamorano o hasta el mismo Sebastián Piñera son referentes sociales porque sí? Más allá de eso: se buscan símbolos de aspiración para decir “yo también puedo”.

Porque no es imposible soñar en esta vida. He sido empaque, cartero, cajero, vendedor, jefe de despacho, cargador de leña, ayudante de cátedra. No es ni más ni menos que muchos de los que leen esta columna. Simplemente, en esta oportunidad quería comentarles a muchos que hoy se pueden sentir desanimados que sí, se puede ascender. Que las ideas que se recogen se pueden compartir y aportar. Nuestra vida está tan llena de respuestas a muchos de los problemas de nuestra sociedad. Por eso es tan importante abrir los espacios en política y ciudadanía, porque todos tenemos algo que aportar. La única diferencia está en interesarse y creer que, aunque la política está tan desacreditada, si se llevan las oportunidades a los ciudadanos ellos responderán. Porque, como decía el Cardenal Silva Henríquez, uno de los más grandes chilenos de nuestra historia “si al hombre se le trata como hombre responde como tal”.

Para terminar, voy a contarles una experiencia de vida que espero sirva a los que estén algo desanimados hoy. Hace algunos años, cuando estudie en el liceo (municipal, por cierto), me tocaba ir en la mañana muy temprano a educación física. El pasaje escolar valía cien pesos en aquella época y, como no tenía, caminé como cuatro kilómetros con unas zapatillas que tenían un hoyo en la suela y se pasaban. Llegaba con lluvia, con frío, como fuera, como muchos lo hacen actualmente, en este siglo lleno de adelantos y “progreso”. A veces lloraba de rabia y de impotencia porque no podía cambiar la suerte. Pero bueno, como muchos dicen, “así es la vida. Peor es mascar lauchas”.

Años después, trabajando de vendedor en una multitienda, me tocó vender zapatillas. Gracias a eso pude comprarme un par de las mejores que había en ese entonces. Cuando las tuve, que eran comodísimas por cierto, lancé una frase que les dejo para que la piensen: “la vida siempre te da zapatos cómodos. Siempre”.

Muchos saludos a todos y muchas gracias por leer esta columna que hoy se apartó un poco de lo político y quiso analizar lo que se esconde detrás de los números. Dejo abierto del debate.

12 julio, 2011

¿Es la actual Concertación una alternativa válida al 2014? De Constituciones, Bachelet y otras delicias.

Chile está ante una encrucijada histórica, ante uno de los momentos dorados de las manifestaciones sociales de base. Chile está ante las puertas de un cambio en política que se da bajo algunas coyunturas históricas, como se dio cuando Carlos Ibáñez del Campo tuvo que salir por la puerta de atrás exiliado por encubrir los efectos de la crisis del ’29; cuando Frei Montalva enfrentó conflictos con estudiantes superiores; cuando miles de personas –entre ellos mis padres, amantes sempiternos de la Concertación por esa vieja excusa de que no hay que votar por nada del mundo por la derecha porque es sinónimo de Pinochet- se manifestaron en contra de su modelo; o cuando, como muchos, salimos hace algunos años en contra de nuestras leyes regulatorias en educación. Y así, en tantas y tantas ocasiones en las cuales nuestros compatriotas han ocupado la calle, ese espacio que por derecho nos pertenece, para caminar soñando con una sociedad mejor.

Nos encontramos bajo una Constitución que es más portaliana que mi abuela y con leyes que son dignas de una monarquía disfrazada de república democrática. Una Carta Magna en la cual se garantizan ciertos derechos que dan risa, como a la de la libertad de enseñanza (que siempre ha existido, pero de la cual actualmente se abusa) y a un medio ambiente limpio (subráyese, limpio, que se respeta y se cuida, refiriéndose a agua, aire y tierra). Como otras leyes de este tipo, regulatorias, son una hermosa declaración de principios que es muy respetada tanto por constitucionalistas como por los que no aprueban del todo tal regulación.

Si fuera por Ricardo Lagos, quien dio en este sentido un gran paso, deberíamos quedarnos contentos con las reformas de su gobierno, las cuales efectivamente corrigieron algunas medidas de la Constitución original, pero que en esencia conservan sus principios fundamentales. Aunque lo estimo mucho como político y orador, si tengo que plantear en este debate que sigue un modelo muy antiguo y pasado de moda: si tuviéramos que ponerle un nombre sería algo así como “democracia dedocrática representativa”; es decir, yo como mandatario creo tener el poder de elegir (yo) a las personas que (yo) creo más idóneas para representar a los distintos sectores de la sociedad, a través de la selección de personalidades conocidas o profesionales en sus respectivas áreas. Priman los políticos destacados y los tecnócratas, corriéndose el riesgo de que sea medianamente aceptado. Quizás en tiempos antiguos funcionaba. En las “puertas del nuevo milenio”, como él decía, no resulta. A lo mejor a Alessandri le traía algunos bonos (y bastantes porque se arregló un problema político como es el constitucional con una votación de poco más de ciento veinte mil personas para una población de tres millones). A la generación de la primera década del siglo XXI no le resultaría, lo más probable.

En Chile nunca se ha vivido un proceso de estas magnitudes, con todos nosotros escogiendo a nuestros representantes para tratar un tema tan importante como una Constitución de verdad. Desde Brasil hasta Bolivia las naciones (entendidas aquí como el conjunto de personas que habita en un territorio) han optado por la vía de la inclusión y participación directa; en Islandia la arreglan a través de redes sociales. Chile, uno de los países más conservadores y pacatos de Latinoamérica, nunca ha emprendido una reforma de esta magnitud, salvo por la notable administración de Ramón Freire.

Y este tema no es escogido al azar, sino que es parte de una realidad mayor, porque éste será uno de los temas centrales de la siguiente administración. La Concertación, llegue Bachelet de vuelta o no a nuestro país, si quiere llegar a ser gobierno deberá afrontarlo. Sin embargo, cabe señalar una pregunta clave: ¿Es la actual Concertación una alternativa viable de gobierno al 2014?

Vivo en Temuco, en una de las Regiones más derechistas del país, donde con un bolso de feria y unos lentes chuñuscos compran a medio sector rural. Aquí el cohecho se disfraza de tal manera que vienen personeros en camioneta ofreciendo el cielo y la tierra a cambio del voto, olvidándose luego de quienes los escogieron (también la Concertación cayó en estas prácticas en algunos sectores, pero en mucho menor descaro). Tengo 20 años y como muchos, hemos sido fruto de la transición. Período de 20 años y cuatro administraciones en que nos insertamos en el mundo y el sistema global (con las ventajas y desventajas que ello acarrea), se amplió la base electoral, se iniciaron y consolidaron reformas nunca antes vistas como un sistema base de asistencia social cuyo pilar es la ayuda a los más pobres. Muchos tuvimos casa y apoyo en momentos difíciles de la economía (sin ir más lejos, con Lagos tuvimos casa y con Bachelet pude pagar mi arancel para estudiar en la universidad; perdón la autoreferencia. Si hay alguien de la administración anterior, aprovecho los saludos). Nos estamos enfrentando, entonces, a un nuevo período histórico, algo así como la “post-transición” o “sociedad Bicentenario”, en la cual nos enfrentamos a la constante reducción de los beneficios logrados, una letra chica del porte de la Torre Titanium (hay que adaptarse a los tiempos) y medios de comunicación absolutamente a sus pies.

Están todos los elementos para que la oposición llegue al poder: economía “por las nubes” y empleo “bajo” (eso dicen ellos) pero con un ingreso que se mantiene; acuerdos parches en diversos temas que más que apagar los incendios los encienden, reprobación de un personaje que quería ser superhéroe pero no le alcanzó más que para ser gerente de empresa al mando de lo público, una cacería de brujas contra los últimos elementos de la Concertación en el gobierno actual que llega a dar pena en instituciones de gobierno, malestar general porque el país avanza pero no mejora para los más pobres, y así un largo rosario que quiero complementar con dos argumentos más.

¿Se han fijado que antes nos daba orgullo cómo nos mirábamos admirados de quien estaba en el poder, con ganas de gritarle al mundo que con Bachelet Chile andaba bien y era ejemplo ante la comunidad internacional y con una popularidad por los aires? (hasta los argentinos sentían orgullo de ella). A mucha gente le daba gusto ver las cadenas nacionales y lloró pensando en aquel fatídico 11 de marzo en que se fue, esperando su regreso. Y es que pasamos de tenerla a ella a tener “un payaso”. En Wikipedia salen sus “piñericosas” y si busca en Youtube también le arrojan las frases doradas del último año (búsquelas y se reirá de lo lindo; la última fue la de decir “Eusebio Libio” en vez de Lillo). Díganme si no da pena, para los que añoramos en cierta forma ese pasado, si no querríamos a veces volver el tiempo atrás. Se nota el cambio de mano y eso nadie lo puede negar.

¿Han notado, también, que la gente que restregaba en la cara que había ganado Piñera y que se reía de nosotros, los opositores, hoy se queda calladita ante las conversaciones de pasillo en contra del Presidente? A más de alguno le debe haber pasado que o en alguna fila o entre amigos o familia se dice que lo hace como “las pelotas”, y que cree que la derecha no sale otra vez (Dios les oiga, hijos, Dios les oiga). Les voy a contar una anécdota que lo va resumir. Con un amigo cubrimos las elecciones en Nueva Imperial, Araucanía. Cuando dijeron que ganó y esperaba el bus de vuelta, escuché aquel discurso de Ricardo Lagos que emocionó a muchos, entre ellos a mí. Justo en aquel instante una caravana de autos último modelo y de señoras con tres kilos de estuco en la cara gritaban con champaña el nombre de su candidato. Me recordó a la escena en la película “La Casa de los Espíritus” cuando ganó el gobierno popular, pero al revés. Es realmente frustrante. Hoy quisiera saber dónde está esa gente ahora. ¿Pensará lo mismo? ¿Vivirá en el país que querían? ¿Así querían Chile? El pueblo, la gente, el ciudadano de a pie, sepan ustedes que los quiere echar luego. Como dicen por ahí, si adelantamos las vacaciones adelantemos las elecciones. Seré más sincero todavía: Piñera, renuncie, hágalo por Chile.

En esta oportunidad plantearé la teoría de que la Concertación llevará a Michelle Bachelet o a algún similar, el PRO abogará por Marco Enríquez, la izquierda por Jorge Arrate, Tomás Hirsch (de quien tengo la teoría de que si fuera de la Concertación gana por paliza), y desde otros sectores saldrá algún otro candidato. Pues bien, puede que en primera vuelta gane la primera coalición contra Laurence Golborne, Rodrigo Hinzpeter, Francisco Chahuán o Joaquín Lavín (este país es muy predecible en cuanto a preferencias electorales y mala memoria histórica). En segunda, es impredecible. Puede que vuelva a ganar: celebramos, descorchamos champaña, nos abrazamos, 11 de marzo y la asunción, de vuelta a la realidad.

¿Será Bachelet o su similar una alternativa válida si mantenemos las cúpulas actuales? Claramente no. Si mantenemos las figuras de la “renovación” que llevan más de 15 años en las mismas, con políticos de las cúpulas que se las creen todas y se eternizan creando dinastías en algunas zonas, si personas como nosotros con opinión e ideas frescas para cambiar las cosas incentivando la participación y si no creamos mecanismos de participación a toda la comunidad y sectores escindidos de la coalición de centro-izquierda, con un discurso único y no jugando a las “dos almas”, proponiendo un nuevo modelo de país sólido y financiable al futuro (por lo menos hasta el 2030) seremos nada. Bachelet optará por irse de vuelta a Nueva York y nos quedaremos aquí n peleas de sordos. Convoquemos voluntades, lo tenemos todo. Somos capaces de cambiar el mundo o proponer maneras para hacerlo. Pero hagámoslo ahora, antes de que la gente se olvide y Piñera vuelva a subir en las encuestas (recuerden, esta baja no es para siempre). Aprovechemos el momento. Me gustaría hacer un tirón de orejas a las sedes regionales de los partidos para que convoquen gente y retomen los contactos con organizaciones sociales. Hagámoslas parte. Llamado de atención a las cúpulas de los partidos para que incluyan en sus debates a las juventudes, armando debates ciudadanos abiertos. Especialmente al PDC, al PPD y al PS (en convocar gente joven y llena de ideas, perdónenme, pero les ganan por lejos colectividades como el PRO, el PRI y hasta RN, que lleva la delantera).

SI QUIEREN LLEGAR A SER GOBIERNO, HAGAN ALGO, PERO AHORA, ANTES DE QUE LA GENTE SE ABURRA DE ESPERAR Y VOTE EN MASA POR GENTE COMO LA QUE GOBIERNA AHORA. Pero que sea ahora, por favor. Que no se diga que le pueblo no les avisó.

Dejo abierto el debate.

10 julio, 2011

¿A quién no le conviene el reconocimiento de pueblo a los mapuche? Visión histórica y algunas propuestas de solución

Antes de comenzar quiero volver a agradecer a mi mujer, Daniela Queupumil, a quien va dedicada esta columna, rectificando el enlace con su Flickr para que puedan apreciar algunas preciosas imágenes de la región y de momentos variados que, de seguro, le gustarán (http://www.flickr.com/photos/the_black_paradise). A ella y a don Hernán Curiñir, historiador mapuche, quien ha sido mi mentor en el fascinante mundo de una de las culturas más preciosas del sur del mundo.

Estamos en Chile, un país que camina hacia las 20 millones de habitantes, que celebró los 200 años desde la formación de la primera Junta Nacional de Gobierno con cinco de sus últimos mandatarios vivos (el actual gobernante se salvó del problema de decidir si asistía el último dictador que mandató el país porque se murió hace algunos años atrás), en el cual cada día nos privatizan hasta los calzones y vamos comiendo menos porque los alimentos suben día con día. Las encuestas no sólo arrojan los apoyos y rechazos más grandes en lo que va de democracia hacia quien gobierna, sino que hacia la clase política en general. ¿Caminamos hacia el rechazo general hacia la forma en que se hace política en Chile? La respuesta salta a la vista.

En el país de los descontentos no sólo viven personas provenientes de todas las latitudes del mundo, sino que miles de habitantes originarios de distintos puntos del actual territorio chileno. De hecho, yo me identifico con el pueblo indígena de más alta identificación nacional: los mapuche. En esta ocasión me referiré en mi calidad de descendiente de este pueblo guerrero y bravo, quizás sometido en las leyes pero jamás acallado ni en la voz ni en las ideas; y en mi antigua condición de ayudante de la cátedra de Historia de América Indígena en la Universidad de la Frontera, a uno de los temas que siempre marca pauta en el acontecer nacional. Como diría Benjamín Vicuña Mackenna por allá por el siglo XIX, la “cuestión de Arauco”, o el conflicto indígena.

Desde antes de que Chile fuera Chile existían, para pesar de algunos sectores, miles de personas que habitaban este territorio (entendido como el “gobierno” sobre los recursos del aire, suelo y subsuelo; es decir, con posibilidades de determinación autónoma sobre el mismo). Con completa libertad. El concepto de límite no existía (fue impuesto por el arribo del occidentalismo), practicándose la trashumancia. No era una utopía como se ha querido demostrar, sino que un tipo diferente de organización jerarquizada; en el caso del pueblo mapuche (hablaré en esta ocasión en el lenguaje más occidental posible para explicar con peras y manzanas a la gente que no le es familiar el tema, espero me disculpen los más entendidos) esta se daba a través de los lof o levo, conjunto de rucas vecinas que se ayudaban entre ellas, teniendo como jefe a un longko (por favor, no cacique que es un término centroamericano). En tiempos de guerra, como muchos saben, se denominaba toqui, cuando se conformaban las agrupaciones conocidas como aillarehues.

Desde tiempos inmemoriales ejercieron una gran influencia sobre sus pueblos vecinos en el proceso conocido como “araucanización”. Decenas de pueblos se incorporaron a esta cultura, la que combatió con el poderío Inca hacia 1425, en la batalla conocida como “del Maule”. Allí, según cuenta la historia, se resistió con bravo valor al pueblo del norte. Sin embargo, nuevas teorías señalan que en realidad era demasiado trabajo pelear con muchas cabezas (algo que incomoda a toda autoridad centralista, como la inca o la chilena actual), por lo que habrían desistido en su expansión al sur. Sin embargo establecieron un tipo de dominación conocida por nosotros: la económica. ¿Cómo, dirá usted, si no existían los TLC’s? Fácil: intercambio comercial. A través de él comenzaron a establecer una especie de “área de libre comercio”, la que comenzaba a avanzar lentamente hacia el extremo meridional. Esto, se evidencia a través de las similitudes entre el “jarro pato” y el ketru metawe (busque en internet y se sorprenderá lo similares de las imágenes).

La llegada de los españoles cambió todo el sistema de vida y eso lo evidenciamos hasta la actualidad. No haré mucha mención a la historia posterior a 1536, pues es archiconocida y relatada por diversos libros (rebusque en su texto de básica o media, allí va a encontrar “lo que tiene que saber”; en último caso, Wikipedia se lo otorgará). A dos cosas quiero hacer mención: a que los Parlamentos no han cambiado en nada en más de doscientos años (en 1793 se firmó uno en Negrete en donde decía que un hijo del longko estudiaría con los capuchinos en Chillán; en 2011 la Conadi regaló un millón y medio de pesos para que un hijo de un longko estudiara en el colegio Bautista de Temuco; da rabia, ¿Verdad?); y que como el chileno necesitaba someter al mapuche tenía que construir un discurso para poder dejarlo fuera. De allí que surge la figura del bárbaro, del incivilizado, del inculto. El mapuche debía ser dejado fuera. Todo se consolidó en 1883 con el fin de su “pacificación”.

Incorporarse a Chile no fue fácil, porque debía ser desde el desalojo de sus tierras de forma brutal (imagínese que llegaban estos tipos a las 2 de la mañana en invierno y lo echaban a tiros a la calle, con hijos recién nacidos y todo), desde la pobreza y la injusticia (acudían a lenguaraces o traductores para poder denunciar los abusos, en especial de la venta de tierras porque los emborrachaban para comprarles sus posesiones). En menos de veinte años perdieron simbolismo, los territorios más fértiles del país y numerosas vidas. El río Cautín, en Temuco, corría rojo de sangre. Cuenta la leyenda que cuando los caballos del Ejército caminaban después de las batallas se sentían los cráneos de los mapuche muertos. Que pelearan lanzas y boleadoras contra carabinas de destrucción masiva era una injusticia grande.

Buscaron instancias de representación, desde la Sociedad Caupolicán en 1910 hasta la Coordinadora Arauco-Malleco en 1996 (no se asuste, en principio fue creada como una coordinadora, valga la redundancia, de los accionares de algunas comunidades; luego se radicalizó). Incluso, algunos consiguieron escaños en el congreso durante largos años. Sin embargo, con el tiempo se fueron perdiendo estas ventajas políticas. El mapuche se entremezcló con los partidos chilenos, iniciándose algunas recuperaciones de tierras con Salvador Allende.

Pero, con la llegada de la Concertación, las cosas cambiaron. Para bien porque se llegaron a algunos acuerdos y se crearon instituciones que, si bien hoy son ineficientes y burocráticas, antaño fueron un buen enfoque para tratar ciertas problemáticas de nuestro pueblo. Para mal, porque si bien se aprobó el Convenio 169 de la OIT no se reconoció el concepto clave de esta historia: pueblo.

Aquí viene mi pregunta. ¿A quién no le conviene que nuestros pueblos indígenas sean reconocidos con el status de pueblo?

Según la ley indígena 19.253, los mapuche están en la categoría de etnias. Una etnia es un conjunto de personas que comparten rasgos culturales comunes. Un pueblo, además de ser un concepto que refiere a tipos sociales comunes también hace referencia a un conjunto de personas que tiene poder de decisión sobre sus recursos. Si el pueblo chileno representado a través de sus instituciones “tiene” derecho a decidir sobre lo que es “suyo”, ¿Por qué el pueblo mapuche no tendría las mismas ventajas? Simple: no existe como pueblo.

Primero, a los constitucionalistas conservadores del país, porque se rompería la lógica de la República Unitaria, jodiéndose 200 años de marginación y exclusión. Segundo, a los círculos conservadores del país, porque sería darles el flaco favor de hacerlos “ganar” a los “terroristas” y “violentistas” que rompen el orden establecido (hablan noticiarios enteros de los ataques a los fundos y nada de cuando los Carabineros subían a niños de 12 años a los helicópteros y los amenazaban con que los tirarían abajo si no hablaban lo que querían; o de las cientos de detenciones y encarcelamientos ilegales e injustificados porque no había a quién más echarle la culpa). A los medios de comunicación porque lo tildarían de “inviable” y a los empresarios porque como afecta a la “imagen país” que se rompa este orden se marcharían de la Araucanía.

Propongo algunas medidas que pudieran servir de algo para mitigar esto. Espero las compartan.

Primeramente, para romper esta lógica hace falta una organización sólida que, en base a la heterogeneidad y variaciones infinitas de comunidades de base que se agrupen en una institución centralizada (mal para el pueblo en primera instancia bien para el gobierno chileno) que represente a la diversidad de planteamientos que se requieren en cada negociación. Por otro lado, luchar en estos tiempos en los que se pide Asamblea Constituyente por presionar para ser reconocidos como pueblo y por tener escaños en el Parlamento, con circunscripciones especiales para estos habitantes.

Hay que insistir, necesariamente, con la autodeterminación. Si bien hay que reconocer que es mucho más difícil acceder a un territorio independiente y a una justicia propia (porque las reformas en uno de los países más conservadores de la región sudamericana) sí es factible darles más facultades para decidir sobre sus territorios, como en una especie de unidades jurídico-políticas especiales para tomar algunas decisiones.

Y hay que cambiar el switch en dos aspectos centrales: dar más importancia a los mapuche urbanos (hay que reconocerlo, para allá va la tendencia), porque queremos sentirnos más parte y nos sentimos excluidos al final; e invertir más en la difusión de la cultura. Apostar más por la interculturalidad en las mallas curriculares de todo el país, adaptándolas claro a los pueblos originarios del sector en que se elabore el plan.

Sudamérica nos deja en el fango de la vergüenza en políticas indígenas: en Brasil tienen una especie de lof autónomos, pudiendo decidir sobre sus recursos; en Bolivia tienen parlamentarios especiales y son un Estado plurinacional; en Venezuela tienen una amplia gama de beneficios; en Paraguay hablan español y guaraní. Creo que sería tiempo de dar vuelta esta vergonzosa página.

Dejo abierto el debate.

07 julio, 2011

¿Y si China inventara el cobre sintético? Chile hacia el mañana.

¿Y si China inventara el cobre sintético? ¿Y si pasara lo mismo que el salitre, en pleno siglo XXI? ¿Y si los centros mineros, yacimientos de mineral y maquinarias quedaran en el olvido como artefactos de la modernidad en desuso, como recuerdos de un país de antaño que vio cómo su economía bajaba sus ingresos porque la nación asiática inventó el sustituto perfecto para una de las bases de nuestros tiempos?

Chile es uno de los países más afortunados de este planeta. No lo digo por haber nacido aquí o porque me guste este territorio, sino porque sumado al discurso de que estamos protegidos por las infranqueables barreras geográficas, desde el punto de vista de la economía tenemos ventajas comparativas y competitivas sorprendentes. Una población que camina hacia las veinte millones de personas habita sobre miles de hectáreas que nos pueden llevar, desde lo económico, a ser una potencia desarrollada.

No miro hacia el final de la década ni hacia los 20 mil dólares de ingreso per cápita (si se promedian los sueldos de los más ricos con los más pobres, los primeros nos llevarán hacia esa cifra; así cualquiera); quiero en esta oportunidad explorar en fórmulas menos utópicas y más realistas de alcanzar el desarrollo. Claro que en este país, soñar con las reformas estructurales (y más en los tiempos en que el sistema nos consume hasta los huesos y el aire que respiramos) es casi un imposible.

En Chile dependemos, desde las materias primas, de tres o cuatro pilares básicos: el cobre, la madera, el vino y la carne; adicionándole la pesca, la agricultura y la minería en general, junto al turismo. Si bien en diversificación económica hemos avanzado bastante, creo que estamos muy por debajo del nivel de desarrollo potencial que tiene este país. Poseemos cuatro mil kilómetros de costa pareja hasta la península de Taitao: entiendo que en otros tiempos era más difícil ocupar ciertos territorios, hoy con la ayuda de la tecnología y la infraestructura se puede. Tenemos miles de hectáreas de tierras cultivables y desiertos que pueden utilizarse para la generación de energía (no sólo hablo con Atacama, sino de todo lugar a la que no llegue la intervención humana). Es decir, en el papel se aprecia como un país que no es utilizado en la forma que “debiera”.

Nuestro territorio está en manos de cualquiera menos de nosotros. Los privados de todas partes del mundo tienen un pedacito de nuestra tierra. Dos ejemplos. Corea del Norte, ante la escasez de alimentos en los ’70, compró terrenos en la ciudad de Teno; hoy los están explotando con cultivos de aquellas tierras para llevárselos desde Talcahuano directamente al país asiático. Endesa ya no es española, sino que tiene acciones de los pensionados italianos. Con estas ilustraciones me abstengo de nombrar los miles de ejemplos que salen a colación. Todo, en una tierra en que los dueños nacionales del país no se quedan atrás: los grupos económicos chilenos como Angellini y Matte tienen acciones en mi Región, la de la Araucanía, la del conflicto mapuche. Esa que está invadida, sin exagerar, por pinos eucaliptus que secan la tierra. El que ha viajado entre Concepción y Temuco en el último tiempo, juegue a buscar especies nativas. Las contará con los dedos de la mano.

Ante esta realidad, ¿Cómo podemos hacer que esos frutos del desarrollo lleguen más equitativamente y no se los lleven como depredadores, desesperados por explotar nuestra tierra y escapar a sus mansiones en Estados Unidos?

Para alcanzar un progreso equitativo y descongestionar el crecimiento del Área Metropolitana de Santiago, deberíamos avanzar hacia un modelo de desarrollo complementarista (y me van a disculpar el atrevimiento). Es decir, que cada región pueda aportar su potencial al desarrollo del país y que gran parte de los frutos de su desarrollo se queden en el territorio de origen. Para ello, debemos dar mayor realce a las regiones y convertirlas en las nuevas provincias de antaño para, sin aumentar grandemente la burocracia y reducirla en parte para agilizar los trámites para surgir, hacer que ellas crezcan y compitan. Aprovechemos las herramientas de la economía global y hagamos competir a nuestras regiones en buena lid; pero antes démosles una base igualitaria. Desarrollemos a Caldera, por ejemplo, o a Mejillones, para convertirlas en nuevos puertos de salida de nuestros productos. O hagamos que Toltén sea un territorio intervenido por la mano del hombre para adaptarlo al desarrollo y hacer que su gente crezca (para los que no saben, el gran problema de la Araucanía en economía es que no tiene puerto natural para favorecer a Concepción/Talcahuano). O, en último caso, elaboremos un mapa económico chileno en base a áreas de desarrollo interregionales, desarrollando en el sur los puertos de Talcahuano para un espacio entre las regiones de Maule y Los Ríos.

Por otra parte, necesitamos desarrollar la Especialización Energética Regional como alternativa a la supercarretera que significa el Sistema Interconectado Central. Hagamos hidroeléctricas de pasada para no intervenir mayormente el entorno, complementándola con las energías alternativas en áreas determinadas. Que para as comunas de a costa elaboremos infraestructura para las comunas cercanas en base a lo mareomotriz, en las del valle aprovechemos el sol. Así según lo que podamos. En fin, si se nos corta la luz, no se apaga todo el país (porque a futuro será desde Arica hasta Coyhaique, con HidroAysén). Podemos solucionar rápido el apagón regional.
Por ello, es que debemos elaborar clusters económicos, tecnológicos e industriales en áreas que estén cerca de los centros urbanos principales para llevar este desarrollo a las áreas menos favorecidas, contratando mano de obra local preferentemente. Quepe, es una localidad ubicada más o menos a cinco kilómetros de Temuco, completamente en el olvido (con suerte está en el mapa). Se necesita, entre otras cosas, de voluntad política, estabilidad económica, cercanía con vías de conexión, vender una buena imagen del territorio, mano de obra. Es decir, si hacemos una alianza público-privada podemos levantar cualquier territorio.

Y, lo más importante, una nueva Reforma Agraria de largo plazo. Nos enfrentamos a una crisis mundial en el precio de los alimentos y su encrucijada con la destinación de las tierras a biocombustibles. Es por ello que, en el marco de este desarrollo, podemos apostar a la posesión cooperativa de las tierras para su producción, con adecuada asesoría técnica para que los propios propietarios decidan qué producir. Si los capitales nacionales y extranjeros hacen una alianza con las instituciones del Estado sé que podemos apostar a otra visión de futuro. Esta visión cooperativa practicada en inicio por regímenes de no muy buena fama, podrían resultar hoy si el Estado dirige el proceso en su administración y los privados en la gestión y maquinaria. No hablo de una década: hablo del país del 2030 o del 2050, para los dos siglos y medio de la primera Junta.

Este país puede atraer a muchos más turistas de los que trae. El etnoturismo es un área muy poco desarrollada para el potencial que tiene; puede aportar potencialmente más. Los alcaldes deberían preocuparse de hacer más parques y los gobiernos de crear mayores infraestructuras turísticas, capacitando a su personal para atenderlos. Sí, Chile puede, para descongestionar el turismo de ciertos lugares. No solamente para el turismo exclusivo y caro, sino para la gente como usted y como yo, aplicando subsidios para que los chilenos conozcamos nuestra tierra solos, en pareja, con amigos o en familia. Nos merecemos conocer esas maravillas de las que tanto se nos habla y cantamos en el Himno. Les habla alguien de Temuco que quiere lo mejor para su país pero que no conoce ni la décima parte de éste. Es, creo, una vergüenza. Todos deberíamos conocer lo más de él. Me atrevo a soñar con el regreso del tren (el que ha viajado en él sabe lo hermoso que es ese paseo al atardecer o en invierno cuando llueve afuera). Pero uno bien administrado, por favor, que vaya desde el norte hasta Puerto Montt. Díganme si no sería genial un ferrocarril patagónico en el futuro, con medio más ecológicos que los de antes, para conocer desde otra mirada nuestro país.

Apuesto por el Chile del futuro, en ese que viviré y trabajaré. Quiero enseñar a mis futuros estudiantes que en el Bicentenario pensamos en otro país, en que era posible, en que existían alternativas para proponer. Y que mucha gente pensaba lo mismo. Lo importante en esta escena es que la clase política haga eco de estas propuestas y las de muchos otros, para que con su poder las hagan realidad. Tenemos las ganas. Basta la voluntad. Para que el día que China invente el cobre sintético nos pille en un buen pie. Para no repetir la historia de un país en que, ante la caída del salitre y la crisis mundial, su dictador Ibáñez se endeudó hasta los calzoncillos ocultándoselo a la gente para tapar la realidad. Para no repetir la historia de un país que quedó en la quiebra cuando murió su única fuente de ingresos. Para que el cobre sintético del futuro no nos haga pasar un susto que nos deje en la bancarrota.

Dedicado a mi mujer, Daniela Queupumil, fotógrafa de oficio y del alma, que dejó muy bien este blog. (Aprovecho de hacerle promoción a su Flickr (www.flickr.com/the_black_paradise).

Dejo abierto el debate.

05 julio, 2011

"¡Viva el Rey, muera el mal gobierno!": sobre la revolución chilena y mundial

El que lea esta columna de opinión en el futuro y quiera entender lo que aquí y en miles de otros blogs se expone encontrará que nos encontramos ante un momento crucial en la historia del país. Chile se encuentra en medio de una encrucijada, tal como la afrontó en momentos tales como la Independencia, en el cambio de los gobiernos conservadores a los liberales, en la elección de Salvador Allende (aunque a algunos no les guste todavía), entre muchas otras. Chile se encuentra en medio de una revolución, movimiento que es parte de un momento clave en la historia del mundo. Estamos en presencia de nuevas realidades: los números tienen nombre y apellido, sus opiniones se conocen al instante por personas tanto de la ciudad como del mundo. Hoy los indicadores, como las encuestas (que siempre han sido una “radiografía” de la realidad) deben competir con la más absoluta inmediatez de los tiempos que corren. Ahora mismo, esta opinión que tiene frente a sus ojos estará, probablemente, siendo leída por gente de Arica y Punta Arenas, Coyhaique y Caldera, Santiago y Madrid.

Nosotros, los de entonces, muchos que nacimos en tiempos de la “vuelta de la democracia”, o más atrás, los de la época del “chancho chino”, o en tiempos más lejanos inclusive, los que se apasionaban con el radioteatro; ya no somos los mismos. Hemos visto, día con día, que en España se manifiestan “indignados” contra el bipartidismo; en Chile nos estamos manifestando en diversas formas, cada vez más diversas y creativas, contra la forma en que hacemos política y la forma en cómo se regula ésta misma. Desde los tiempos del descubrimiento de la agricultura, el primer diferenciador social (el que sabía manejar los ciclos del tiempo y, por ende, buscar las mejores tierras para tener comida; los que no las tenían eran mal mirados por ser pastores y andar de allá para acá buscando lo que “botó la ola), es que la gente se ha manifestado contra un modelo en general (que ha mutado adaptándose a los tiempos) que no ha sido justo con todos sus hijos.

Eric Hobsbawn (gran autor, se lo recomiendo), plantea que si en la Revolución Industrial manejada por Inglaterra hubiese primado un pensamiento de corte socialista los frutos de ella hubiesen sido repartidos de forma más equitativa. ¿Qué hay detrás de este trasfondo, muy importante por cierto? Que si actuáramos desde otro prisma las cosas serían distintas. Es decir, si todos pusiéramos voluntades el mundo sería distinto.

Pero nuestro país funciona de otra forma, siempre desde la lógica de la gran casa de campo: una casa manejada por los patrones de la que todos somos parte, pero en la que algunos solamente comen la carne asada. La carbonada queda para todos los demás. Me explico. Existe en este país una gran maquinaria conocida como política nacional, que se regula a través de la Constitución (en la que el valeroso ejemplo de Ramón Freire rompe con la lógica de las comisiones representativas” que deciden por todos nosotros prácticamente sin conocernos. Les puedo asegurar que ninguna de las personas que han existido en las Cartas Magnas nacionales, salvo en el ejemplo referido, han sido representativas de muchos de nuestros compatriotas: todos, absolutamente todos, no han pasado necesidad alguna y han mirado a Chile con la lógica de un progreso mal entendido, el que señala que si algo es bueno para pocos es bueno para todos. La vida, mis amigos, lamentablemente no es así.

Una persona muy sabia dijo una vez que siempre, todos los gobiernos, para ganarse la popularidad de la gente actuarán en dos ejes: salud y educación. Y es aquí donde esta materia es el catalizador de todas las necesidades del país, el medio por el cual todos, de alguna manera, hemos tratado de exponer estos requerimientos ante una autoridad sorda. En las marchas, especialmente en Santiago, hemos visto que han acudido manifestantes que han pedido solución a problemas tales como el energético (HidroAysén), convivencia legal (matrimonio igualitario), educacional (una reforma como la gente en el área que me propongo defender aquí) y político (nueva Constitución). Especialmente esta última ha pasado muy callada entre todas, pero puede ser la próxima gran polémica a futuro.

El problema educacional es un tema que se ha arrastrado por siglos en este país. Antes la gente vivía subyugada al patrón y, si éste no quería, no se podía estudiar. Por allá por los años 60 miles de jóvenes se plantearon nuevas problemáticas y le pidieron a la Revolución en Libertad las soluciones. En la década pasada miles pedimos a la autoridad (nos cayera bien o nos cayera mal) por sacar, dentro de otras cosas, el último ápice de la noche oscura del Dictador Pinochet. Hoy pedimos a la autoridad por las mismas demandas, proponiéndose de vuelta una invitación a conversar más que a proponer acuerdos, en un discurso donde más se escuchan palabras bien cohesionadas que ideas para solucionar lo de fondo.

Se nos plantea la Sociedad Docente como alternativa al Estado Docente, el cual se tilda de ineficiente, incapaz, pasado de moda para hacerse cargo de la educación de sus hijos. Porque hoy pedir educación laica, pública, gratuita y sin fines de lucro, con acceso universal, que existe en otros países, es imposible en Chile. Porque hoy reclamar por lo que es justo es toparse con uno de los países más conservadores del continente, con uno de los que posee la educación más privatizada del mundo, con uno de los Estados más dependientes del sistema global imperante.

Amigos míos, como integrante del aparato que gira en torno a la educación, desde mi humilde pensamiento estudiantil, no puedo dejar de plantear lo que a muchos les pasa: que en el trabajo del médico, del ingeniero o del abogado nadie se mete. Sin embargo, en el nuestro todos se sienten con el derecho a opinar (siendo que en la salud también deberíamos ser parte porque si hacen mal su trabajo nos morimos; si el ingeniero hace mal su pega nos caemos todos al suelo y si el abogado hace mal su pega terminamos en la cárcel o en la quiebra). Nuestro trabajo, dicho sea de paso, como profesores, debe tener muchos más incentivos laborales (en su minuto fuimos de los más pobres del país), mejores condiciones de trabajo y más horas para planificar (el que lo hace, sabe que quita mucho tiempo, tanto que son varios cafés en el cuerpo para que salga).

Volviendo: para analizar el concepto de Sociedad Docente hay que tener mucho cuidado: si bien es un tema que nos compete a todos hay que poner cuidado en qué parte estamos profesores y estudiantes en la discusión como sociedad global. Los actores más cercanos deben estar más activos y participativos, tanto porque sabemos qué es trabajar en aula como porque nos conocemos las teorías; porque un ingeniero puede hacer todos los cursos o tener los ocho semestres para hacer clases, pero no tiene el tino que sólo un profesor puede poseer. Porque nosotros sabemos cómo hacer nuestra pega. Queremos que nos den todos los consejos del mundo, pero nosotros tenemos que dirigir este buque. Sí, sé que es arrogante, pero así como un médico sabe cómo hacer su trabajo de la forma más correcta para no equivocarse un profesor sabe cómo trabajar. En la Sociedad Docente tenemos que ser los primeros en hacernos cargo, para que después vengan teóricos con sus propuestas y políticos con sus leyes.

Es un tema que nos compete a todos, es verdad, pero los padres y apoderados deben estar presentes de forma activa y propositiva. Porque hay que aprovechar el hecho de que ellos sean quienes se hacen responsables del asunto, para comprometerlos más, más allá de que tengan más o menos información. Además, debemos hacerlo con un compromiso de nuestra política de hacernos caso en lo que pedimos (no es patalear por las puras o pensar que somos todos poco más que unos amargados por tener envidia del Presidente porque le va bien, como dice la doctora Cordero). La Sociedad Docente es un ben concepto, pero debe ser manejado por quienes más saben en su área. Le dejo la pregunta: ¿Soportaría usted que alguien que no tiene nada que ver con su trabajo le viniera a quitar la pega, o a aserruchar el piso porque es mejor mirado?

Hoy somos distintos los que participamos en estas discusiones y twitteamos lo que nos interesa. Hoy tenemos nombre, apellido y opinión los que estamos detrás de las cifras de una encuesta. Hoy somos distintos: hoy CEP, Adimark y otros compiten con nuestros planteamientos inmediatos. En Islandia se rompió la lógica de la casa grande cuando plantearon hacer su Constitución por redes sociales. No sería malo imitar su ejemplo. No sería malo que nos organizáramos bien y le pidiéramos a los gobiernos que escogimos (o no escogimos) que revisáramos el contrato social bajo el que nos regimos. Eso va tanto para la Constitución como para la educación, temas a los que aquí hago referencia.

Hace 200 años cientos de personas gritaron “¡Viva el Rey, muera el mal gobierno”. Hoy el Rey (el pueblo, la soberanía popular) grita contra su gobierno (actual administración, marco regulatorio). Hoy son otros los monarcas y otros los gobiernos. Hoy somos otras nuevas personas las que protestamos de mil maneras, las que exigimos nuevas formas de trabajo, nuevas formas de gobernar. Estamos en medio de una revolución mundial, en que nos sentimos con el justo derecho a opinar de su realidad a la par de la autoridad. Por ello, creo, no es difícil soñar en estos tiempos. Esperemos que ese cielo azulado del Himno Nacional caiga sobre Chile.

Dejo abierto el debate.