Tweet Segui @dini912030 Maleta de Opiniones: Hernán Trizano: ¿Héroe de la Frontera?

23 julio, 2013

Hernán Trizano: ¿Héroe de la Frontera?

Mientras que el Estado representaba el avance en orden, patria y paz, el bandidaje aparecerá
como una respuesta que reflejaba la dispersión y la falta de control de las autoridades, un discurso alternativo y que cristalizaba la violencia que persistía, casi desde la fundación, en nuestra localidad. Este sector llegó por la atracción que produjo por el nuevo centro de riqueza, teniendo la impunidad más absoluta producto de la falta de control y contingente de la nueva Policía y del Ejército.

Esta sensación de inseguridad generó algunas voces de alerta que derivaron en la decisión de llamar a Hernán Trizano para que resguardara este orden que a veces se escapaba de las manos.

Este personaje, a veces dotado de características mesiánicas, debió enfrentarse a individuos “acostumbrados a todas las artimañas de la montonera, militarmente muy superiores a las policías improvisadas, a las que no temían en absoluto y, por el contrario, las buscaban para desafiarlas y mofarse de ellas”, según consigna Jorge Lara en su Trizano, el Búfalo Bill chileno

De hecho, como dirá Eduardo Pino en 1969, los policías “se quejaban a las autoridades por el abandono en que se encontraban, y especialmente por la falta de cabalgaduras cuya ausencia les llevaba al oprobio de tener que soportar diariamente los insultos de cuatreros, que magníficamente montados, llegaban hasta las mismas puertas del cuartel en Padre Las Casas para injuriarlos y huir cuando las cosas se ponían difíciles”.

            Es menester transmitir la descripción de un hecho que relata Jorge Lara y que refleja el clima de tensión constante que se vivía en esta parte del país, el “crimen del pozón”. Era 1902. Una noche, en el sector de Fundo Maipo, un grupo de bandoleros buscó refugio en la casa de unas inquilinas; tras ello, asaltaron la casa, encontrando allí a dos mujeres de 14 y 16 años. Las violaron y amarraron, arrojándolas posteriormente a las aguas del Cautín. No conformes con esto, dieron muerte a un bebé  a cachazos de revólver. Una niña pequeña, según se comenta, logró escapar y correr a la casa de Trizano para avisar del hecho.

            Acompañado de cinco hombres, Trizano salió en la persecución de los bandoleros, quienes balanceaban los cuerpos de los dueños de casa. La persecución se dio en medio de la oscuridad, con un capitán de Gendarmería que luchaba contra la corriente para que no se le humedecieran las balas, y una tropa de facinerosos que no hacía más que huir. Tras una larga carrera, logra atraparlo.

“Ambos, estaban ahora frente a frente y en iguales condiciones. El bandido quiso disparar, pero Trizano desapareció un momento debajo de las aguas y emergió un segundo después, en la espalda del maleante. La respiración de ambos se podía oír fácilmente desde la orilla. El bandido no era hombre que pudiera ser dominado fácilmente, y a su vez, Trizano no dejaría escaparse de sus manos una presa como la que tenía a su alcance”.

            Esta batalla culmina con un fuerte golpe en la sien que le proporciona Trizano al bandido. Luego después, “las aguas se abrieron y como una boca inmensa, tragaron lentamente el cuerpo ya sin vida del feroz asesino”. Cinco de los seis asaltantes fueron detenidos y conducidos por las calles de Temuco, custodiados para evitar el linchamiento. Este crimen del pozón tendría su final cuando “el público siempre ávido de emociones fuertes, pudo presenciar cómo dos cuerpos caían acribillados por las balas de la justicia vengadora”.

            El caso presentado, lejos de pretender relevar los méritos de Hernán Trizano, deja entrever distintos aspectos que conforman este orden. En primer lugar, se visualiza la debilidad que tienen las fuerzas de policía para enfrentar el bandidaje rural, que supera en armas y hombres al aparato coercitivo del Estado. Los delincuentes, amparados en un paisaje que favorecía sus acciones, cometían ese tipo de acciones dado el clima de inseguridad que se producía en la zona. Esta batalla viene a reflejar la lucha entre el aparato estatal por imponer un nuevo proyecto de sociedad, y la adaptación que hace una parte de los sectores populares a las nuevas dinámicas sociales y económicas.

            Como si de una lucha cuerpo a cuerpo se tratara, finalmente vence el proyecto que refleja Trizano. La figura simbólica de los asaltantes ajusticiados por la policía pareciera vislumbrar una suerte de aniquilación de todas las subversiones que aquí se puedan encontrar, llevadas al extremo en este caso.

Aquí se refleja el error que cometieron las autoridades chilenas en la ocupación de este espacio, pues como comentará Leonardo León, “se equivocaron al dirigir su fuerza militar contra los mapuches, que por siglos habían demostrado su voluntad de pactar acuerdos de gobernabilidad”, lo que generaría el costo social que pagaron los residentes de este espacio local después de 1881. De hecho, tanto la auto marginación de este pueblo originario como la violencia mestiza atentaron contra el proyecto integracionista y homogeneizador de la élite.


El orden, que se ha intentado desde siempre conseguir a partir del enfrentamiento y la violencia, parece todavía no tener respuesta. Aún no tenemos un proyecto integracionista, integral e inclusivo y, por más que estemos a mil dólares del desarrollo, aun parece que continuáramos en aquella batalla sin un desenlace claro. 

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