19.15 de un día jueves cualquiera. Calle Las Quilas con una esquina cualquiera. Viene la 8A, se estira el dedo para detenerla y hace como que se acerca pero no para. Es más, sigue de largo con un conductor que se ve apurado. Los estudiantes se enojan, como es lógico, y gritan improperios difíciles de reproducir en este medio. No se alcanza a notar la patente de los rápido que va. La chica le dice al muchacho “¡Pero pa’ qué mostraste el pase!”.
No, no es una obra de teatro: es lo que sucede día con día en las calles de Temuco y de Chile. Hay varias cosas que se esconden tras ese simple hecho que no deben dejar de mencionarse.
Partamos por la máquina. Lo primero que se vislumbra, junto con el color de la micro y la línea es el letrerito que dice “tarifa escolar rebajada con aportes del Transantiago”. Es decir, el pasaje está barato porque una “ley espejo” nos regaló la plata. Un peso que va a Santiago es un peso que debe dividirse por catorce para cada Región. Lo peor es que si uno paga los $130 del pasaje, la cara de quien maneja el transporte público no es la más alentadora.
El pase escolar, obligación de su porte y uso para el estudiante, es un cuento aparte. Emplazo derechamente al Gobierno de Chile por haberlo reemplazado por el nuevo, pues es de pésima calidad, fácil falsificación y deterioro rápido. Tiene el récord de que en menos de un año a muchos se les peló una buena parte, mientras que el anterior estaba intacto desde hacía años. La razón: había que acabar con símbolos de la administración anterior que hacían inevitables los recuerdos y comparaciones. La sacaron peor: ahora es más irresistible comparar con los otros que eran de mejor calidad y de un color que, aunque chillón, llamaba la atención más que éste. No era necesario sacrificar diseño gráfico por calidad.
Pero eso no es lo peor: la gestión de la Junaeb es pésima. No estoy en conocimiento de si habrán solucionado esta falencia (bienvenida es la aclaración), pero se demoran muchísimo en gestionar los pases, tomar la foto, imprimir una tarjeta que no debe costar más de $50 y entregarlo. Y, si se pierde, no hay solución alguna. Los conductores no creen que se perdió por culpa de la mínima fracción que se aprovecha de la tarifa rebajada y echan abajo al que no porta la credencial. Por favor, ruego: no se comprometan con fechas, que el chofer las va a revisar (y si no están los pases, nos echan abajo diciendo “no tenemos la culpa”).
Es verdad: muchos se aprovechan del precio mínimo para viajar barato al centro comercial o a juntas sin mayor relevancia, que nada tienen que ver con el estudiar. Sin embargo, esto corre más bien para educación básica y media. Los universitarios no manejamos la misma semana de los demás: a veces dura cinco, ocho o diez días, sin horarios definidos ni lugares fijos. Es decir, a veces tenemos que ir al otro lado de la cuidad para conseguir un libro o estudiar, ni ir con mochila (recordemos que muchos trabajan con programas computacionales, lo que hace más difícil demostrar que estudiamos). Muchos días estudiamos desde muy temprano hasta muy tarde y no necesariamente tenemos la “pinta” para demostrarlo.
Pido respetuosamente a la autoridad y al gremio del transporte hacer una aclaración pública y determinar y hacer cumplir dos cosas: los horarios de uso del pase y definir claramente, con normas claras, qué es un motivo de estudio (o por lo menos lo que se tolerará en las micros como eso). Me disculparán, pero andar con una bolsa de supermercado o un paquete de papas fritas no demuestra nada, es sólo un trámite más. No necesitamos tener apariencia de gerente para demostrarles que estamos estudiando.
A quienes infringen la ley, falsifican pases y no respetan la norma, que se les castigue con todo, porque empañan a los estudiantes y ciudadanos que sí hacemos nuestra pega, que es estudiar. Pero a los honestos, a los que nos sacamos la mugre tratando de hacer las cosas bien, que se nos respete, así como respetamos el duro trabajo de transportar a cientos de miles de personas al día. Como dicen por ahí, “cuentas claras conservan la amistad”.
Y así usted con su pega y nosotros con la nuestra, en paz. La idea final es que tanto la Junaeb como el gremio del transporte entreguen el mejor servicio posible y a nosotros tampoco se nos dificulte la compleja tarea de estudiar para que las condiciones de todos también sean las mejores que se puedan lograr.
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