Tweet Segui @dini912030 Maleta de Opiniones: Aquellos colonos forjadores.

23 julio, 2013

Aquellos colonos forjadores.

Han pasado cuatro años desde la fundación del Fuerte Temuco. Ya con características de caserío, la población local vería llegar a los primeros colonos extranjeros. Más allá del relato tradicional, que plantea un arribo heroico en filas interminables de convoyes cargados de sueños, estos inmigrantes serán instalados en todos los alrededores del naciente centro urbano.

            Familias como los Tepper, Ziem, Gottschalck, Burgemeister, Becker y otras  recibirían entre 20 y 140 hectáreas. La distribución de estas hijuelas no solo terminará por desarticular las dinámicas existentes de manera previa al proceso de expansión territorial del Estado de Chile, sino que también afianzará esta ocupación por medio de familias que serán funcionales a la labor del Estado. Aquí estará una de las bases de la desigualdad territorial temuquense, pues mientras chilenos y franceses se instalaron en las manzanas aledañas al Fuerte, los alemanes con mayor vocación rural accedieron a extensos terrenos que posteriormente los convirtieron en prósperas quintas y parcelas. La mayoría de estas familias se instaló en los campos de La Labranza, la Vega Larga, Pueblo Nuevo y Tres Robles.

Demostración de la defensa de la propiedad privada y de los nuevos ocupantes por parte de la autoridad es reflejada en la prensa de la época. José Jesús Sepúlveda, en El Cautín del 28 de enero de 1888, es claro en señalar que los colonos: “se quieren dar el instinto de creerse señores feudales en los pedazos de terreno (que poseen), por como tratan a los campesinos: ya amarrándoles un buey, ya cerrándoles las sendas por dónde sacan carbón, madera y hasta por dónde sacan las cosechas. Todo esto va en detrimento de los habitantes laboriosos que viven bajo el imperio de la ley”. Incluso se les cobra peaje por sacar sus productos y que sus reclamaciones no son escuchadas. Sepúlveda agrega a esto que hay que hacer diversas reclamaciones a la autoridad “para evitar convertirse en encomenderos de estos señores”.

            Este proceso no es exclusivo de Temuco. El sociólogo Felipe Portales comentará que en vez de crear una frontera de agricultores campesinos, a semejanza de Estados Unidos, las políticas se orientaron a convertir a los nuevos territorios anexionados en dominios de la hacienda, “sistema por excelencia de explotación agrícola oligárquica”. La diferencia fundamental con el proceso de ocupación territorial norteamericano fue que “el grueso de los latifundistas eran nuevos ricos provenientes de actividades comerciales, mineras o bancarias, identificándose con los sectores políticos más “progresistas” de la oligarquía: liberales y radicales. Ambas facciones estuvieron, muchas veces, juntas en los remates de tierras”. A esto, también habría que agregar que estas facciones no solo estuvieron juntas en los remates de tierras, sino que también en los gobiernos municipales en el Temuco fundacional, tal como se ha podido comentar en columnas anteriores.

            No obstante todo lo anterior, a la llegada de los colonos sólo 48 propietarios cumplían las condiciones fijadas por las leyes para ocupar un sitio en la pequeña planta urbana; muy por el contrario, la inmensa mayoría de los ocupantes sin títulos era gente pobre que no tenía dinero para hacer el depósito de 20 pesos.

            Encontraremos a aquellos colonos forjadores que ocuparán cargos en el gobierno municipal, que serán los verdaderos propietarios de la nueva localidad y concentrarán el poder político, económico y simbólico; y también a aquellos que con esfuerzo labraron los primeros surcos del progreso. Son los relojeros, los pequeños comerciantes, los tinterillos, los que ocuparán aquellas profesiones básicas que darán impulso a la ciudad. También, por cierto, contribuirán a la consecución del orden en este mundo complejo y violento.


            Es tiempo entonces de comentar el tercer mito: El de los desheredados, el de aquellos que generalmente no tienen cabida en los relatos clásicos de nuestro pasado local por no ser dinero, prestigio social o algún negociado que diera como fruto un puesto político.  

No hay comentarios: