Tweet Segui @dini912030 Maleta de Opiniones: Ese jueves en que nació Temuco.

23 julio, 2013

Ese jueves en que nació Temuco.

Según los autores tradicionales en lo que a historia de la ciudad se refiere (Óscar Arellano y Eduardo Pino), encontramos un relato común alimentado por uno de los mitos de nuestra ciudad, y profundizado en la investigación Los mitos de la historia de Temuco: El de la Fundación.

Pasó un jueves por la mañana, en términos de como nosotros manejamos el tiempo, el 24 de febrero de 1881. Eran 336 carretas que a juicio de Óscar Arellano, mostraban “la retirada araucana que abandonaba sus campos dejando sus rucas en llamas y sus cultivos arrasados”, como evidenciando que los mapuche querían adrede huir despavoridos tras el avance del ejército pacificador. No obstante, esto contrasta con la postura de autores como Felipe Portales, quien argumenta que las rucas eran incendiadas, se mataban y capturaban a mujeres y niños y se arreaban los animales.  Independiente de lo anterior, los hechos señalan que el Ministro radical Manuel Recabarren se dirigió a avisar su llegada al lonko Venancio Coñoepán el día 23, quien según el relato defendido por Pino y Arellano fue recibido con un estrecho apretón de manos.

Al día siguiente, los involucrados se reunieron para fundar el “Fuerte Recabarren”: el Ministro del Interior Manuel Recabarren, el General Gregorio Urrutia, el secretario Pedro Beltrán Mathieu, Matías Rioseco, Intendente del cuerpo Expedicionario, el cirujano Pedro Barrios, primer médico de la ciudad, los coroneles Pedro Cartes y Evaristo Marín, quien comandó originalmente el recinto militar, y los ingenieros Teodoro Schmidt y Eugenio Poison. Estos cosmocrátores o padres fundadores fueron los que compusieron este cuadro inicial.

Dirá Arellano en 1931, a cincuenta años de lo ocurrido, que el paisaje era “una bonita y pintoresca situación, al frente de una estensa (sic) y exuberante montaña. Se presentaba al norte una hermosa y fértil llanura, donde remataba la cordillera del Ñielol y frente a los cerros sagrados de Conún-Huenu. Al este corría majestuosamente, el Cautín, y al sur-oeste el estero Pichicautín. Era un bosque de robles seculares, y la vega del río estaba cubierta de la más hermosa selva virgen”.

En el claro de bosque conocido como Huapi, conferenciaron Coñoepán, Francisco Paillal y Painevilo, quienes recelaron el establecimiento del Fuerte, pues significaba la pérdida de sus terrenos y la sumisión a leyes que ignoraban. El Ministro replicaría que Temuco sería el último enclave que se fundaría, y que su establecimiento era conveniente para cortar el paso a las tribus arribanas, enemigas de ambos. Los lonkos Lienán y Hueterucán, dueños de los territorios ocupados, fueron los únicos que resistieron el acuerdo, dejando pendiente la conciliación.

Esa labor pacificadora vendría acompañada de una feroz demostración de fuerza. Ese mismo jueves, las tropas hicieron ejercicios de entrenamiento, y se hicieron funcionar las ametralladoras en dirección al Ñielol. Los mapuche, según relata Óscar Arellano “miraban estupefactos la demostración, mientras se les advertía, intencionadamente, que esas eran las armas que habían vencido al Perú”. Querer consolidar el asentamiento se tradujo en los trabajos del día siguiente tras el cercamiento de un recinto de cien metros cuadrados, guarnecido con 350 militares al mando del teniente coronel Pedro Cartes, convirtiéndose en la primera autoridad de Temuco. Tras ver las labores realizadas, el Ministro Recabarren se retiró a Santiago a informar de lo bien que avanzaban las labores de ocupación.

El mito cuenta que puesta en una botella dentro de un tarro con sus sellos correspondientes se encuentra el acta de fundación del Fuerte, ubicada en el centro exacto, en medio de cuatro grandes robles que allí había. Suscribieron el documento: Evaristo Marín, Pedro Cartes, los sargentos mayores José Marchant y Bonifacio Burgos, los capitanes ayudantes Castro y Ossa, los capitanes Caupolicán Santa Cruz, Alberto Beauchemin, Juan Clímaco Araneda y Telésforo Carrillo, entre otros[1]. Pareciera ser que la alianza burguesía-aparato administrativo-ejército quedaba sellada en este acto fundacional.

La respuesta mapuche no se hará esperar. Serán tiempos turbulentos de enfrentamiento y conflicto en el que el Cautín correrá rojo de sangre. Sin embargo, será otra historia que se relatará en la segunda parte del cuadro mediante el cual se visualizará el mito de la fundación de Temuco.



[1] Oscar Arellano, 1931. Ibíd. P. 85.

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