Cuando nos encontramos en momentos tan complejos como estos en los que el país pasa por una crisis de representatividad (y en general del sistema político) a veces pareciera que no hay salida. El diálogo no parece ser una vía válida de solución para nadie y caemos, generalmente, en discusiones llenas de palabras bonitas y tecnicismos para no concretar nada.
Por ello es que, con la meta de lograr que el 10% de la población nacional según el censo y el 5% con acceso a internet y redes sociales participe activamente en mecanismos de asociación y consulta he encontrado algunas orientaciones al sistema político que pueden servir para que quienes tienen el poder hagan algo con lo que le hemos entregado por años: las decisiones sobre la democracia en que, al menos en teoría, somos parte.
El segundo eje será asociatividad ciudadana. Estas medidas tendrán como objetivos centrales fortalecer (en un plan similar al emprendido en la década del ’60 bajo Eduardo Frei Montalva) a los grupos conformados por los ciudadanos sin necesidad de ser instituciones formales; fomentar el conocimiento entre los miembros de diversas comunidades respetando sus formas de relación y modos de vida y organizar a la población para enfrentar de mejor manera a la autoridad en momentos complejos y trabajar de mejor manera en alianza con ella.
Es por ello que las siete medidas que se recomiendan son:
· Planes de educación cívica y formulación de proyectos y fortalecimiento a formas de asociación institucional existentes o de hecho. Para ello se recomienda elaborar un diagnóstico a nivel comunal y de macrosectores identificando sus necesidades y expectativas, ajustándolas a la realidad y haciendo que se fortalezcan mediante la asesoría estatal.
· Ley de fomento a la participación y protección de asociaciones intermedias. Según la actual Constitución éstas están protegidas, pero no se materializa en la realidad. Por ello es que se recomienda que en esta ley (en un país legalista casi al extremo) se expliciten mecanismos de apoyo y fomento especialmente en asesorías de todo tipo.
· Foros (de asistencia obligatoria) y con transmisión virtual (para los que no puedan asistir), certificados ante diversos organismos. No hay nada mejor que el refuerzo positivo después de haberse capacitado; asimismo, no hay nada peor que una reforma sin asesoría. Por ello sería bueno que existieran horas de capacitación para todos los miembros de las asociaciones básicas con el fin de dejar a todos en igualdad de condiciones.
· Talleres virtuales complementarios. No puede ser que un país en vías de desarrollo no tenga a la mayoría de su población analfabeta digital. Por ello sería una buena manera de hacer que le gente le pierda el miedo a las TIC’S y pueda tomar talleres que refuercen las medidas anteriores.
· Formación de redes con otras asociaciones similares. Con el fin de complementar el trabajo y que no entremos en una competencia descarnada sería bueno que se establecieran, mediante asesoría, alianzas con otros que hagan lo mismo que nuestra organización.
· Organismo gubernamental que asesore y mantenga registro de asociaciones. Monitoreo y evaluación de su gestión en relación a la participación. Un organismo con sedes comunales, regionales y nacionales que coordine el accionar creando estándares de participación sería bueno para ordenar el trabajo que se está haciendo. Con ello se haría efectiva la recomendación anterior.
· Sistema de puntuación para acceder a proyectos. Esta medida respondería al cómo hacer que la gente se interese. Es decir, la organización que mejores proyectos presenta y que más participa es la que se lleva más premios. Puede ser desde quedar primero en la fila de postulación hasta ganarse basureros que hacían falta.
Si se dan cuenta no es tan difícil. Si algo nos ha enseñado este año es que es cosa de voluntad política. Mediante la organización se puede presionar y qué mejor que hacerlo de forma asesorada e informada.
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