Mirar las noticias hoy es como leer un libro de historia situado en 1924. Los parlamentarios discuten cuánto ganarán mientras que diversas leyes sociales no son aprobadas. Chile está a punto de estallar y Alessandri “aviva la cueca” envalentonando a las masas para que lo apoyen. Todo antes de que interviniera la casta militar y se abriera un ciclo de tumultos políticos que acabaría recién en 1932. Edwards miraba los acontecimientos de su tiempo (por cierto, de una manera muy acertada) con un ojo crítico que lo llevaba hasta “el día antes de Lircay”, es decir, a una transformación radical en el orden y el sistema político.
No podemos dejar de observar ciertos hechos que saltan a la vista. Concertación y Alianza son dos variantes de una misma realidad económica que, con ciertos matices, se mantiene. Miles de personas salen a las calles a mostrar el desacuerdo ante el manejo y abuso del sistema económico, nuestras autoridades parecieran no oír las voces que piden avances (que realmente se noten) y nuestra clase política se mantiene ahí, inamovible si no es por la acción de las masas informadas que piden reformas estructurales.
22 años de democracia nos enseñaron que ya pasó la época de los grandes discursos sin fundamento, del voto únicamente “por la persona”, y del sufragio “por el partido” (o porque es “de la Concertación”). Hoy se hace necesaria, más que nunca, una generación de líderes que provenga de las masas, que sea capaz de recoger el sentir más fino de la gente y lo transforme en propuestas de solución concretas y visibles. Es fundamental que la política tradicional se renueve para dar paso a las nuevas generaciones salidas de la calle.
Sí, hay mucha gente que “hace la pega”, eso no se puede negar. Sin embargo, hay mucha gente que se aburrió de esa forma “vieja” de hacer política en la que prima el compadrazgo, el apellido, la negociación entre cuatro paredes. Lo bueno es que no debemos perder la calma: esa generación está aquí, para germinar un nuevo grupo de líderes que, de seguro, no estará tan contaminado como los que tradicionalmente manejan el poder.
Ello devela la necesidad de nuevos perfiles de liderazgo que combinen la acción efectiva con el conocimiento de las reales necesidades de los movimientos sociales, el recorrer cada punto del territorio con el sustento teórico y las ideas que sustenten el accionar. Y, por sobre todo, no perder las raíces, no perder la calma y estar siempre dispuesto a buscar el acuerdo.
Varias personas calzan en este perfil. Es de esperar que su incorporación a este mundo tan complejo (y quienes lo manejan, algunos al punto de que se creen “indispensables”) no los mate en el camino.
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