La barricada es un punto de explosión social que puede tener múltiples significados. En esta oportunidad, no quisiera ni defenderla ni atacarla, sino denotar algunos elementos que pueden servir para discutirlos cada vez que veamos una. Antes que todo, es necesario quitar frases como: “es un atentado al Estado de Derecho”, “es un rompimiento del orden público”, “es una resistencia contra el capital”, “es una forma de lucha legítima”.
¿Cuándo explotamos en rabia? Cuando se nos acaba la paciencia. ¿Cuándo dejamos de hablar? Cuando hay otro que no quiere conversar. ¿Cuándo tenemos ganas de golpear? Cuando acumulamos rabias, resentimientos y conversaciones que nunca se dieron. Pues bien, a nivel social esto opera de manera mucho más compleja pero similar.
La barricada, amigos y amigas, es una de las tantas formas de resistencia que tienen ciertos sectores contra el orden actual y pasado. Es la más radical de todas, la que corta el tránsito, la que quema el orden público, la que arma esa pequeña batalla contra la policía uniformada en todas partes del mundo. Desde quienes la conforman (para no insistir con la visión de siempre, esa que siempre sale en las noticias), es un medio legítimo para expresar el descontento. Ojo: legítimo no debe enlazarse necesariamente con correcto.
Nadie quiere llegar a ese minuto en que la calle se corta. Nadie quiere que la policía se enfrente con los que interrumpen el tráfico de personas y vehículos. Sin embargo, su principal virtud es que es un llamado de atención con luces de fuego hacia la autoridad para que cambien las cosas. Genera un impacto mediático muy breve y logra efectivamente hacer que se hable del tema. Sin embargo, no pasa de allí: llegan “los verdes” y hasta ahí llegó la cosa.
¿Nadie se ha preguntado alguna vez por qué es que siguen pasando, a pesar de los años? ¿Alguien se ha cuestionado cómo es que siguen a pesar de los cambios que han pasado por nuestro país? Bueno, debe ser que algo pasa.
¿No será que los que están en el poder no están haciendo algo bien? ¿No será que la barricada es para tirarle las orejas a los que gobiernan, independiente de su ideología, para que hagan la pega en beneficio de la gente y no de sus compadres y amigos de aquí y afuera? ¿No será que en vez de apagar la barricada a punta de lumas y gases sería más efectivo ir y preguntar qué pasa?
Todo gobierno, en el sistema ultrapresidencialista, liberal y neoconservador chileno, tiene dos caminos: hacer como que nada pasa o ir y atacar la raíz de los problemas para darles solución definitiva o, al menos, avanzar en ese empeño. Es decir, optar por la vía histórica de resolución de los problemas sociales o pasar a la historia (independiente de si las dificultades eran “de este gobierno” o “del anterior”).
Es más difícil, costoso y engorroso, pero se puede. Otros lo han hecho y han salido bien del empeño. El que no quiera al menos preguntar por qué prenden los neumáticos, bueno, cosa de él. Sin embargo, lo que demuestra la barricada es que ese fuego arderá mientras haya algo que no anda bien. Más en momentos como éste en que las cosas en Chile no se manejan de adecuada manera.
A la autoridad le digo: vaya y pregunte por qué prendieron fuego en la barricada y busque una mínima solución. Le garantizo que varios neumáticos dejarán de arder.
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